jueves, 9 de noviembre de 2017

QUITARSE DE EN MEDIO

 
Muchas veces me he preguntado cual es la razón que lleva a una persona  al suicidio y  no consigo hallar  respuestas convincentes que despejen cuantas dudas  tengo acerca de este fenómeno especialmente complejo y muy extendido a nivel global, porque según   un pionero informe de la Organización Mundial de la Salud  800.000 personas  se suicidan anualmente en el mundo y el 75 por ciento de estas personas proceden de los países de bajos ingresos. Es evidente  que el testimonio de     la OMS deja constancia que  donde mayor pobreza extrema se ubica en el Planeta, más se dispara la tasa de suicidios. Normal que se de esta dramática situación, porque la exclusión social engendra tan insoportable desesperación que la mayoría de veces aboca  a la persona a  un trágico final. La crisis global desde luego que ha influido significativamente en la tasa de suicidios. A mí personalmente  siempre me ha resultado intrigante lo mismo que   atrayente  las razones del por qué de forma voluntaria uno decide quitarse de en medio. Quizá quienes acaban actuando así lo hacen como la única solución que ven ante sus graves problemas  o sufrimiento crónico. Es obvio que cada persona tiene un modo muy particular de enfrentarse a sus problemas personales, lo cuales pueden llegar a provocar sentimientos de desesperación incontrolada que ineluctablemente se ven abocadas a tomar  decisiones impulsivas basadas en situaciones que parecen no tener esperanza o solución. Según la postura de Platón, el suicidio es un acto de “flojedad” y “cobardía”.  Estoy seguro que habrá un número considerable de personas  que  corroborarán las palabras de este filósofo de la antigua Atenas  porque lo verán  como la forma  más sencilla y pusilánime de escapar de su acuciante y particular  problemática.  Yo en cambio discrepo porque para nada lo veo como un acto cobarde; más bien me atrevería a afirmar que resulta todo lo contrario. Hay que tener mucho coraje y rotunda capacidad de decisión para  quitarse de forma voluntaria la vida. Simplemente por el miedo a lo que nos puede tener  reservado la muerte una vez que físicamente desaparezcamos.  Estoy plenamente convencido de que  a  consecuencia de  ese  desconocimiento ulterior a la muerte   la tasa de suicidios no se dispara.  Aunque desgraciadamente hay quienes no temen corolario alguno sobre su trágico final y    deciden suicidarse por que carecen del más mínimo interés  y aprecio por seguir viviendo. Aunque a mi juicio, creo que el suicidarse no es  una cuestión de ser valientes o cobardes, es más cuestión de  desesperación al límite.



No me cabe la menor  duda    de que el suicidio básicamente está  originado por problemas de salud mental; como por ejemplo   la depresión. Son  muchas las  razones por la que se puede caer    fácilmente en una depresión severa que amenace nuestra vida.   Pero según la OMS la depresión no es el único trastorno de salud mental asociado al suicidio, pero si el más común. Está claro que muchas veces quitarse voluntariamente de en medio es la expresión más extrema de la depresión y  el resultado de un episodio psicótico más en la existencia de una persona que está totalmente convencido que   debe morir ya que  por alguna razón su presencia terrenal no tiene sentido para nadie. Otra cosa  que me resulta muy  preocupante    son  los intentos de suicidio, o la consumación de los mismos, que se dan comúnmente entre los adolescentes afectados la mayoría de ellos  por un terrible sentimiento emocional causado por una  pérdida o rechazo. Todo  por culpa de  carecer de la  experiencia suficiente para saber que las heridas y otras desventuras de la vida se pueden ir curando con el tiempo. Lo que también  acostumbra a descolocarme  psicológicamente, como   a su vez  tampoco deja de sorprenderme, son  los casos de personas que aparentemente lo “tienen todo”: belleza, juventud, fama, dinero…y  de manera impulsiva y desenfrenada fruto de una crisis personal que no han sabido manejar,  deciden quitarse de en medio. Esto indica  que todo no debían de tener para acabar con su vida tan trágicamente.  Acaso carecían de lo más intrínseco y que es a priori  condición sine qua non para   sentir que vale la pena seguir viviendo.  Por tanto   ni la riqueza material ni la belleza física les llegó a compensar   ese vacío existencial que es de suponer  sentían  desesperadamente    y que terminó   llevándoles por  funestos derroteros.   

 Claramente este asunto del que ahora os estoy hablando   más bien   incumbe a los profesionales   en el campo de la psicología, o la  psiquiatría, doctos en la doctrina freudiana   y no a un letraherido profano en este  complejo asunto.  Por tanto, las opiniones vertidas al respecto por un servidor  dudo que tengan mucha consistencia.  Aún así me he tomado la licencia de expresar mi opinión sobre este  serio asunto que parece ser supuestamente una epidemia silenciada por los medios de comunicación. Y cuando sale una noticia relacionada con esta cuestión  se la distorsiona bastante. Yo me pregunto ¿por  qué esa imposición silenciosa? No será por que temen que hablar abiertamente del suicidio incita a llevarlo a la práctica. Yo estoy seguro que causaría más bien el efecto contrario como es  el  prevenir  lo que parece ser la primera causa de muerte no natural. Se encuentra  por delante de los accidentes de circulación y la violencia de género. Sin ir más lejos, en este país, me refiero a España, alrededor de unas 10 personas por día son las que voluntariamente se quitan la vida. Frente a las víctimas mortales de tráfico y de las agresiones machistas,  continuamente se hacen campañas de prevención , de sensibilización; en definitiva se actúa.    En el caso del suicidio, tal  como indico, el silencio  es lo normal. Es como si de un tabú se tratara. Yo pienso que los propios suicidas y sus familiares merecen más comprensión, más ayuda, más prevención y sobre todo más franqueza. Por otra parte, lo que resulta notorio es que nunca sabremos realmente que puede pasar por la mente de una persona que decide quitarse de en medio voluntariamente.  Todo han de ser  conjeturas a la hora de analizar sus motivos.  En cambio  lo que no admite  hipótesis alguna  es que un suicida  apuesta palmariamente por la muerte en detrimento de esa  mágica sensación que día a día  nos hace comprobar in situ  que la vida, con  sus luces y sus sombras,  continua  siendo  una   una  experiencia única e irrepetible.
 

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