lunes, 2 de octubre de 2023

REFLEXIONES DISPERSAS (OCTUBRE)

Emergencia climática.

 

Me gustaría ser un optimista y opinar lo mismo que esos incrédulos del cambio climático, aunque por desgracia tendría que equipararme a todos esos individuos que hacen que exista actualmente una gran polarización derivada de la extrema derecha negacionista interesada en desprestigiar a la Ciencia. Pero aún con este contratiempo, tendría la oportunidad de refrendar que se trata de una gran mentira  porque a lo largo de la vida del planeta ha habido grandes extinciones y éste siguió adelante, y que por tanto si llega el momento no iba a ser menos. Pero me temo que en esta ocasión no va a ser como viene ocurriendo ancestralmente por el hecho de que siglos atrás no se daba la circunstancia igual que se está dando ahora, y que no es otra que el de correr un riesgo real de que desaparezca toda la especie humana a causa de su autodestrucción. Y todo por culpa de ese comportamiento irrespetuoso y agresivo que mostramos hacia el medio ambiente debido a esa forma tan perniciosa con la que hemos ido evolucionando a lo largo de los siglos, en especial los dos últimos. Lamentablemente quien nos ha llevado hasta el peliagudo problema del cambio climático ha sido nuestro modo de vida. Y lo peligroso es que no queremos renunciar a él y su proceso catastrófico se está acelerando. Por esta razón el planeta nos está enviando sucesivos avisos a través de insufribles olas de calor, terremotos devastadores, lluvias torrenciales, sequías prolongadas… A mi juicio es la forma de protestar, de quejarse, de vengarse, por nuestros excesos y nuestras reiteradas agresiones contra él. Algo así como el Karma: lo que das, recibes. Pero nosotros erre que erre: seguimos en lo mismo porque aquí ni dios renuncia a sus privilegios de vida acomodada y de dar rienda suelta a todos sus inconscientes desproporciones. Habrá que tener en cuenta que no es la Tierra la que está en peligro, sino nosotros mismos, a ver si de esta manera cambiamos nuestros hábitos y forma de consumo y así es probable que todo  vaya mejor. Pintan bastos, tanto para el planeta como para la supervivencia del Homo sapiens en un futuro, si continuamos plegados a las órdenes de este capitalismo salvaje que nos somete a un consumo inconsciente y desproporcionado. Cada vez nos va quedando menos tiempo. Y como no hay que creer en soluciones mágicas porque desgraciadamente no las hay, sino en nuestra empatía y nuestro compromiso con el medio ambiente, cuanto antes urge concienciarse con esta emergencia climática y actuar de manera diferente pero hoy mismo; como por ejemplo cambiar nuestra forma de consumir y nuestra relación con la naturaleza. Estoy plenamente convencido de que podríamos seguir viviendo bien pero con menos. A día de hoy todos los excesos que cometemos tienen un coste ambiental que tarde o temprano lo pagaremos terriblemente caro. Y sino al tiempo.



Autoestima.

 

Estoy convencido de que Instagrán, y las redes sociales en general tienen mucha culpa de los complejos que tanto nos amargan la vida. Los cánones de belleza que se muestran en las redes sociales, mayormente con filtro, son perniciosos y muy tóxicos porque por que cuando hacemos comparaciones lo normal es que  acabamos insatisfechos y mentalmente esta circunstancia  nos hace muchísimo daño. A menudo tratamos de ajustarnos a los cánones de belleza y caemos en el error de las dietas.  Se asocia la delgadez con el éxito y la gordura más bien con el fracaso. Estos cánones estéticos exhibidos en las redes sociales provocan que tengamos una autoestima muy baja, que detestemos nuestro físico y esto obviamente afecta la motivación de vivir y también las relaciones sociales. Lo ideal sería  pasar olímpicamente de los irreales y  adulterados cánones de belleza de Instagrán  y aceptarse uno mismo tal como es. No tiene porqué gustarte todo de ti simplemente aceptarte. Ser lo más amable contigo mismo como lo harías con otra persona. Pero este hecho no tiene porque impedirnos el que intentemos mejorar, no con la idea de llegar a ese ideal de perfección que  nos marcamos, o nos impone la industria de la estética,  sino no a querernos cada día un poco más con todas nuestras imperfecciones, será una forma idónea de realzar nuestra autoestima a fin de vivir una vida en plenitud.

 

Vienen para quedarse.

 

Solemos decir que el tiempo lo cura todo y no es cierto, simplemente lo mitiga. Por esta razón nunca desaparecerá cualquier vacío o herida existencial que nos perturbe interiormente. En el caso del fallecimiento de un ser querido esa pena permanecerá muy dentro de nosotros eternamente. nuestra vida futura dependerá mucho si somos capaces de domesticar esa pena, de habituarla y de incorporarla  a nuestro propio día a día. Resulta triste, y cuando no doloroso, el tener que adaptarse a las sucesivas e ineluctables  ausencias y sus consubstanciales vacíos. Pero lo más terrible de todo ello es que tanto el dolor como la ausencia no están de paso, sino que han llegado  para quedarse a perpetuidad en nuestras vidas.