martes, 14 de enero de 2020

PROPÓSITOS DE CADA AÑO



Según un estudio realizado por el Instituto Statistic Brain  de Investigación, parece ser que tan solo un 8 por ciento de encuestados logra cumplir sus promesas de cambiar con éxito los hábitos de vida al comenzar el año, y que la mayoría de los fracasos están relacionados con la falta de realismo y la hora de fijarse metas.  Por muy cuestionables que a priori me puedan resultar los datos estadísticos, esto no es óbice para considerar que es bajísimo  el porcentaje de personas que logran cumplir con éxitos los objetivos propuestos. Objetivos que no hay  duda resultan ser  los mismos que habitualmente nos proponemos lograr en cuanto llega el  principio de año, pero que al final una vez inmersos en la rutina progresivamente se van olvidado y todo acaba en agua de borrajas. Por tanto de nada  sirve el que confiados nos digamos por activa y por pasiva, siempre  para tratar de auto convencernos, que esta vez lo vamos  a lograr; máxime si  nos prometimos  seriamente  que este año pondríamos todo nuestro empeño y esfuerzo   por conseguir la mayoría de los objetivos que nos hemos propuesto. Por otra parte,  los propósitos de cambio son los de costumbre; ya saben: acudir al gimnasio dos o tres veces por semana, estar menos horas enganchados al teléfono móvil, adelgazar, estudiar idiomas y el objetivo estrella de cada año: dejar de fumar. Y así un largo etcétera.  A veces con toda la ilusión de mundo mundial se ponen en marcha los comienzos de un determinado proyecto, pero   se hace condición sine qua non que para mantenerle activo hay que ser constante y no flaquear en el empeño. Se requiere para ello mucha voluntad  y sobre todo contar con el  apoyo emocional de las personas que te rodean y no rendirse a las primeras de cambio. Estos son dos puntos que de deben tener muy en cuenta. De no resultar así, tarde o temprano se acabara siendo víctima de la pereza y sus consecuencias serán inevitablemente el abandono. También ocurre con bastante frecuencia que por falta de apoyo emocional y  por falta de fijarse metas,    no aparece  ni el menor indicio de iniciar  el cambio.  Tan  negativa circunstancia  hace el que se vaya  posponiendo una y otra vez, y   por ende lo normal es  que acaben en el fondo del olvido otro año  más  la lista de los propósitos  de turno. Los cuales  como de costumbre han estado revoloteando en nuestro cerebro y nos han ido reclamando con insistencia activarlos, pero lamentablemente los hemos ido dejando de lado por desidia. Y como viene siendo habitual,  otra vez la mayoría de personas, yo me incluyo, volveremos  a articular estos mismos deseos para el año siguiente, y así una y otra vez.  Es como la pescadilla que se muerde la cola, que año tras año vamos girando sobre nuestros propósitos de cambio pero que aparentemente ni tienen fin ni solución.





 
 
A mi juicio, los buenos propósitos no dejan  de ser únicamente deseo y sueños, de ahí lo difícil, rayano con lo utópico, que pueden resultar verlos hacerse realidad. Por esta razón cuando nos planteemos  lograr metas al respecto lo mejor es fijarse unos objetivos viables. Que seamos conscientes de que pueden verse realizados por que no representan extrema dificultad. Pero eso sí, aunque carezcan de máxima dificultad, siempre debemos tener en cuenta que  la perseverancia y la aptitud positiva  es fundamental, porque por  arte del birlibirloque nunca vamos a lograr absolutamente nada. Aunque también es de recibo el reconocer que en muchas ocasiones ni la persistencia ni la actitud son suficientes para alcanzar los ansiados propósitos. Esto es debido  a nuestro exceso de ambiciones y que con toda seguridad terminarán siendo inabarcables y a su vez quiméricas. Al final esta  infeliz circunstancia de no conseguir las metas deseadas, es muy probable que  cuando finalice el  año en el supuesto de que se haga balance personal   y comprobar que  el cumplimiento de los propósitos logrados sale en negativo, con toda probabilidad   nos invada un sentimiento de frustración  por habernos encontrado con el escollo de nuestras limitaciones en forma de indecisión y falta de voluntad. Por lo tanto, para no acabar siendo víctima de tan decepcionante sentimiento, lo idóneo es que a la hora de marcarnos objetivos personales, lo hagamos partiendo de la premisa de alcanzar metas moderadas y sencillas. Evitemos en lo posible hacernos grandes planes con el fin  de que no surjan contratiempos o problemas que nos impidan cumplirlos. Pero me temo que lo habitual es el  proponernos, o comprometernos que esto es más preocupante,  ha  conseguir objetivos personales a lo grande,  aún sabiendo que nuestras limitaciones son palmarias por carecer de perseverancia y de voluntad de sacrificio. Queramos o no, somos animales de costumbre, guiados por la misma rutina y pecamos de idénticos errores. De ahí que comencemos haciéndonos serios propósitos de iniciar una nueva y saludable vida,  la cual  imaginamos preñada de nuevos y sugerentes  proyectos y de óptimas expectativas y a su vez  de nuevas metas, pero también no exenta de sus ineluctables inconvenientes. Un factor determinante, yo diría que esencial en estos casos de lograr la metas planificadas, es la motivación intrínseca que siempre guarda relación con los deseos de desarrollo personal y autorrealización. De poder encontrar esa motivación, no tengo la menor duda de que nuestros propósitos de logro resistirán mejor el paso del tiempo. Pero eso sí,  una vez hallados los estímulos necesarios, como ya he comentado anteriormente, lo importante es  no rendirse a las primeras de cambio.  Está claro que las caídas y desganas forman parte de este proceso. Indispensable  también tenerlas  en cuenta. Pero resulta axiomático el que, si  una vez que has superado el angustioso comienzo y  sus respectivas caídas,  te sientes   aún con la suficiente fuerza y voluntad  para seguir con el proceso de alcanzar las metas  que te has propuesto,  en su momento conseguirlas será una realidad.  Y sino al tiempo.

prueba

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