jueves, 22 de febrero de 2018

CAÍDA DE UN MITO

Se me ha caído un mito.  Y  para ser sincero, no me lo esperaba tratándose de tan ilustre personaje. La razón de este comentario viene originado por una información que leí días  atrás en  el suplemento de un  periódico de tirada nacional.  Dicha información hablaba sobre     la hija madrileña que tuvo  el insigne poeta chileno, Ricardo  Eliécer Neftalí  Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda ,  a  la cual abandonó y también tuvo la indecencia  de llamarla, entre otros vejatorios epítetos,  “vampiresa y un ser perfectamente ridículo”.   El motivo de esta vejación y de ser repudiada se debió a que la niña de nombre Malva Marina había nacido con hidrocefalia. Patología la cual consiste en un aumento anómalo del líquido en el cerebro y esto hace que el tamaño de la cabeza sea fuera de lo normal. Cuando el poeta dimensionó los efectos de tan grave enfermedad  su desilusión y sus problemas conyugales fueron patentes. Por esta  razón  decidió también  abandonar a la que por entonces era su mujer  y madre de la desdichada criatura, María Antonia Hagennar Vogelzang, -Maruca-   nativa de la isla de Java.  Una vez consumado  el abandono de ambas por  parte de este crápula, el ajetreo de su vida amorosa   fue una constante,      se dedicó a disfrutar de todos los privilegios concedidos merced a su glamurosa vida literaria y también   a cumplir con sus deberes  diplomáticos   y  su   compromiso intelectual  y político  con el Partido Comunista.  Como colofón   a su   desvergüenza, cuando a través del consulado chileno de Holanda, país  donde acabaron sobreviviendo madre e hija pasando hambre y todo tipo de  penurias,  le llegó la notificación por parte de la madre de la niña de que  había fallecido Malva Marina y le  pedía que se reuniera con ella, el silencio de Neruda fue  la respuesta. Esta breve síntesis que  he dejado aquí expuesta sobre la única y malograda descendiente que   tuvo el Premio Nobel chileno es parte de lo que narra en su primera novela la escritora holandesa,  Hagan Peeters. A pesar de haber transcurrido 84 años de este triste episodio, con su narración quiere rescatar del olvido esta tragedia y a su vez   desvelar el misterio de esta niña enferma de hidrocefalia   que fue ocultada y repudiada por su padre, el que   es considerado una de los más grandes poetas del universo literario.



 
( En esta imagen aparece la tumba de Malva Marina situada en el cementerio de Gouda (Holanda). Lejos del mar donde crece la flor de la Malva Marina)
 
