martes, 17 de mayo de 2022

REFLEXIONES DISPERSAS (II)

DESCONCIERTO.

 

Me desconcierta tanto como me decepciona esta sociedad tan banal, consumista, ruidosa, siempre tan acelerada que hace que vivamos constantemente con prisa. También porque me resulta  estúpida en general y muy influida por las modas, las apariencias y el qué dirán. Una sociedad como digo ruidosa, donde siempre está cacareando aquel que nada interesante tiene que expresar; en cambio el sabio se calla. Resulta triste el que vivamos en un tiempo donde la gente suelta de ipso facto y sin filtro alguno lo que se le ocurre. Sin importar para nada el  caiga quien caiga y duela a quien le duela. De ello dan fe las redes sociales. La falta de respeto y de educación en las redes sociales es pavorosa. Son como una letrina donde corren por sus desagües infinidad  de excrementos verbales.  Por tanto, más que redes sociales yo las   catalogaría  como “redes fecales”.  Y por cierto a todos esos  ensordecedores charlatanes que tienen mucha labia, pero que resulta intranscendente, y cuando no cretina,   les rogaría que hicieran el mayor caso  posible  a ese proverbio árabe que dice: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, cállate.”. De ser así,    la sociedad en general se lo agradecería por que tendría mayor disposición a   deleitarse con la belleza  del silencio.

 




CAOS.

 

Pandemias, guerra,  genocidios, crisis emigratorias, inflación por las  nubes, brecha de la desigualdad cada vez más amplia, pobreza extrema,  hambrunas, cambio climático que literalmente nos tiene acojonados, violencia a manos llenas, vandalismo incontrolado, espías por doquier hackeando móviles….Un verdadero espectáculo de horrores  engendrados por una distopía emergente y cuyo desenlace final aparenta ser apocalíptico. Luego dan rienda suelta a su verborrea  los  iluminados, o los optimistas de turno, para aconsejarnos que  hay que  ver la vida desde una perspectiva  alegre, ser siempre positivos, ¡Y una mierda! (Perdón por la expresión escatología) La única forma de ser un optimista feliz hoy en día, tal como está el panorama social o geopolítico, es  seguir a rajatabla el consejo de: “ojos que no ven, corazón de piedra”.  Y que salga el sol por Antequera. De no ser así, te ves obligado a ser un  pesimista  irreversible que se cisca  en todo lo que se menea al contemplar con rabia o impotencia    este aterrador espectáculo a nivel global que tenemos ante nuestros ojos y  que parece   un autentico   campo de minas. Pero…¿en que leches nos hemos convertido o que asqueroso mundo hemos creado?. Sencillamente nos hemos convertido en unos   sujetos  peligrosamente desquiciados   que hemos venido a este mundo con el propósito  de destruirlo  y dejarlo como un solar.  Y en ello estamos. No se si como condena, o como penitencia,  ¡vete tú a saber!, el caso es que  la especie humana  lleva  en  sus genes  esa condición destructora y perversa profundamente arraigadas.





 

VIVIENDO DEPRISA.

 

