jueves, 18 de mayo de 2017

PRESENCIA INCOMODA

Reconozco que desde hace muy poco tiempo  he sabido  que existía  el vocablo "aporofobia". Según tengo entendido, es del léxico griego de donde provienen las palabras "áporos",  que traducida al castellano viene  a significar pobre, falto de recursos...y su añadido "fobia"  nos  indica temor irracional.  Por lo tanto, al unir ambas palabras  el significado literal de este concepto no es otro que el de un sentimiento de miedo y una actitud de aversión y rechazo al pobre o a cualquier otra persona que se encuentre en situación vulnerable. No se si la mayoría de ustedes conocían  con anterioridad este neologismo que indico y que en la actualidad ninguna acepción del mismo aparece recogido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española; en cambio Wikipedia si que recoge esta novedosa palabra que ya se la viene utilizando en las publicaciones recientes. Un claro ejemplo es el último libro que recientemente ha publicado la filósofa Adela Cortina y que lleva por título "Aporofobia, el rechazo al pobre". Cabe reseñar, que con la publicación de este libro, la filosofa valenciana trata de mostrarnos que en el auge de la xenofobia en EE. UU. y Europa subyace la aversión a los necesitados. Es obvio que ese generalizado  sentimiento xenófobo que existe a nivel global, es mostrado básicamente contra  el extranjero pobre de solemnidad. Sin embargo, para los foráneos acaudalados el sentimiento que hacia ellos se manifiesta es otro más bien distinto que en nada tiene que ver ni con el odio ni con la hostilidad, si no con el protocolario agasajo.  Lo habitual es que  al extranjero que llega a nuestro país cargado de petrodólares,  se le reciba con "alfombra roja" para darle la bienvenida; en cambio si quienes tratan de alcanzar nuestro suelo territorial son repelentes intrusos  como es el caso de los refugiados que huyen de su país por un sin fin de adversidades que asedian su dramática existencia, se los recibe con una desmedida hostilidad  por el hecho de ser extremadamente pobres que nada pueden ofrecernos y nada provechoso se espera de ellos. Lo único que con toda probabilidad  originen es  un temor  generalizado a  esos individuos carentes de actitud solidaria  que piensan les  van a arrebatar  todo cuanto consideran  pertenecerle por el hecho  de haber nacido en el país que ahora  acoge  a estos desdichados.
 
 
 
 (A la sociedad del bienestar le incomoda su presencia porque la hace sentirse culpable de su desdicha)
 
Resulta palmario que a nuestras sociedades occidentales, les incomoda la vulnerable  existencia de los pobres porque de alguna forma las hace sentirse culpables de su bienestar frente a su apremiante desgracia. Aunque en realidad, no es únicamente la presencia de los pobres quien  les incomoda, me temo que también les molesta la de todo aquel sujeto que no sea capaz de producir los suficientes beneficios que satisfaga sus codicia. Otra flagrante realidad circunscrita a este excluyente sistema, es quien más desprotegido socialmente se encuentra se le relega, en cambio a quien triunfa se le premia. No cabe ninguna duda de que esta circunstancia junto a la exacerbada situación de crisis global, que aún persiste por mucho que quieran hacernos creer que ha desaparecido los políticos afines al poder, son el factor determinante para que de manera exponencial vaya aumentando la cifra de pobres. Por ende, si el  panorama social radicalmente no cambia de forma empática y solidaria,   a la sociedad del bienestar no le va a  quedar más remedio, que aguantarse  y  seguir conviviendo con tan incómoda presencia.  La pobreza es un problema político de gran calado y se hace urgente  que los gobiernos apliquen  políticas públicas  solidarias con el fin de erradicar su triste realidad, la cual parece  preocuparles  más la incomodidad que ésta representa que hallar  soluciones consensuadas. La sociedad en general también debe asumir su responsabilidad con esta problemática, aunque no pongo en duda de que en su justa medida  la está asumiendo por el hecho de que se hace prioritario hoy en día educar en los valores de la solidaridad y el respeto con el diferente a los niños y a los jóvenes.  El  problema surge  posterior a su enseñanza por que cada uno lleva a la práctica esos valores dependiendo del ambiente social o personal en que vive; como también conforme  a la información que reciben a través de los medios de comunicación, los  cuales a pesar de que consideran masa acrítica a los jóvenes,  en la actualidad  son muy influyentes en sus vidas.   Si el discurso que les llega va cargado de  información  tóxica y además propensa de continuo a manipularles  su  cerebro, me temo que todos esos valores solidarios aprendidos terminarán convertidos en sentimientos de odio y rechazo hacia el nadie o el diferente. También es de recibo el reconocer que en el fondo ninguno de nosotros estamos libres de este sentimiento de aporobia.  Quizá su causa se deba a nuestro instinto de supervivencia como especie.
 
Según mi criterio, pienso que hoy en día se hace imperiosa necesidad exigir a los gobernantes la obligación de que luchen denodadamente contra la pobreza y no contra las personas que por diversos infortunios que han ocurrido en su vida infelizmente han pasado a formar parte de la misma,  con el prejuicio extendido de que son culpables ellos mismos de su miseria. Para nada resulta esto cierto. Es de sobra  conocido que esa culpabilidad viene precedida por    las desigualdades sociales que genera el dominante capitalismo salvaje que se practica en el mundo globalizado y    que contribuyen abiertamente a que de manera exponencial los ricos paulatinamente aumentan más sus fortunas, en cambio los pobres cada vez lo son más. Es obvio que esta situación social  resulta inaceptable e insostenible y que se auguran  consecuencia nefastas cara al futuro de continuar tal como hasta ahora  con las abismales diferencias sociales.      Tengo el pleno convencimiento  de que   esta  iniquidad social será el mejor caldo de cultivo  para el fenómeno de la aropobia  y así  podrá continuar  extendiéndose en la sociedad y dejándonos secuelas irreparables.