lunes, 3 de octubre de 2016

SUPERPOBLACION

Los problemas vinculados al crecimiento demográfico no hay duda que van a constituir uno de los importantes retos al que va a tener que enfrentarse la humanidad en los próximos años. Por este motivo se debiera exigir atención profesional en las universidades y también exigir a los políticos un serio compromiso con esta problemática social. Pero me temo que no cuenta entre  sus planes  comprometerse para hallar futuras soluciones a no ser que les afecte a ellos personalmente. Como en este momento no es éste el caso, su implicación viene siendo más bien discretita, a pesar de que   resulte un gravísimo problema el que actualmente  el planeta se encuentre superpoblado. Creo recordar que a finales de octubre del 2011, según la ONU,  nació el bebé que hacia el 7000 millones de habitantes en el planeta. Nacimiento que tan solo resultó ser un símbolo porque fue imposible saber con exactitud cual fue el bebé que alcanzó esa cifra; aunque  eso sí, acabó generando una acalorada porfía entre varios países cuando en su momento intentaron ganar la carrera por adueñarse del record demográfico. Un record que en mi opinión carece de la más mínima importancia por que lo que en verdad debe preocuparnos de manera alarmante es la cifra de personas que en la actualidad habitamos este atribulado planeta y que según los últimos datos hablan de siente mil seiscientos millones. Por consiguiente, ha aumentado en 600 millones  desde que nació en octubre de 2011 el bebé que hacia el supuesto 7000 millones. No cabe duda de que se trata de una cifra  astronómica que nos  hace estar en continua alerta por los riesgos que esto conlleva; de momento hace que  disminuya  nuestra calidad de vida. Estoy seguro que   el medio ambiente va a ser el que sufra en un futuro cercano con mayor notoriedad las  drásticas consecuencias que origina la superpoblación mundial; como también irán en aumento la pobreza y los conflictos humanos.


 
 
Según los expertos a lo largo del siglo pasado la población se cuadruplicó y sigue aumentando unos 80 millos cada año. Obviamente este hecho puede hacer que vuelva a duplicarse en pocas décadas. Sólo en dieciséis añas atrás celebrábamos el nacimiento del bebé 6000 millones. Una vez   transcurridos esos mismos años hemos añadido a la cuenta demográfica un millón seiscientos mil habitantes. Es evidente que son datos que certifican la existencia de un exceso población mundial y esto  hace que la sostenibilidad del planeta cada vez más se esté debilitando por el hecho de que progresivamente las materias primas que produce la tierra, de la cuales necesariamente nos abastecemos, se van agotando. Esto ocurre simplemente por pura lógica ya que el crecimiento demográfico surge a mayor ritmo que lo producido por la tierra. Desde luego que esta circunstancia augura nefastos presagios sino se realizan gestiones adecuadas para que los recursos naturales no se agoten. Creo que nadie dudará en estos momentos que el crecimiento demográfico representa un serio problema en el futuro, pero es de suponer que alguna solución para esta problemática  pudiera hallarse si deciden plantear si mucha demora un control y planificación de la natalidad a nivel mundial. Sobre todo en los países subdesarrollados que por falta de información, o por carecer de los suficientes medios  anticonceptivos,  su nivel de natalidad se dispara. Pero tampoco es cuestión de tomar medidas muy drásticas, rayano a la esterilización, con el fin de frenar la natalidad en estos países. Estoy convencido de que el reparto equitativo de las riquezas naturales y energéticas que produce la tierra sería una medida más correcta, y sobre todo más humana, que el control de la natalidad. Pero lamentablemente que  esto  pueda hacerse realidad hoy día    resulta una utopía.  Por consiguiente continuará la flagrante injusticia de que los países industrializados consuman el ochenta por ciento de los recursos naturales y los demás países   denominados tercermundistas tengan que conformarse con el resto. Es obvio que este hecho les condena a sobrevivir en situación de extrema pobreza y todos sabemos que tales circunstancias son  propiciatorias para  que se acrecienten los conflictos humanos.  Gravísimo problema éste que se nos presenta cara al futuro  de cómo hacer frente, entre otras cuestiones básicas, a la distribución del agua potable, la producción de alimentos para todos y como gestionar las toneladas de residuos que generamos a diario. Resulta palmario que hasta que esta problemática social no nos golpee personalmente con toda sus descarnada virulencia,  no vamos a comenzar a preocuparnos seriamente  de sus devastadores efectos.

Circulan por Internet cantidad de panfletos apocalípticos informando que si continuamos con las proporciones de natalidad como hasta ahora, la humidad tarde o temprano se va a ir al garete; vamos que somos una especie en peligro de extinción como los dinosaurios. Sobre este asunto, la voz de alarma la alzó el filósofo y sacerdote ingles, Thomas Malthus, alrededor del año 1800, cuando profetizó hambrunas y desastres porque la población crecía a ritmo más rápido que lo hacía la producción de alimentos. Sin duda alguna una terrorífica visión sobre cómo la explosión demográfica arrastra a la humanidad hacia el abismo del hambre. Más de dos siglos han pasado de esta profecía y cierto es que  hoy día en una gran parte del planeta la hambruna está haciendo estragos mortales, pero las grandes catástrofes que pudieran poner a la especie humana al borde de su extinción debido a la problemática de la que hablo, están por ver. Desde luego que la aplicación de la tecnología a la producción de los alimentos está dando óptimos resultados porque aparentemente va a mayor ritmo que el crecimiento demográfico. Es evidente que nos está sirviendo de gran ayuda la utilización de la tecnología para la producción de alimentos, pero me temo que esto no va a ser suficiente si como ya he comentado no se gestionan adecuadamente los recursos naturales para que éstos no acaben por agentándose. Porque yo ahora me hago la siguiente pregunta: ¿En caso de agotarlos, donde encontraremos otros recursos energéticos que posibiliten el funcionamiento de la tecnología aplicada a la producción alimenticia? ¿No les parece que viene a ser algo así  como "la pescadilla que se come la cola"?. A ver si al final las apocalípticas predicciones de ese visionario filósofo inglés terminan cumpliéndose. Por el bien de la humanidad esperemos que no.