Tempus fugit es una locución latina que se refiere a la velocidad en que transcurre el tiempo. Literalmente se podía definir que el tiempo escapa, o vuela. Muy acorde con esta época en que vivimos de continuo en el cortoplacismo, la inmediatez, razón por lo que todo transcurre a velocidad de crucero. Y con la misma velocidad del tiempo, la vida transcurre dentro de un mundo donde cada día hay más pobreza, más despotismo, más parásitos del estado, más canallas ejerciendo todo tipo de violencia, tanto mental como física, contra sus semejantes. Y más muertos por la maldita plaga, o por la guerra de invasión llevada a cabo en Ucrania por ese egolatra genocida hijo de la "Gran Putin". Sin olvidarnos de los muertos en Palestina, por culpa de la ocupación del ejercito sionista de Israel. Y más desilusionados y desesperanzados porque nos dijeron que de la pandemia saldríamos mejores y es pura falacia porque somos igual de egoístas y faltos de empatía como antes de la crisis sanitaria, o más si cabe. Además de que todavía quedan muchas heridas sin cicatrizar de esta pandemia. Aún así y a pesar de todo aquí seguimos: reafirmándonos en que vivir es una experiencia única e irrepetible. ¿Felices?. A ratos lo somos; otros en cambio con la tristeza muy presente. Todo depende de las circunstancias, si nos son propicias, o todo lo contrario para que la balanza se incline de uno u otro lado. Normal que así sea porque las penas y las alegrías caracterizan el rasgo existencial de los humanos. Lo que está claro es que la asfixia política, el aplastamiento económico, la crueldad de los poderosos, la estupidez de la vida oficial no debe hundirnos en los profundos abismos de la depresión. Siempre hemos de tratar de encontrar la necesaria dosis de ilusión y esperanza con el fin de prepararnos cada uno de nosotros para agarrarnos con firmeza a nuestra propia vida, con sus sueños incluidos, y no permitir que ninguna ideología, ninguna intolerancia, racismo o estupidez oficial pueda arrebatarla. Nunca rendirse porque la única lucha que se pierde es aquella que se abandona. Recordar también que nacemos desnudos y a bien seguro que así nos iremos de este mundo. Siempre he creído que la única fortuna que en realidad poseemos es el tiempo que nos queda. Por otra parte, la riqueza material es siempre relativa y nunca dejará de haber alguien más pobre que el menos rico. Pero también hay pobres que son felices, porque la riqueza o la pobreza no radican en valores materiales únicamente. Hay valores intrínsecos despojados de todo materialismo que pueden hacerte plenamente feliz. Solo es cuestión de descubrirlos y disfrutarlos en su plenitud. Y por supuesto que también hay pobres que odian a los ricos porque los culpan a ellos de que son quienes les roban la alegría. Supongo que sus razones tendrán para culpabilizarlos, pero aún así, esta actitud de odio según mi criterio no deja de ser resentimiento. Ojala que en cada nuevo amanecer todos estuviéramos cada vez más alejados del odio, del resentimiento, de la envidia, de la crueldad... Y más firmes en nuestras convicciones que es una forma de ser, y sentirse, más libres y más próximos a lo que se conoce como felicidad.


martes, 3 de mayo de 2022

CAÍDOS EN DESGRACIA

 A raíz de  la condena de dos años y medio de cárcel impuesta al   ex tenista alemán Boris Becker, ganador de seis Gran Sland,  por haber ocultado tres millones de euros al Fisco británico, me ha dado por   pensar acerca del  comportamiento de todos esos ídolos de masas: famosos  deportistas que una vez finalizadas sus carreras profesionales, a cuenta de llevar una vida bastante caótica  han acabado en el sumidero  del desdoro y la ignominia.  La verdad es que uno no puede evitar sentir cierta  lástima por este tipo de personas   que han sido ídolos de masas y acaban de esta forma tan deplorable.  Boris Becker durante toda su vida ha tomado no muy buenas decisiones, tanto profesionales como sentimentales, por tanto  de aquellos polvos han venido estos lodos. Ahora recluido,  a ver si aprende la lección y encarrila  su vida.  Aunque dudo mucho si podrá rehabilitarse o no dentro de esa prisión inglesa donde ya ha comenzado a purgar su condena penal. Por cierto, Wandsworth la prisión donde se encuentra  encerrado, es una de las cárceles más duras violentas y temidas de Inglaterra. El sobrevivir a diario dentro de la hostilidad y violencia  de estos muros, seguro que le supondrá un ejercicio diario  de resistencia al límite. Otra persona  que también  ha salido a la palestra en los medios de comunicación hace poco,  también por haber caído en desgracia tras su retirada como deportista profesional,  es el  ex boxeador Poli Díaz Arévalo,   popularmente conocido como “El potro de Vallecas”.   Un púgil que ganó una auténtica fortuna enfrentándose a los mejores boxeadores del mundo, pero que no pudo evitar caer en el pozo de los excesos. Tras su retirada,     ha sido un verdadero   infierno su existencia y una recaída constante de problemas con la justicia.  Acaba  de salir hace pocos días  una sentencia  que  le condena  a estar preso en el talego durante  dos años    por  maltrato habitual a su pareja y lesiones en el ámbito familiar.   Me parece increíble que  este par individuos de los que estoy hablando, uno fraudulento y el otro maltratador,    tuvieran en su momento de gloria una legión de fans que  los admiraban, cuando sus vidas  han acabado yéndose   por el sumidero del infierno. ¿Qué ejemplo pueden dar a futuras generaciones de deportistas  con el  final tan  triste y  penoso  que muestran sus carreras profesionales?



