Acaba de estrenarse el
documental, “Leaving Neverland”
dirigido por el británico Dan Reed que a
reavivado la polémica en torno al astro del pop mundial, Michael Jackson, al contar con testimonios de supuestas
víctimas de abuso sexual durante su
infancia y también el papel que desempeñaron los padres y el público en este
escabroso asunto. Confieso que no he tenido la oportunidad de
verlo aún, por tanto,
no me veo con la capacidad suficiente para dar una opinión de peso sobre este documental, del que estoy seguro pondrá el dedo en la llaga con relación a
la conducta pedófila de este auténtico icono de la música, fallecido hace 10 años a cuenta de su adicción a los fármacos con los que trataba sus continuos dolores, muchos de ellos producidos por los tratamientos y operaciones que llevó a cabo para cambiar su fisonomía de hombre negro por la de un blanco. Las sospechas de su supuesta pedofilia ya vienen de lejos. Por esta razón estuvo
en
el ojo de mira del FBI. Durante años lo
investigó, pero quedó absuelto por no
encontrar pruebas concluyentes que lo incriminaran. Además a la hora de
pasar por los tribunales, siempre había
testigos que se retractaban, acusaciones que eran retiradas o padres de niños que se contradecían
y todo ello envuelto en ingentes cantidades de dinero porque algunos de esos padres, miserablemente se
vendieron y retiraron las acusaciones. Esta circunstancia proporcionó el que fuera eximido de toda culpa por tanto
siguiera campeando a sus anchas. ¿ Os
parece digno el que abusen sexualmente de tu hijo y dejes en libertad al
monstruo, que con toda probabilidad puede reincidir, a cambio de venderte por el mezquino dinero? Para mí este hecho resulta una auténtica ignominia. Pero
ya se sabe: “Poderoso
caballero es Don Dinero”, tal como
escribiera el lustre vate Francisco de Quevedo y Villegas, que en estas repulsivas circunstancias siempre viene bien para exonerar culpas o llevar mejor los cargos de conciencia.
Por otra parte, pienso que gran parte de culpa, o responsabilidad, la tienen los
propios padres de las víctimas por descuidar a sus hijos conociendo de ante
mano las sospechas de pedofilia que recaían sobre este depredador sexual que de continuo posaba con niños sentados sobre sus rodillas; o dormía con ellos según cuentan. El hecho en sí de encamarse con ellos me parece una auténtica aberración.
Que conste que lo que personalmente trato de
exponer en el párrafo acerca de este presunto pedófilo, porque
siempre habrá que concederle el
beneplácito de la duda por la interesada manipulación que acostumbran a hacer sobre tan vomitivo asunto los médicos de comunicación, no es juzgarlo por su talento musical, el cual palmariamente nos lo demostró con creces a lo
largo de toda su espectacular carrera musical, sino por su comportamiento aberrante y degenerado; siempre que sean ciertas las acusaciones de
pedofilia que sobre él recaen, claro está. En el
caso de que resultaran veraces tales inculpaciones, para mí este famoso individuo resultaría
un ser de lo más despreciable, por muy icono musical a nivel mundial que fuera,
o que lo siga siendo. Porque resulta palmario
que aunque haya muerto, en lo tocante a generar pingües beneficios para
la industria musical, sigue siendo una auténtica máquina de hacer dinero de la misma forma que cuando aún estaba vivo. Otra
cosa que me indigna hasta la extenuación, y me repatea el hígado, es ver como los adocenados fans
defienden a ultranza y tratan de proteger a todos estos individuos podridos de fama y dinero que pululan por el mundo de la música, el
cine, o el deporte, y que cometen
cualquier tipo de acto delictivo o
depravante. Jamás los han de ver como culpables, a pesar de que su delito resulte un axioma; es más, habrá quienes lamentablemente, al estar poseídos por un enajenamiento extremo
hacia su ídolo, justifiquen su fechoría. De algún modo todos ellos son en parte cómplices de sus desafueros
por haberles construido como fans una
impunidad que tiene que ver más con lo divino que lo terrenal. Este hecho por momentos me hace concebir la idea de que, a cuenta su
alienante fanatismo, me parece que les
hayan concedido una especie de “patente de corso” a fin de que procedan
impunemente sus idolatrados y famosos
monstruos. Y desde luego que no todo
vale, aunque sea un astro musical, escritor de Premio Nobel, megacrack del
futbol, o la susuncorda bendita. Quien sea
culpable de cualquier delito vejatorio cometido contra un ser humano, en especial los niños, por su
vulnerabilidad y por las secuelas que les pudieran acarrear en un futuro, por muy famoso que sea y tenga un palmarés artístico o intelectual de notoria relevancia
a nivel internacional este sujeto, que todo el peso
de la ley le caiga encima como se merece
en estos casos. Y que no pueda ni salvarle del merecido castigo toda esa legión de exaltados fans,
por mucho ruido público y mediático que levanten con el único propósito de que sea su legado artístico o
musical el que prevalezca, no su reprochable comportamiento privado. Yo por ahí no paso. Conmigo que no cuenten. Si no han sabido estar a la altura de su popularidad, que apechuguen con las
consecuencias. La genialidad nunca debe estar reñida con la perversidad. Por lo tanto que cada uno aguante su cirio. Pero
es evidente que antes de condenar públicamente
al infractor, se deberá
demostrar la culpabilidad. Por esta razón
siempre se le debe conceder el beneficio de la duda, más en este caso
por que a la persona señalada de
actos aberrantes cometidos contra niños,
ha fallecido y por tanto no puede defenderse. Y no se yo hasta que punto
es lícito, o ético, sentenciar
públicamente a esta persona, ya convertida en mito, que no puede defenderse de tales
acusaciones. Pero como dice el refrán
castellano con esa sabiduría popular y el atino que tanto le caracteriza, “cuando el río suena, agua lleva”. Dicho queda.