jueves, 11 de junio de 2015

HABLANDO DE FUTBOL

Que el futbol levanta o enciende pasiones,  resulta un axioma. Para cerciorarse de ello  sólo es cuestión de escuchar, o en su defecto ver, todo cuanto esté vinculado a este "deporte" para percatarse in situ de las múltiples emociones que se originan al respecto. Que conste que yo también soy aficionado a futbol, pero desde una óptica bastante moderada. No suele aflorar en mí un excesivo forofismo que pudiera causarme  desmedido entusiasmo por el triunfo de mi equipo predilecto, ni tampoco una conmoción lacrimógena por su derrota. En realidad al futbol lo considero como un lúdico entretenimiento, por lo cual no estoy dispuesto a que su predisposición a  incendiar pasiones acabe arrastrándome hasta el enajenamiento, allí donde merced al fanatismo suelen aflorar las más primarias emociones. En más de una ocasión me he preguntado el por qué con nuestro personal carácter, "sostenella y no emendalla en estos casos, a veces nos  obcecamos tanto  polemizando, o defendiendo, los colores de un determinado equipo, normalmente afín a nuestros sentimientos y acabamos por lo general   comportándonos  como auténticos energúmenos. Si como ya he comentado,  se trata de un simple espectáculo lúdico donde veintidós jóvenes vestidos con calzón  y camiseta le dan patadas al balón, con mayor o menor habilidad, todo con el fin de introducir ese pelotón dentro de los tres palos que componen la denominada portería. Esta es la única "heroicidad" que alcanzan a lograr estos jóvenes a los que mediáticamente tanto se les glorifica. Y ésta es otra, cada vez que el balón golpeado por el pie de alguno de los jugadores se introduce dentro de la portería, surge un clímax colectivo  de difícil explicación, entre los aficionados que presencian tal proeza . Si analizamos fríamente, y a conciencia, esa actitud colectiva de la masa celebrando con tanta exaltación el gol resulta verdaderamente patético. Idéntica sensación me causa toda esa liturgia   que envuelve al futbol, en su versión más fanática. Nunca he llegado a comprender, o entender, como se puede pasar uno o dos días, con sus noches incluidas, esperando a la intemperie, y apenas sin dormir, que abran las taquillas para comprar una entrada; o que alguien se gaste lo que básicamente necesita para subsistir en una entrada de futbol. Por más que trate de analizar y comprender esta circunstancia, no consigo hallar argumento válido que lo justifique, más allá del irracional fanatismo   Pienso que la culpa de que todo esto ocurra, o de que  aflore tan desmesurado entusiasmo futbolero, la tienen los medios de comunicación que por espurios intereses  nos están machacando constantemente con tanta sobredimensionada información sobre el futbol. Pero se ve que no nos cansa en absoluto tanta saturación, digo esto por el abusivo  consumo que se sigue haciendo  de ella. Quiero dejar bien claro que el problema no radica en ver y escuchar información sobre el futbol; o ser un simple aficionado de un determinado equipo, si no de la sinergia de ser totalmente esclavo de y por este deporte.