Por desgracia  muchos de nosotros hemos sido testigos de multitud de personajes famosos que han terminado sus vidas en condiciones parecidas a la de estos dos sujetos, muchas veces  por no haber podido, o no haber  sabido,  batallar contra sus mentes. Si  la fama, el dinero y  la presión mediática  son  muy complicados o difíciles de digerir para una persona, por mucho estatus o reconocimiento que albergue su nombre y su apellido, el que te  sientas un “don nadie” tras una vida jalonada por el éxito y la abundancia  más que  difícil puede resultar traumática.  La vida de un deportista gira en torno a su actividad que de repente desaparece y entonces cuestiona el sentido de su vida, y se refuerza el sentimiento de que ya no tiene nada que aportar a la sociedad. Según tengo entendido,  el sentimiento que más relatan los deportistas retirados es el vacío. Cuando se da esta circunstancia de vacío interior, la mente juega un papel determinante. Si se ve  capaz  de poder  hacer frente a ese  vacío  ,  o por el contrario se manifiesta débil y  por ello verte superado por la adversidad. Una circunstancia negativa que  hará que  que acabes en una espiral de autodestrucción física y descenso a los infiernos.    Por otra parte, existen también  muchos casos de famosos  que pasan de ser ricos a estar involucrados en conflictos judiciales y otro tipo de enredos que les llevan a perder todo su dinero. El saber administrar  con acierto esas fortunas  cuando se  ha estado nadando en la abundancia,  es la mejor forma de inmunizarse contra la bancarrota. Pero está claro que el despilfarro  incontrolable  del dinero acumulado, es la  forma  perfecta para acabar arruinado. Por tanto no es de extrañar que aparezcan a menudo en los medios de comunicación noticias sobre ex deportistas de vida caótica y dilapidadora que acaban teniendo graves problemas con el Fisco.

Hay otros casos más penosos con relación a deportistas famosos  ya retirados y  que ha acabado en auténtico drama  su vida porque han sido incapaces de digerir el final de sus carreras.  Varios de ellos  se han suicidado;  otros en cambio viviendo en la más absoluta indigencia. Seguro que a la memoria nos vendrá ahora el nombre  de alguna de estas desdichadas personas, entre ellas varios deportistas españoles  de alta competición que tocaron con sus dedos la gloria del  triunfo  y  que por un mal golpe de la vida    todo se les fue al traste.  Cuando  ocurre tan terrible un drama, como el suicidio, me pregunto  ¿dónde están las instituciones públicas o políticas que animan o apoyan a los deportistas, y que se aprovechan de sus triunfos haciéndoles como propios para sus intereses?.  O  ¿dónde están todos aquellos que aplauden y jalean al ídolo una vez que ya no se escuchan himnos, las luces se apagan y termina la fiesta del patriotismo?  Nadie responde. Nadie aparece. La única constancia que queda es la crueldad con la que esta sociedad trata a sus ídolos cuando abandonan el podio y dejan de ser rutilantes estrellas a los que los aficionados pedían autógrafos y hacerse un  "selfie".  Una vez que esta sociedad los relega a la indiferencia y al olvido, seguimos necesitamos nuevos ídolos, y los buscamos donde  haga falta sin importarnos lo más mínimo su futuro cuando terminen su carrera profesional y sientan la angustiosa  problemática del vacío o la pérdida de su identidad tal como los psicólogos indican.