Se
me ha caído un mito. Y para ser sincero, no me lo esperaba tratándose de tan ilustre personaje. La razón de este comentario viene originado por una información que leí días atrás en el suplemento de un periódico de tirada nacional. Dicha información hablaba sobre la hija madrileña que tuvo el insigne poeta chileno, Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo
Neruda , a la cual abandonó y también
tuvo la indecencia de llamarla, entre otros vejatorios epítetos, “vampiresa y un ser perfectamente
ridículo”. El motivo de esta vejación y de ser repudiada se debió a que la niña de nombre
Malva Marina había nacido con hidrocefalia. Patología la cual consiste
en un aumento anómalo del líquido en el cerebro y esto hace que el tamaño de la
cabeza sea fuera de lo normal. Cuando el
poeta dimensionó los efectos de tan grave enfermedad su desilusión y sus problemas conyugales
fueron patentes. Por esta razón decidió también abandonar a la que por entonces era su mujer y madre de la desdichada criatura, María
Antonia Hagennar Vogelzang, -Maruca- nativa de la isla de Java. Una vez consumado el abandono de ambas por parte de este crápula, el ajetreo de su vida
amorosa fue una constante, se
dedicó a disfrutar de todos los privilegios concedidos merced a su glamurosa vida literaria y también a cumplir con sus deberes diplomáticos
y su compromiso intelectual y político
con el Partido Comunista. Como colofón
a su desvergüenza, cuando a través del consulado
chileno de Holanda, país donde acabaron
sobreviviendo madre e hija pasando hambre y todo tipo de penurias, le llegó la
notificación por parte de la madre de la niña de que había fallecido Malva Marina y le pedía
que se reuniera con ella, el silencio de Neruda fue la respuesta. Esta breve síntesis que he dejado aquí expuesta sobre la única y
malograda descendiente que tuvo el
Premio Nobel chileno es parte de lo que narra en su primera novela la escritora
holandesa, Hagan Peeters. A pesar de
haber transcurrido 84 años de este triste episodio, con su narración quiere
rescatar del olvido esta tragedia y a su vez
desvelar el misterio de esta niña enferma de hidrocefalia que fue
ocultada y repudiada por su padre, el
que es considerado una de los más
grandes poetas del universo literario.
( En esta imagen aparece la tumba de Malva Marina situada en el cementerio de Gouda (Holanda). Lejos del mar donde crece la flor de la Malva Marina)
Es
obvio que escribir sobre un acontecimiento que
no se ha vivido ni conocido
personalmente y del que además han
transcurrido más de ochenta años puede resultar cuestionable. Pero es de
suponer que esta escritora en su momento se documentaría debidamente a través de fuentes muy fiables para que resulte lo más verídico
posible todo cuanto nos relata en su opera prima, a la que por cierto tituló "Malva". (Ed. Rey Naranjo) Al margen de
lo fidedigno o no que pueda resultarnos cuanto narra en su novela esta autora neerlandesa,
lo que para mí ha quedado patente
es que a raíz de haber conocido tan dramática historia ha hecho que se me cayera un mito, tal como
indico al principio. No creo que vuelva a tener el mismo concepto ni la misma elogiosa consideración que antes sobre la obra de este genial poeta una vez que he conocido esta información. Supongo que habrá quienes piensen que lo
mejor de tan repugnante asunto es
pasar página y tratar de quedarnos con su excelente obra, o su ideario,
aunque seamos conscientes de que tras todo ello queda oculto falsedad y
cinismo. Yo desde luego no estoy dispuesto a pasar página alguna; como tampoco tengo el más mínimo interés de que me siga embaucado literariamente con su doblez por todo el asco
y la desilusión que me ha causado este nauseabundo asunto. Resulta palmario
que como intelectual es merecedor
de todo el reconocimiento literario que se le ha atribuido, pero en cambio
como persona, por mi parte, se merece el mayor
desprecio por abandonar sin la menor consideración ni escrúpulo a su
propia familia. Precisamente él que en apariencia ha mostrado tanta sensibilidad y generosidad en sus obras, donde aflora el amor magnánimo en su mayor
plenitud. Lamentablemente por este espeluznante episodio me temo que ahora en adelante me va a resultar todo un alarde de cinismo e hipocresía poética
sus “Cien
sonetos de amor”, o sus “Veinte
poemas de amor y una canción desesperada”…y
cualquier otro poema o libro de su autoría
con temática amorosa. Este personaje será muy difícil que
me pueda convencer de que en algún momento fue
capaz de amar sabiendo de la conducta tan miserable
que mostró hacia su propia hija. La vida está llena de mitos con sus correspondientes mentiras y siempre resulta un placer, o una decepción, cuando desenmascaran a alguno de estos impresentables que a los que tenemos encumbrados en los altares. Lo que no se si
también este deleznable hecho puede dejar en entredicho su fidelidad y
compromiso con el ideario comunista. Será
algo que quedará supeditado a las fobias y filias que suscite entre los adeptos y
detractores con el pertinente ideario.
Pero estoy convencido que a más de una persona embelesada tanto
por su obra literaria como por su dogma comunista
les habrá debido producir un sarpullido en la conciencia
cuando se han enterado del comportamiento tan perverso que tuvo hacia su propia familia. Es duro, pero esto sucede con frecuencia,
personas a las que admiramos como artistas o escritores, pero cuando descubrimos
su vida privada comprobamos que no han estado a la altura de su propio
mito debido a las miserias humanas que ocultan. Es lo que ha ocurrido en esta ocasión con este genio literario pero a la vez un auténtico monstruo.
Es evidente que la genialidad no está
reñida con la perversidad. En mi opinión,
esta trágica historia es un fiel
reflejo de las luces y las sombras que
muestra el ser humano. Como al final son nuestras acciones las que nos
juzgan no nuestras palabras, el ilustre vate universal, Ricardo Neftalí Eliécer Reyes Basoalto, con el seudónimo de Pablo Neruda, debido a la axiomática maldad que lleva implícita su acción queda lo suficientemente retratado.