viernes, 27 de diciembre de 2019

BUENOS Y MALOS

 
 
 
 
Es una realidad evidente el  que a diario los medios de información masiva nos llenan la cabeza con titulares  aterradores  sobre violaciones, asesinatos corrupciones estafas…Se trata de acciones llevadas a cabo por gentuza de la peor ralea y   que,   por causa del  perverso  morbo que caracteriza de forma generalizada al humano,    tienen un gran tirón  y son  las que más venden. Y en mi opinión, subjetiva por supuesto,  las empresas periodísticas más que informar sin interesada astucia, lo que  persiguen es el lucro por toda esa sobredimensionada información que emiten acerca de este tipo de horripilantes  sucesos.  No hay duda de que esto indica que nos hemos vuelto excesivamente morbosos, como si deseáramos que estos horribles sucesos ocurran para satisfacer nuestra enfermiza morbosidad. Por otra parte, respecto a este asunto de las personas que llevan en los genes implícita su maldad,  la psiquiatría tiene amplios conocimientos y por eso sabe perfectamente reconocerlos. Y es que existen muchas  personas que tienen un fondo execrable  por naturaleza, la mayoría de veces debido a que ha sido moldeada    por     su educación, su vida, su entorno, etc.   Pero a mi modo de ver, creo  que al final  no es  imprescindible el  tener unos mínimos  conocimientos de psiquiatría para acabar detectando   a este tipo de sujetos y   su nivel de perversión. Se les ve venir de lejos. Pero está claro que a pesar de que abunden los titulares sobre las malas personas, tengo el pleno convencimiento de que existe mucha más gente buena que malvada. Solo que la malvada tiene   mayor  prensa y desgraciadamente los medios de comunicación, por razones o intereses espurios, tienen la horrible costumbre de hacernos eco solo de lo malo, lanzando mensajes a una opinión pública anestesiada e inmune al dolor.  Y las malas personas son una minoría, lamentablemente muy ruidosa, pero no dejan de ser una minoría. Lo triste de esta situación es que esa minoría de malnacidos  resultan ser muy  perniciosos y hacen muchísimo daño  a la sociedad en general. Por suerte las leyes ayudan dentro de su competencia a neutralizarlos, aunque por desgracia no es garantía de su erradicación. Y es que como dice el refrán: "Bicho malo nunca muere".  Por ende, estamos condenados a convivir de manera permanente  con la execrable  maldad de todos estos malditos tiñalpas. 
 



 
El consuelo que nos queda, tras la evidencia de que es imposible    que desaparezca   esta mala gentuza,   es  saber que  estamos rodeados de muchas más personas buenas que malas. Gente de buena voluntad y corazón inmenso que intentan  ayudar a los demás, con un simple y pequeño gesto.  Que acostumbran a actuar en beneficio de otras personas, y si se da el caso en favor de los animales,  pero siempre sin ningún interés personal, simplemente por el hecho de hacer sentir al prójimo, feliz, seguro y querido. Lo que pasa es que  las personas  buenas  normalmente por “motu propio” se hacen invisibles.    Nunca salen en las noticias; suelen evitan a toda costa ser los protagonistas   de la prensa o la Televisión.    Son personas calladas, que actúan en silencio, y siempre procurando el beneficio del prójimo a través de acciones humanitarias.  No acostumbran a proclamar lo mucho y bondadoso que hacen por los demás. No suelen llevar metafóricamente una pancarta, porque  la bondad no la necesita, ni sabe de ella. La bondad es discreta y siempre va envuelta en humildad y sencillez, razón por el cual las buenas personas saben más de gestos benefactores  que de palabras vanidosas. A mi juicio, muchas veces  aunque  los veamos como personas normales, pueden ser perfectamente  héroes anónimos  de buena voluntad y  corazón inmenso. Sobre todo cuando por algún gesto excepcional  pueden cambiar el mundo. Saber   que convivimos con  esta clase de personas, verdaderamente  maravillosas  que siempre  están dispuestas a mostrar su lado empático, hace que nos reconciliemos con el ser humano. La bondad que estas personas acopian dentro de su corazón  puede hacernos  concebir la idea de que todo  aún no está perdido. Apuntaba    Charles Robert Darwin, que la esencia del ser humano, de su evolución,  es la bondad. Estoy totalmente de acuerdo con las palabras de este celebérrimo naturalista inglés porque en mi modesta opinión, la bondad genera una pulsión positiva que evolucionan hacia un estadio optimista;  en cambio la maldad más bien genera una propulsión   involutiva de claro retroceso hacia lo negatividad.   Lo que también debemos tener en cuenta es que ser bondadosos,  empáticos y compasivos, es un proceso que empieza por nosotros mismos, sigue por las personas de nuestro entorno más cercano y puede llegar incluso  a alcanzar a aquellas personas  que por alguna casualidad no nos caen del todo bien. Lo que tampoco quiero pasar por alto es el hecho de que, tal como está montado a día de hoy   este sistema capitalista, donde predominan los valores de la competividad y la falta de principios empáticos,  el hermoso valor de la bondad digamos que va a contracorriente y no encaja con esos principios de competitividad  extrema y carencia de empatía.  Porque según mi criterio, la personas bondadosas en apariencia resultan  algo ingenuas y no se hasta que punto esta supuesta ingenuidad se aleja de la absorbente  competitividad que requiere  el sistema actual. Hago este comentario,   basándonos en las normas que rigen a   esta sociedad    donde impera la ley del más fuerte y  también donde habitualmente  la grandeza de una persona no se valora precisamente  por   la bondad que pudiera  atesora en  su corazón, sino más bien por su capacidad competidora  y la jerarquía de su status  personal. 
 
 
 
 

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