Resulta un axioma que el ser humano anhela conseguir disfrutar el mayor tiempo posible de momentos de felicidad. Para este fin, existen unos factores muy importantes que posibilitan lograr tan ansiado objetivo. Uno de ellos se trata del dinero. Hay quienes están convencidos de que disponer de una gran fortuna de bienes materiales es el camino más fácil para llegar a la felicidad. Lo desconozco porque no me he visto en esa tesitura. Aunque echando mano del refrán ya dice que “el dinero no da la felicidad, pero ayuda”. Resulta obvia esa ayuda porque sobrevivir en precarias condiciones económicas ahuyenta a la felicidad. Aún así, yo personalmente no considero que el dinero, por mucho que te posibilite disfrutar plenamente de los placeres de la vida, sea lo prioritario para sentirse feliz. Como tampoco considero que el Amor en su pleno estado de reciprocidad pudiera serlo, por mucho que esta situación amatoria resulte el no va más con relación a la felicidad. Es obvio que tanto el amor propio, como el amor en pareja, nos anima a cuidarnos, lo mismo física como emocionalmente, y nos ayuda a protegernos de influencias externas que podrían mermar nuestra autoestima. Sentirnos bien con nosotros mismos y con tu pareja nos permite tener más confianza y tomar decisiones más saludables, tanto en nuestra vida personal como profesional. Con lo cual, el amor adquiere una preferencia vital a la hora de conseguir el mayor tiempo posible los momentos de felicidad deseada. Pero aún con toda su palmaria transcendencia, tampoco conceptúo al amor como factor esencial para conseguir el anhelado objetivo. Para mí personalmente, la prioridad absoluta para este fin se la adjudico a la Salud: tenerla en perfectas condiciones, sin que afecte de manera negativa la calidad de vida, es hay donde a mi juicio radica el poder disfrutar en su plenitud de los placeres de la vida . Esta es la premisa para tratar de ser feliz: la salud en buen estado, tanto la física como la mental, porque si una de ambas anda renqueante, las probabilidades disminuyen en buena medida. Y es que “sin salud no existe la felicidad” tal como asegura Javier Sábada, quien fuera catedrático de Ética y Filosofía de la Religión en la Universidad autónoma de Madrid.
Por otra parte, lo mismo que yo que da prioridad a la salud por encima del dinero y el amor, hay un 49% por ciento de la población de este país que está de acuerdo conmigo por creer que disfrutar de buena salud es lo más importante para tener una vida feliz. Aunque supongo que el resto de la población no estará muy de acuerdo con mi escalafón de prioridades. Normal. Ya dice el refrán, “para gusto se han hecho los colores”. Y sabemos sobradamente lo atinado que suelen resultar las paremias. Por consiguiente, tampoco es cuestión de discrepar, ni objetar nada al respecto. Allá cada uno, y cada cual, con sus prioridades vitales. Es de suponer que dependiendo de la edad que cuente cada persona, así resultarán sus preferencias. Si es mayor quizás le de más transcendencia a la salud, en cambio si resulta ser joven probablemente, el amor por razones obvias, y ya si está en medio, pongamos en la etapa de la madurez, seguramente el dinero que le garantice tranquilidad económica . Únicamente se trata de suposiciones nada empíricas, las cuales dudo si estarán muy de acorde con la realidad. Pero lo que resulta de una realidad palmaria es que yo seguiré reafirmándome en la idea de priorizar la salud, porque si la disfrutamos en buenas condiciones, todo lo demás vendrá por añadidura. Como también me ratifico en que no nos hará sentirnos muy felices el ser inmensamente ricos, o afortunados en el amor, si nuestra deteriorada salud nos resta calidad de vida. Porque estar sano es sentir bienestar y capacidad de vivir una vida autónoma y contar con tu cuerpo en perfectas condiciones para todo lo que vaya sucediendo en tu día a día. Las emociones, sentimientos y estados de ánimo positivos siempre se han relacionado con una salud óptima. Si ésta nos falla, el estado anímico se viene literalmente abajo y arrastra consigo la falta de motivación y progresivamente se va instalando dentro de nosotros la desidia total. Y es que cuando se sufre una dolencia o patología de cualquier índole, nos condiciona de tal forma que no tenemos humor para nada. Con lo cual, palabras como: ilusión, felicidad, optimismo…pueden resultar hasta ofensivas. Por esta razón se hace indispensable el crear un reto permanente que consista en mantener la salud en buenas condiciones. Lo fundamental de ese reto tiene que estar vinculado a la siguiente pregunta: ¿cómo es nuestro estilo de vida? De resultar poco, o nada saludable, sugeriría alejarse lo más posible de todo cuanto atente contra la salud. Aunque también es de recibo reconocer que por mucho que procures alejarte, la salud se va deteriorando a causa del inevitable y doloroso proceso de envejecimiento que paulatinamente vamos sufriendo. Y hay que aceptarlo, por tratarse de una condición inherente al ser humano. Por otra parte, hay quienes alardean de no privarse de nada, y lo paradójico es que en apariencia disfrutan de una salud envidiable. Pero es evidente que al final, tarde o temprano, todo acaba encajando y los desequilibrios que se han ido cometiendo en el organismo acaban pasando factura. Y de esta manera, dar al traste con ese completo estado de bienestar físico, psicológico y también social que proporciona una inmejorable salud. Lo que me resulta palmario es que todos aspiramos a lo mismo, a vivir más, tener mejor calidad de vida y más felicidad. Y si no es a través de una buena salud, el mayor capital que poseemos, me temo que se hará utópico el lograrlo.