jueves, 14 de enero de 2016

HIPERMEDICACION

Según la información que llega de la OCDE (Organización para la cooperación y el desarrollo) España es el segundo país donde más tranquilizantes se consume para combatir tanto la ansiedad como el estrés; que por cierto, ambas se han convertido  en verdaderas lacras que sacuden con fuerza el país. Así como lo oyen: segundos en tan lamentable hecho. El primer puesto se lo lleva el país vecino que no es otro que Portugal. Como se puede comprobar con tal información, es en la península ibérica donde se ha instalado este peliagudo problema. Por otra parte, cuando se trata de evaluar los avances en Economía,  Ciencia,  Investigación, Sanidad, etc, no admite duda de que la península ibérica está situada en las últimas posiciones  del escalafón en la  comunidad europea. Pero visto, lo visto, en esta problemática de gran magnitud somos auténticos campeones. Sin palabras. Estoy convencido de que se ha llegado a tal situación debido a que estas dos naciones han notado de manera exponencial las consecuencias devastadoras que la crisis económica ha ido causando, por tanto las personas que en ambos países tienen su residencia, se han visto en la imperiosa necesidad de consumir cualquier tipo de psicofármacos con el fin de aliviar su salud mental. Resulta axiomático que quienes sufren en primera persona toda esta incertidumbre social que genera la crisis  son  víctimas propiciatorias de ser afectados  por una determinada patología psicológica y esta circunstancia acaba llevándoles a las adicciones más frecuentes. Es lo normal cuando se vive de continuo una situación de inquietud personal por la ansiedad de no tener trabajo o por el miedo de perderlo. Desde luego que la inseguridad laboral es un idóneo desencadenante para generar situaciones muy proclives a fomentar los hábitos del consumo de tranquilizantes. Los porcentajes de personas que están enganchadas al consumo de todo tipo de psicofármacos en este país llevan creciendo desde hace décadas. Desde los años noventa del siglo pasado hasta hoy el consumo de esta clase de sustancias ha ido aumentando gradualmente cada año entre un cuatro por ciento a un siete por ciento. Se calcula que alrededor de 8 millones de calmantes y antidepresivos se consumen en España al mes. Resulta muy preocupante tan elevada cifra porque esto indica que hemos sobrepasado en mucho su consumo máximo.




Al parecer diversos investigadores vienen advirtiendo ante los peligros del consumo abusivo e irracional de medicamentos relacionados con los trastornos psicológicos si se realizan sin control médico. Advierten de que el uso prolongado de los mismos puede aumentar el riesgo de padecer Alzhéimer. Desde mi humilde opinión, siempre basada en los limitados conocimientos que tengo sobre las enfermedades mentales, lo cual creo que no es óbice para que pueda expresar libremente  mi opinión, por consiguiente diré que  no es necesario ser una especie de lumbrera en este complejo asunto para saber que un abusivo consumo sin la prescripción médica conlleva a un evidente riesgo. Pero ésto es como todo en la vida cuando se hace un desmedido uso de algo en concreto porque todos los excesos acaban pasándote física o mentalmente factura. Es obvio que el nivel de riesgo  que pudiera correr nuestra salud dependerá siempre de las extralimitaciones personales de cada uno. Lo que conviene tener  muy en cuenta es la advertencia de que el consumo prolongado puede estimular la aparición de  esa grave enfermedad mental que  tantísimo temor suscita y que todos conocemos con el nombre de Alzhéimer, la cual  paulatinamente va degenerando las células del cerebro y reduciendo la masa cerebral. Pero es bien notorio que debido a la nefasta situación social que nos toca vivir, o en su defecto sufrir, buscamos de inmediato el lenitivo preciso que consiga librarnos cuanto antes de nuestra inquietud mental. Esa inmediatez  es la causante de que no tengamos en cuenta tan seria advertencia. Y aunque para nada conviene caer en esta severa adicción, obligados por los trastornos depresivos que sacuden al país, sin ningún control  vamos desplomándonos en una espiral de consumo de la que es muy difícil salir. Por supuesto que con mucha  fuerza de voluntad y a su vez contando con la correspondiente ayuda de los profesionales en el campo de la psiquiatría se puede encontrar la puerta de salida. Aunque me temo que  las secuelas en el cerebro, o en cualquier otra parte vital de nuestro cuerpo, debido al abusivo consumo de psicofármacos puede que se hagan crónicas.

A veces analizando fríamente  este asunto de la híper medicación cotidiana me da mucho que pensar, y cómo no, también sospechar acerca de si detrás de todo este cotarro no se encontrará la mano negra de las empresas farmacéuticas con claros fines lucrativos. El sistema capitalista de libre mercado donde nos hallamos inmersos, sus palmarios propósitos nos son otros que el conseguir de forma inmediata la mayor rentabilidad económica posible y esto sólo es factible cuando se mercadea sin el más mínimo escrúpulo en favor de la codicia,  razón por lo cual siempre está bajo sospecha la forma en que las empresas obtienen sus ingentes beneficios. Al margen de si está o no implicada la industria farmacéutica en tan espinosa cuestión, lo que ya se ha hecho una realidad en este país es que los psicofármacos se han convertido en una de la soluciones más recurridas para neutralizar el desánimo generalizado por los problemas psicológicos derivados de la crisis económica.