 
Es obvio que escribir sobre un acontecimiento   que no se ha vivido ni conocido  personalmente y  del  que además  han transcurrido  más de ochenta  años puede resultar cuestionable. Pero es de suponer que esta escritora en su momento se   documentaría debidamente  a través de fuentes muy fiables   para que  resulte  lo más   verídico posible  todo  cuanto nos relata en su opera prima, a la que por cierto   tituló   "Malva". (Ed. Rey Naranjo)  Al margen de lo fidedigno o no que pueda resultarnos cuanto narra en su novela esta autora neerlandesa,  lo que para mí ha quedado  patente es que a raíz de  haber conocido  tan dramática historia  ha hecho que se me cayera un mito, tal como indico al principio. No creo que  vuelva  a tener el mismo concepto ni la misma  elogiosa consideración  que antes sobre la  obra de este genial poeta una vez que he conocido esta información.  Supongo que habrá quienes piensen que lo mejor de tan repugnante asunto   es pasar página y  tratar de quedarnos con su excelente obra, o su ideario, aunque seamos conscientes de que tras todo ello queda oculto falsedad y cinismo. Yo desde luego  no  estoy dispuesto  a pasar página alguna; como tampoco tengo  el más mínimo interés de que me siga  embaucado  literariamente con su doblez  por  todo el   asco y la desilusión  que me ha causado  este nauseabundo asunto. Resulta palmario que   como intelectual   es merecedor  de todo el reconocimiento literario que se le ha atribuido, pero en cambio como persona, por mi parte,  se merece  el mayor desprecio por abandonar sin la menor consideración ni escrúpulo  a su propia familia.  Precisamente él  que en apariencia  ha mostrado tanta sensibilidad  y generosidad en sus obras, donde  aflora el amor  magnánimo  en  su mayor plenitud. Lamentablemente por este espeluznante  episodio me temo que ahora en adelante  me va a resultar    todo un alarde de cinismo e hipocresía poética  sus “Cien sonetos de amor”, o sus   Veinte poemas de amor y una canción desesperada”…y cualquier otro poema o libro de su autoría   con temática amorosa.  Este personaje   será muy difícil    que   me pueda convencer de que  en algún momento fue capaz de amar  sabiendo de la conducta tan  miserable que mostró hacia su propia hija.   La vida está llena de mitos con sus correspondientes mentiras y siempre resulta un placer, o una decepción, cuando desenmascaran a alguno de estos impresentables que a los que tenemos encumbrados en los altares.  Lo que no se si también  este deleznable  hecho puede dejar en entredicho su fidelidad y compromiso con el ideario comunista. Será algo que quedará supeditado a las fobias y  filias que suscite entre los adeptos y detractores  con el pertinente ideario. Pero estoy convencido que a más de una persona embelesada   tanto por su obra literaria  como por su dogma  comunista   les habrá debido producir  un sarpullido en la conciencia cuando se han enterado del comportamiento  tan perverso que tuvo hacia  su propia familia.   Es duro, pero esto sucede con frecuencia,  personas a las que admiramos como artistas o escritores, pero cuando descubrimos su vida privada comprobamos que no han estado a la altura de su propio mito debido a  las miserias humanas que ocultan.  Es lo que ha ocurrido en esta  ocasión con este genio     literario pero a la vez un auténtico monstruo. Es evidente que    la genialidad no está reñida con la perversidad. En mi opinión,  esta trágica historia es  un fiel reflejo  de las luces y las sombras que muestra el ser humano. Como al final   son nuestras acciones las que nos juzgan no nuestras palabras,   el ilustre vate universal,  Ricardo Neftalí  Eliécer Reyes Basoalto,  con el seudónimo de Pablo Neruda,  debido a la axiomática maldad que lleva implícita su acción queda lo suficientemente retratado.

 
 
 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 14 de febrero de 2018

ENAMORAMIENTO

 
 
Parece ser que  la fase  del  enamoramiento suele durar un máximo de cuatro años o en su defecto hasta que aparezca otra persona que nos despierte esa misma pasión romántica. Esto es lo que afirma Georgina Montemayor Flores, académica de la Facultad de medicina de la UNAM  de México. La verdad es que yo  desconocía el tiempo que podría durar esta eufórica sensación que en apariencia resulta eterna.  Pero  se ve que sólo es eterna mientras dura esta  especie de demencia  temporal, que en mi opinión  se hace necesario  entrar y salir de ella porque no creo yo que el cerebro pudiera resistir de forma perenne esta pasión desbocada imposible de embridar y que normalmente acaba siempre por volvernos   ciegos y sordos. Cuando estamos enamorados el sistema hormonal y psicológico entra  en un estado de enajenación y todo nuestro universo personal gira entorno al objetivo de su amor. Por tanto, nos hallamos inmersos   en una sinergia alucinante  en la cual vivimos por y para la persona que se ama. Podríamos perfectamente ponerla el mundo a sus pies sin importarnos un ardite  que el nuestro literalmente se derrumbara. Dicen los expertos en este asunto que cuando estamos enamorados se activan sustancias químicas en el cerebro que ocupan todas las neuronas y no se puede pensar más  que  en    el amado de forma obsesivamente compulsiva.  Razón por la cual a veces quedamos obnubilados  y  con toda probabilidad terminamos evidenciando un comportamiento de lo más estúpido. Y es que cuando estamos viviendo tan eufórica afectividad,   tenemos tendencia a idealizar a la persona que amamos y a su  imagen tratamos de moldear como si de un trozo de arcilla se tratara, todo por conseguir  que se acomode a nuestras necesidades afectivas.   Luego sin en el devenir cotidiano no se aproxima a esa imagen concebida nos llevamos una gran decepción con consecuencias desagradables.   Es obvio que mientras se siga idealizando al amado, continuaremos experimentando el subidón espectacular y transitorio de las correspondientes hormonas   que nos proporcionan alegría pletórica.  Pero como ya he comentado con fecha de caducidad, porque una vez transcurrido ese tiempo científicamente comprobado,  este conjunto de hormonas dejan de estar activas. Por consiguiente se interrumpe esa atracción impulsiva   responsable de  que el  amor apasionado se asemeja a una droga muy aditiva, que entre otros efectos nada propicios, hace que disminuya nuestra productividad y se incremente la estupidez. 
 

