Que todo el mundo sin excepción aspira a ser feliz como uno de sus objetivos prioritarios resulta incuestionable. Pero las preocupaciones, la tristeza, la soledad, el miedo, la enfermedad, etc; así como la situación social y económica que en estos críticos momentos estamos viviendo de forma global, en nada ayudan a lograr ese objetivo. Yo aseguraría que más bien promueve la infelicidad. Hecho este breve preámbulo, ahora yo me pregunto, ¿pero realmente qué es la felicidad? Así de simple es la pregunta, pero a mi criterio su respuesta resultar bastante mucha más compleja y difícil. Según mi propia opinión, la felicidad podría ser algo así como un estado de ánimo optimista, alegre, placentero…que se produce en la persona cuando ésta cree haber conseguido de manera satisfactoria los objetivos deseados. Es evidente que tan sólo es una apreciación personal que a modo de síntesis defino el concepto de felicidad. Verdaderamente definirla es tarea ardua porque resulta una de las explicaciones más complicadas y difíciles; lo mismo que tratar de sintetizar su concepto en sí porque es muy amplio y profundo en significados. Está claro que la felicidad incluye esencialmente la alegría, pero quizá de manera contradictoria no excluye al dolor. Tratar de analizar con mayor enjundia este tema sobre que el dolor forma parte también de la felicidad sería un complejo asunto que supongo nos haría adentrarnos en disquisiciones relacionadas con la Psicología. Como me considero profano en este complicado tema, será mejor dejarlo para los entendidos en las enseñanzas Freudianas. Por consiguiente, para no cometer alguna osada incoherencia, obviaré cualquier comentario al respecto.
Lo que si conviene tener muy claro es el que la felicidad absoluta, no existe. Empeñarse en conseguir que de manera incondicional esté permanente con nosotros, sería una obcecación inútil. Conformémonos por tanto con su presencia transitoria y así de esta manera tratar de vivir grandes o pequeños momentos satisfactorios día a día. Por regla general la felicidad tiende a aparecer y desaparecer de forma constante en nuestro modo y manera de vivir. Las circunstancia de la vida, tanto las negativas como las positivas, son quienes forman el rasgo existencial del ser humano y esto hace improbable que sea continua su permanencia por palmarias razones. Lo que realmente existe es una controversia muy generalizada sobre el modo de cómo se ha de buscar la felicidad, si es a través de acumular posesiones materiales; como por ejemplo disponer de una enorme fortuna de dinero, o por el contrario guiar esa busca hacia esa riqueza que posee en su interior de cada persona. Una cuestión que siempre acarrea discusiones entre partidarios de una y otra tendencia. Estoy seguro que todos conoceréis sobradamente ese refrán popular que dice “no es más feliz el que más tiene sino el que meno necesita”. Por muy certera que resulte esta máxima lapidaria, son muchas las personas que para nada están de acuerdo con esta cuestión porque no les acaba de convencer la aserción de tan atinada sentencia. Es evidente que el dinero es un vínculo para aspirar a ser felices. Negarlo sería mentir porque hay duda que nos ayuda- y mucho- a vivir con mayor continuidad esos momentos felices. Pero a mi juicio, a la postre resultaría craso error si basáramos únicamente la busca de la felicidad a través del dinero. Desde el punto de vista de la Psicología, la riqueza interior de las personas, y los valores esenciales que manifiesta esta consubstancial riqueza, contribuirán a prolongar la permanencia de la felicidad. Como ya he comentado resulta muy rebatible el tema por el simple hecho de que cada sujeto tiene su propia visión al respecto y estará convencido que su propia elección a de ser la más acertada y por consiguiente será su mejor manera de lograrla. Es un axioma que la combinación de ambas riquezas es garantía de conseguir el mayor la permanencia de la felicidad el mayor tiempo posible. Pero por desgracia siempre surgen impedimentos de todo tipo durante el transcurso de nuestra vida que acaban impidiendo ser dueños de una u otra fortuna. Y así nos vamos conformando con pequeñas dosis de felicidad que vamos apurando lentamente.
Después de todo, y bajo mi modesta opinión, para ser feliz sólo es necesario estar siempre receptivo a cuanto nos ofrece de manera positiva la vida. Recibir sus dádivas con optimismo y alegría y tratar de disfrutarlas en un constante Carpe Diem. Lo que sí debiéramos evitar a toda costa, es tener una visión catastrófica del futuro que acabe anulando tus ganas de seguir buscando cualquier forma de felicidad y haga que te resignes. No hay que darle excesiva importancia a todos esos serios problemas que acostumbra también a proporcionarnos la existencia. Sin obsesionarnos, ni angustiarnos, sólo intentar darles la importancia que justamente se merecen. Y claro está, tratar de buscar las soluciones que mejor estén al alcance de nuestras posibilidades. Desde luego que se puede calificar de auténtica perogrullada esto de que a más importancia le demos a los problemas, menos tiempo de felicidad nos tocará vivir durante nuestra efímera existencia. Estoy seguro de que cada persona sabrá encontrar los supuestos caminos que le lleven hasta esa meta donde podrá conseguir ser feliz. Muchos son los libros que se han publicado para ayudarnos a lograr ese objetivo. Confieso que nunca he leído libro alguno con esta temática, por tanto desconozco su eficacia, así que no se hasta cuánto sirven de autoayuda la lectura de los mismos. De lo que sí estoy plenamente convencido, es que ser feliz es otra forma más de resistir.