viernes, 21 de abril de 2023

Operación Bikini


viernes, 7 de abril de 2023

AY, ESA VEJEZ...

La verdad es que la vejez ha sido siempre temida desde el comienzo de la historia. Para dar fe de ello, que mejor que este breve comentario el cual se trata del primer texto occidental que trata el asunto de la vejez. Lo dejó escrito el poeta egipcio Ptahhotep en el 2500 antes de Cristo. Dice lo siguiente: “¡Qué penoso es el fin de un anciano! Se debilita día a día; su vista disminuye, y sus oídos se vuelven sordos; sus fuerzas declinan; su corazón ya no conoce descanso; su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y le es imposible recordar hoy lo que fue ayer. Todos los huesos le duelen. Las ocupaciones a que se entregaba antes con placer solo se cumplen con dolor y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que pueda afligir a un hombre. La nariz se la tapa y no puede oler más”. Este párrafo que dice que “la vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre” psicológicamente es demoledor y a su vez tan deprimente. Por consiguiente, ahora que nadie trate de hacerme comulgar con piedras de molino, ni tampoco me agasajen con ilusorios cuentos de hadas, todos esos individuos que suelen venir en plan animoso contándonos la milonga de que la etapa en que alcanzamos la vejez resulta ser un período de la vida muy proclive a que podamos por fin vivir momentos interesantes y transcendentales por tratarse de una época vital reservada a la serenidad, la experiencia, el conocimiento, el equilibrio emocional… No se, por el romanticismo con que nos describen la vejez, aparenta indicarnos “que para vivir feliz en el país de Arcadia hay que ser viejo”, o algo así. Oye, pues no. Que no os lo compro, aunque me lo ofrezcáis en súper oferta romántica. Y es que por mucha calma y sabiduría que se supuestamente se logre, el cuerpo y el cerebro se resienten y van decayendo inevitablemente y al final todo son limitaciones físicas y cognitivas. Y es que el deterioro de salud que se sufre entrando en la etapa de la vejez tiene un impacto psicológico en las personas mayores.. En resumidas cuentas que hacerse viejo tal como indica el rotundo texto del comienzo, y también por la experiencia personal que a cada uno nos toca, es una putada .¡Y grande!. Por supuesto que también es un privilegio llegar a la vejez. ¿Pero sabéis a que precio ?. Nada sale gratis: el vivir años que en apariencia son una "supuesta propina" que nos ofrece la parca tiene su coste debido a que lamentablemente el organismo biológico y el estado cognitivo se van deteriorando de forma irremediable e irreversible, y por desgracia no hay vuelta atrás. Y esto supone que, para seguir dando un pasito más por la vida, es necesario echar mano de los fármacos. Luego también está el agravante de que tienes compradas todas las papeletas de esa lotería que organiza continuamente esa parca que tan generosa te obsequia con años de propina. Y es que la muy astuta siempre espera sigilosa y en cualquier momento saca a relucir tu número. Y para el hoyo que te vas. Por tanto, sólo queda asumir lo que toca y a llevarlo con resignación y si es con buen humor y mejor semblante, pues miel sobre hijuelas. Desde luego que el humor no debería faltar nunca, no sólo en la vejez, sino en las diferentes etapas de la vida, porque el humor es sinónimo de positivismo y eso a la larga genera alegría. Lo que sucede es que en infinidad de ocasiones el cuerpo, o la mente, no están receptivos para el humor. Cuando se es viejo las ocasiones son una tendencia habitual. Por esta razón las personas mayores acaban entrando en un bucle de negatividad por el simple hecho de ver como se van mermando la capacidad física y mental. Y esta circunstancia les hace más frágil, más vulnerables a las vicisitudes de la vida. No es de extrañar que por este motivo mentalmente terminen por desvalorizarse, creyendo que ya no son útiles para la sociedad con el agravante de creerse también un estorbo para los demás, incluso para su propia familia. Llegando a este punto lo normal es que la autoestima de los viejos baje de forma alarmante y cuando no preocupante. Obviamente este hecho afectará en todos los aspectos de su vida, retroalimentado la sensación de poco valía.




Por otra parte, a mí es que me da la a risa tía Felisa, o puede que me repatee hasta las vísceras , depende el día que tenga, leyendo o escuchando todo esto de las inversiones millonarias en el intento de alargar la vida, de distanciarnos cada vez más de la muerte. Que desatinada obsesión por esas tendentes investigaciones en alargar la vida, o frenar las lógicas e inexorables consecuencias del envejecimiento. Huir de lo inevitable como es el envejecer, además de una locura resulta una palmaria estulticia. Por nuestra condición de ser mortales el hecho de la muerte es irremisible, el ciclo de la vida incluye su deterioro, que es precisamente una consecuencia de estar vivos. Desde luego que resulta importantísimo investigar en la curación de enfermedades, como el avanzar en la prevención de las mismas, pero ir en contra de la naturaleza humana, de la esencia misma de la vida, además de ser un capricho tonto o empeño inútil es una flagrante aberración. Recomendaría a todos esos superdotados investigadores que pululan por Silicon Walley y demás laboratorios de alto pedigrí científico que sean más realistas, consecuentes, empáticos y que gasten su tiempo en investigar acerca de cómo poder ofrecer a toda la humanidad una mejor calidad de vida, y que se dejen de sueños extraños o utópicos como es lograr una especie de inmortalidad.