A veces llegan cartas que te dan la vida/ que te dan la calma”… Esto decía una canción que interpretaba el popular cantante nacido en Linares (Jaén) Raphael. La canción fue escrita por el famoso compositor Manuel Alejandro. Con pasar de los años también la versionó Julio Iglesias. Pues bien, el mensaje intrínseco de esta melodía en la actualidad aparentemente resulta anacrónico por el hecho de que el escribir cartas prácticamente ha desaparecido. No en su totalidad, pero si que ha quedado como algo secundario el escribirlas. Como también el ir al estanco a comprar sellos y sobres. Quien lo haga solo es una rara avis que pertenece a esa minoría romántica, dispuesta a no dejarse influenciar por el auge de la comunicación digital. Y todo por ser una apasionada a escribir cartas sobre formato de papel. Pero hay que ser conscientes y reconocer que a día de hoy el avance de la tecnología ha permitido crear nuevas formas de comunicación a través de redes sociales y sitios web. Por consiguiente, la comunicación entre las personas desde la distancia no se hace ya través del correo tradicional, como otrora se venía haciendo, sino por medio de las correspondientes plataformas digitales que se encuentran en Internet de mensaje instantáneo; como por ejemplo: Factbook, Instagran, WaptsApp, Email, etc. Resulta palmario que esta forma de comunicación es más rápida, más segura y más cómoda. Pero ¿qué quieren que les diga? Que la carta es insustituible por eso a mí personalmente esta manera de comunicación no me fascina en demasía. Admito que suelo utilizarla asiduamente por comodidad y por ofrecerme garantías de que llega sin problema a su destino los envíos. Pero, a pesar de sus demoras, de sus controles, su cuestionable seriedad, yo tengo predilección por el correo tradicional. Razón por la cual lo sigo utilizando muy a menudo. Por muy anacrónico que pueda resultar el comunicarme con las personas en la distancia chapada a la antigua. Y es que el escribir cartas sobre el papel tiene implícito un delicioso romanticismo que sólo podrán apreciarlo quienes aún siguen practicando el “viejo arte” de escribir y enviar misivas por medio del correo tradicional. Porque nadie me negará que una carta escrita en papel, sobre todo a mano, es más personal y más íntima, que cuando se hace a través de una pantalla digital. Las cartas escritas en pantalla digital resultan impersonales, razón por la cual suelen ser más frías al carecer del necesario calor humano; como tampoco permiten "tocar el corazón" de quien la escribió de su puño y letra.
Es una lástima que en la actualidad apenas nos llegan cartas a nuestro buzón. Me estoy refiriendo a las cartas que nos escriben particularmente otras personas y son remitidas a la dirección de nuestro domicilio, no a esas que inundan los buzones domiciliarios y que son enviadas por los bancos, las cuales suelen estar infladas con las facturas de la luz, el teléfono, el gas, etc. De este tipo de correspondencia estamos hartos de recibir. El mismo hartazgo nos causa las andanadas de cartas de promociones publicitarias de todo tipo, y en tiempos de elecciones, el aluvión de cartas con propaganda electoral, las cuales la mayoría sin abrir son arrojadas directamente a la papelera. También en alguna malhadada ocasión nos llega la temida cita de la Agencia Tributaria que hace que te tiemblen las rodillas en cuanto ves el sobre amarillo del remitente fiscalizador; lo mismo que el de alguna multa que provoca temblores parecidos. Lamentablemente tal como arriba indico son éstas las únicas cartas que últimamente nos deja en nuestro buzón el cartero; o los empleados de cualquiera de las empresas de mensajería comercial. El hecho de haberse digitalizado la comunicación y que se hayan reducido los diálogos a la mínima expresión, ha contribuido a que la comunicación epistolar, siempre tan discursiva y amena, haya quedado en desnudo. Y es muy necesaria porque la escritura epistolar es un medio de expresión, no solo para comunicar lo que se desea, sino para volcar lo que llevamos dentro. Prueba evidente de esto último son los epistolarios editados a lo largo del tiempo y que han sido escritos por ilustres literatos. Un importante intercambio de misivas personales, escritas de forma magistral y donde quedan expuestas al lector sus vivencias, críticas, opiniones, etc. y cuya lectura no representa dificultad alguna y son muy enriquecedoras intelectualmente por su notoria calidad literaria. La verdad es que yo no concibo la idea de mantener vigente este tipo de escritura conocido como género epistolar a través del correo electrónico o la mensajería digital. Me resultaría algo antinatural. Hay que resignarse y aceptar el infortunio de que el género epistolar desapareció cuando la tecnología y la inmediatez se instalaron en nuestras vidas. Con lo cual, esa magia que se manifiesta en las cartas escritas se ha ido perdiendo progresivamente. Me temo que en un futuro lo que hoy se aprecia como algo residual terminará desapareciendo por completo. Y con ello perderemos el beneficio saludable que nos proporciona el escribir cartas porque hay estudios que afirman que escribirlas en plan de agradecimiento aumenta la sensación de bienestar. Y ya como broche final me parece oportuno citar a una frase lapidaria que guarda relación con este escrito. El enunciado pertenece al Conde de Lucanor y dice lo siguiente: “Enviar una carta es una excelente manera de trasladarse a otra parte sin mover nada, salvo el corazón”. Aconsejo que tomen ejemplo de las sabías y certeras palabras de este personaje que pertenece a una obra narrativa de la literatura castellana medieval, todo con el fin de que continúe vigente el antiguo y delicioso arte de escribir cartas.