 
 
Hasta las personas más brillantes acostumbran a perder la compostura cuando están enamorados.  Como se ve nadie se libra de esta demencia pasajera porque el amor  romántico puede  acabar siendo tan fuerte como el impulso de ingerir alimentos o como  tener sed. ¿Pero que ocurre cuando este afecto impulsivo como es el enamoramiento acaba  desapareciendo?  Puede que una vez se  difumine esa venda invisible que impedía ver  todas  las miserias que el amor muestra cara  a la cruda  realidad,  nos llevemos un enorme desengaño por el hecho de que a la persona que tanto estuvimos idealizando le habíamos atribuido cualidades excelentes de otra persona que en realidad no existían.   Este es el peligro  que se corre cuando ensalzamos al amado según le conviene a nuestra fantasía. También debemos reconocer que nunca se ama a una persona igual cuando comienza la relación que una vez que hayan transcurrido diez o veinte años. Al principio lo normal es que el conjunto de hormonas y sustancias químicas que ocupan el cerebro, y metafóricamente el corazón,  estén es su máxima  placidez enamoradiza,  luego con el transcurrir del tiempo por lógica tienden a disminuir y a evolucionar hacia un amor más sosegado y más auténtico. Como también más generoso el cual no permite la posesión del otro. No hay duda de que resulta bastante arduo y complejo pasar del enamoramiento al amor porque en el camino  van surgiendo infinidad de desilusiones y obstáculos que supondrán una prueba de fuego para consolidar el amor. A mi juicio   sentir por el amado una pasión frenética no requiere mucho esfuerzo, tan sólo dejarse llevar por los impulsos;  lo complicado viene cuando es preciso   indagar  en tu interior para saber si verdaderamente le quieres o no. Como es lógico la manera de amar evoluciona y es necesario adaptarse a su normativa para que una vez terminado el exaltado  enamoramiento la relación de pareja no  acabe rompiéndose por culpa de   lo que  antes creíste ver   maravilloso  ahora en cambio se te hace insoportable. La mayoría de veces el problema del desamor en una pareja viene precedido por el grado   de idealización  con que se ama a  la otra persona. Cuando ese grado de idealización es sublime se corre el riesgo de que la decepción sea grande y a consecuencia de ello    la  convivencia se haga imposible y termine de muy malas maneras. Está claro que si no logramos aceptar tanto  las virtudes como los defectos por igual de la persona que amamos y compartimos nuestra vida no seremos capaces de sostener felizmente una  relación en pareja y por tanto el amor acabará desapareciendo. Aconsejan evolucionar juntos porque no resulta nada positivo callar los desacuerdos por temor a lastimar al otro.   Y sobre todo lo que se debe  tener muy en cuenta es que en los pequeños detalles de la vida diaria es donde se fragua el verdadero amor.  Esta circunstancia es probable   que nos salve del  desamor y ya se sabe lo que el desafecto conlleva, sobre todo  si tras la ruptura queda resquemor: el odio y la vendetta están servidas.   Aunque también puede que  cuando el amor por principio nos hace perder la libertad y nos vuelve dependientes de otra persona, el desamor acaso nos libera.