A veces me pregunto que tendrá este fenómenos de masas como conceptúo al futbol, para que consiga atraparnos de forma tan contundente el cerebro. Y eso que el romanticismo con que se fundó hace más de un siglo para llevarlo a su práctica lamentablemente en la actualidad se ha transformado en un gigantesco y lucrativo negocio publicitario y audiovisual que mueve miles y miles de millones de euros.  Todos conocemos sobradamente los sueldos astronómicos que trincan algunos de los futbolistas considerados megacracks. Estipendios que resultan un flagrante insulto para los trabajadores, mileuristas la gran mayoría de ellos. Y no digamos el grado de ofensa comparativa que puede causar esta  circunstancia a los miles de hogares de este país donde ninguno de sus miembros percibe salario alguno. Aunque la verdad, tal como dice el refrán: "no es todo oro lo que reluce". Muy certera resulta esta máxima popular si la extrapolamos a cuanto tenga relación con las finanzas asociadas a este deporte. Según tengo entendido  la Liga Profesional de Futbol  está endeudada tanto con Hacienda como con la Seguridad Social porque a ambas entidades estatales les debe unos cuantos miles de millones y la tendencia es que la deuda siga in crescendo en vez de tratar de hacerla desaparecer progresivamente.  Aunque al parecer esta problemática con la Agencia Tributaria no resulta un hándicap  para los mandamases de todos esos clubs endeudados para que continúen mercadeando con los fichajes de futbolistas, y en ocasiones pagándoles a mareantes cifras de dinero a alguno de ellos, supongo que con el fin de trincar las comisiones correspondientes. Tasaciones financieras que la mayoría de veces ocultan las cantidades reales pagadas con el propósito de engañar al Fisco. Pero al final, por activa o por pasiva, siempre acaban descubriendo a los tramposos. Por este  motivo va surgiendo un incesante goteo de causas penales abiertas en los juzgados contra todos estos individuos inculpados por delitos fiscales. Hasta que los políticos no metan mano a este grave asunto y corten por lo sano la morosidad aplicando las sanciones correspondientes, van a seguir los directivos de los clubs con sus desmanes. Resulta axiomático que esta problemática es   una "patata caliente" que va pasando de un lado a otro pero que nadie se atreve a meterse contra los estamentos del futbol.  Temen  sus ulteriores consecuencias debido al determinante   poder que atesora.



Luego también está ese mal endémico que afecta de manera global al planeta, como es la corrupción. Por lo visto el futbol tampoco se ha librado de su podredumbre: lógico y normal cuando genera tan ingente cantidad de dinero. Y ya se sabe que la codicia por atesorar la mayor cantidad de dinero no es saludable compañera de viaje en estos casos. El escándalo más execrable que ha surgido últimamente al respecto, ha sido la detención en Suiza de varios dirigentes que ostentaban altos cargos dentro de la FIFA por delitos de corrupción.  No se si por temor a que  al final acabara salpicándole directamente este escándalo, el presidente de este organismo futbolístico que recientemente había sido reelegido en el cargo, Joseph Blatter, anuncio su dimisión. Veintisiete años eran los que llevaba en la poltrona  y durante todos estos años, de forma encubierta, la corrupción, el blanqueo de capitales y los sobornos han asolado a este organismo. ¿Qué pasa, que durante todo este largo tiempo el ínclito Sr. Joseph Blatter desconocía toda esa espiral de corrupción que cada vez más  iba acrecentándose hasta hacerse insostenible? A otro perro con ese hueso y que cada uno saque sus propias conclusiones.

Es obvio que ni los escándalos de corrupción, ni el endeudamiento, consigue restar un ápice de afición al futbol. Esto me hace pensar que el pueblo sometido y descontento necesita una válvula de escape para descargar todas sus frustraciones y en el futbol la ha encontrado. Pero los políticos han hecho de esa necesidad su arma de poder que acostumbran a emplearla como cortina de humo para disimular las penurias del país. Ya saben, algo parecido  al "Panen et circenses" (Pan y circo) que hablara el poeta Juvenal cuando en la antigua Roma se daban espectáculos circenses y se les arrojaba pan a la plebe espectadora para contenerla y ponerla de su parte. En cierto modo hoy el futbol resulta una versión actualizada de aquel pan y circo de la arcaica Roma. Y es que el poder establecido, sabedor de que se trata  lo ha utilizado desde su invención a modo de narcótico social para tratar de adormecer  a la masa con el fin de tenerla alejada o distraída de la cruda y desastrosa realidad que les asedia. En este país ya desde la época franquista   fue institucionalizado como herramienta de distracción del Gobierno por razones que sobradamente conocemos. Y así continua en la actualidad  esta especie de "opio del pueblo" como en la actualidad es conceptuado el futbol,  ya que está omnipresente a todas horas en la televisión y espacios radiales, tratando de lavarnos el cerebro. Y por desgracia bien que lo están consiguiendo, con lo cual los prebostes del poder,  así nos quieren, y así nos tienen.