martes, 5 de febrero de 2019

PERIODISMO CARROÑERO


Me resulta verdaderamente indignante el que los medios de comunicación,  en especial la Televisión tanto la pública como la privada,   hagan de las desgracias  humanas un circo mediático. Como se ceban con las tragedias, sobre todo si las víctimas son niños, para ganar índice de audiencia que  les reporte grandes beneficios. Que falta de respeto hacia el menor y que manera de banalizar una muerte.  Y esto fue realmente lo que sucedió días atrás  con el dramático accidente de Julen, el niño de Totalán (Málaga) que cayó a un pozo y cuyo trágico desenlace final sobradamente conocéis por la sobredimensión informativa que se le dio a este caso. En parecidas  circunstancias desplegaron su amplia cobertura informativa  estos medios de intoxicación masiva   hace aproximadamente un año, con la desaparición y muerte    de Gabriel Cruz,  el niño almeriense de Nijar que murió a manos de la infanticida  Ana Julia Quezada. Por lo que se ve,  los dramáticos casos en que está envuelto un niño, por esa empatía y  apesumbrado sentir generalizado que espontáneamente surge, dan mucho juego televisivo. Hay que ser muy miserable  para tratar de conseguir el mayor share posible de audiencia  empleando ese mezquino y deshumanizado amarillismo sin freno ni escrúpulo y que tanto gusta, o engancha,  a la masa. No hay duda de que se trata de un sensacionalismo lucrativo puro y duro. Porque  ya se sabe que , cuanta más suba la  audiencia, las empresas apostarán más para que sean publicitadas en los intermedios correspondientes y  eso les supone obligatoriamente tener que pasar por caja.  Resulta ignominioso y vomitivo  el que los medios de información  hayan convertido a la tragedia como un sucio negocio. Entran como un elefante en una cacharrería sin respetar  el que  los familiares de la víctima sobrelleven el dolor en la más estricta intimidad.   A mi personalmente me causa mucha tristeza e indignación    ver como  la televisión se sitúa en el centro de la noticia  de cualquier trágico accidente  para acabar convirtiéndolo interesadamente en una especie de reality show mediático.  Mucho despliegue de noticias sensacionalistas y entrevistas a cualquier persona que tenga  algún vínculo familiar con la víctima por parte  de esos periodistas carroñeros que sólo buscan exprimir el morbo  y no aportan  información alguna. En definitiva se trata todo ello  de  relatos repetidos hasta la saciedad que tantas veces no aportan novedad alguna y que a la postre no es más  que auténtica carnaza para que sea devorada por esa audiencia "abuitrada" que tiene unas tragaderas sin fondo y que  siempre está  ávida  del morbo y el sensacionalismo catódico.

 


 

Otra especie de pan y circo que desgraciadamente viene repitiéndose una y otra vez, siempre a costa del sufrimiento de personas anónimas que sin comerlo ni beberlo alimentan al monstruo, el cual se exhibe en toda su crudeza, desprovisto de sentimientos puros. Siempre con su condición egoísta, y cuando no demagoga, y por supuesto al cien por cien lucrativa. Y lo lamentable de todo ello  es que a ese monstruo una gran mayoría se somete y  sucumbe a la manipulación que ejerce este periodismo repugnante, aún conociendo   sobradamente que son capaces de actuar así únicamente con el propósito  de lograr una noticia y perpetuarse hasta sacar el mayor jugo posible de ella.  Cuando tienen un hueso entre los dientes no paran de roerlo hasta dejarlo limpio. Todo este vergonzoso espectáculo me recuerda a esa mítica película escrita y  dirigida  en 1951 por Billy Wilmer y que tan magistralmente interpretó Kirk Douglas. Me estoy refiriendo a   “El gran carnaval”. Un film que trata sobre el rescate de un hombre que ha quedado sepultado bajo una montaña sagrada india. Un funesto suceso del cual se aprovecha un periodista que está pasando una mala racha a cuenta del alcohol. Ve  la oportunidad de volver a triunfar en el periodismo, por esta razón convierte el caso en un espectáculo y retrasa cuanto puede el rescate. A mi juicio,  los últimos trágicos casos que han acaecido en este país  y que en su momento  fueron  Trending topic en los medios de comunicación  guardan bastante analogía con la susodicha película. Como dice el tópico, a veces la realidad supera la ficción. Porque nadie me negará que el trágico accidente y muerte del niño de Totalán  por la profusa covertura que desplegaron las diferentes cadenas de televisión, terminaron  convirtiendo este trágico accidente   en un bochornoso espectáculo. En mi opinión, cayeron en un circo mediático que sobrepasó la línea del morbo que a priori es el fiel reflejo de una sociedad enferma. Pero en el fondo todos somos cómplices, o  culpables, de que esto ocurra porque les permitimos que consigan  esos record históricos de audiencia. Lamentablemente consumimos todo cuantos nos ofrecen. Si nos ofrecen carnaza envuelta con el pestilente morbo, pues carnaza que consumimos. Máxime si nos la ofrecen con ese halo de sibilina  empatía y lagrimeo fácil. Al final tanto por activa como por pasiva somos compulsivos compradores de todo ese sensacionalismo deshumanizado que nos venden.  A veces me da por pensar  acerca de si la razón por la cual   mostramos tanto interés por la fatalidad, por las desgracias y por tanta miseria ajena es   por sentirnos mejores. Considero que en este caso, resulta un postureo egoísta nuestra empática actitud.   Creo que algún día todo debiéramos reflexionar seriamente sobre todo ese circo macabro que se montan. No todo vale ni está permitido para  subir los índices de la cuota de audiencia. Resulta palmario que existen empresas periodísticas y cadenas de televisión  que como estrategia utilizan todo instrumento sensacionalista para aprovecharse de las desgracias humanas  para fines que poco o nada tienen que ver con el periodismo.  Buscan simple y llanamente la audiencia en detrimento de la calidad informativa y  con criterio y esto les convierte en "plumillas carroñeros" por hacer  de la tragedia y el sufrimiento de los familiares  de la víctima una abundante fuente de ingresos.

 
prueba

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