Muchas veces me he preguntado cual es la razón que lleva a una persona al suicidio y no consigo hallar respuestas convincentes que despejen cuantas dudas tengo acerca de este fenómeno especialmente complejo y muy extendido a nivel global, porque según un pionero informe de la Organización Mundial de la Salud 800.000 personas se suicidan anualmente en el mundo y el 75 por ciento de estas personas proceden de los países de bajos ingresos. Es evidente que el testimonio de la OMS deja constancia que donde mayor pobreza extrema se ubica en el Planeta, más se dispara la tasa de suicidios. Normal que se de esta dramática situación, porque la exclusión social engendra tan insoportable desesperación que la mayoría de veces aboca a la persona a un trágico final. La crisis global desde luego que ha influido significativamente en la tasa de suicidios. A mí personalmente siempre me ha resultado intrigante lo mismo que atrayente las razones del por qué de forma voluntaria uno decide quitarse de en medio. Quizá quienes acaban actuando así lo hacen como la única solución que ven ante sus graves problemas o sufrimiento crónico. Es obvio que cada persona tiene un modo muy particular de enfrentarse a sus problemas personales, lo cuales pueden llegar a provocar sentimientos de desesperación incontrolada que ineluctablemente se ven abocadas a tomar decisiones impulsivas basadas en situaciones que parecen no tener esperanza o solución. Según la postura de Platón, el suicidio es un acto de “flojedad” y “cobardía”. Estoy seguro que habrá un número considerable de personas que corroborarán las palabras de este filósofo de la antigua Atenas porque lo verán como la forma más sencilla y pusilánime de escapar de su acuciante y particular problemática. Yo en cambio discrepo porque para nada lo veo como un acto cobarde; más bien me atrevería a afirmar que resulta todo lo contrario. Hay que tener mucho coraje y rotunda capacidad de decisión para quitarse de forma voluntaria la vida. Simplemente por el miedo a lo que nos puede tener reservado la muerte una vez que físicamente desaparezcamos. Estoy plenamente convencido de que a consecuencia de ese desconocimiento ulterior a la muerte la tasa de suicidios no se dispara. Aunque desgraciadamente hay quienes no temen corolario alguno sobre su trágico final y deciden suicidarse por que carecen del más mínimo interés y aprecio por seguir viviendo. Aunque a mi juicio, creo que el suicidarse no es una cuestión de ser valientes o cobardes, es más cuestión de desesperación al límite.
No me cabe la menor duda de que el suicidio básicamente está originado por problemas de salud mental; como por ejemplo la depresión. Son muchas las razones por la que se puede caer fácilmente en una depresión severa que amenace nuestra vida. Pero según la OMS la depresión no es el único trastorno de salud mental asociado al suicidio, pero si el más común. Está claro que muchas veces quitarse voluntariamente de en medio es la expresión más extrema de la depresión y el resultado de un episodio psicótico más en la existencia de una persona que está totalmente convencido que debe morir ya que por alguna razón su presencia terrenal no tiene sentido para nadie. Otra cosa que me resulta muy preocupante son los intentos de suicidio, o la consumación de los mismos, que se dan comúnmente entre los adolescentes afectados la mayoría de ellos por un terrible sentimiento emocional causado por una pérdida o rechazo. Todo por culpa de carecer de la experiencia suficiente para saber que las heridas y otras desventuras de la vida se pueden ir curando con el tiempo. Lo que también acostumbra a descolocarme psicológicamente, como a su vez tampoco deja de sorprenderme, son los casos de personas que aparentemente lo “tienen todo”: belleza, juventud, fama, dinero…y de manera impulsiva y desenfrenada fruto de una crisis personal que no han sabido manejar, deciden quitarse de en medio. Esto indica que todo no debían de tener para acabar con su vida tan trágicamente. Acaso carecían de lo más intrínseco y que es a priori condición sine qua non para sentir que vale la pena seguir viviendo. Por tanto ni la riqueza material ni la belleza física les llegó a compensar ese vacío existencial que es de suponer sentían desesperadamente y que terminó llevándoles por funestos derroteros.
No me cabe la menor duda de que el suicidio básicamente está originado por problemas de salud mental; como por ejemplo la depresión. Son muchas las razones por la que se puede caer fácilmente en una depresión severa que amenace nuestra vida. Pero según la OMS la depresión no es el único trastorno de salud mental asociado al suicidio, pero si el más común. Está claro que muchas veces quitarse voluntariamente de en medio es la expresión más extrema de la depresión y el resultado de un episodio psicótico más en la existencia de una persona que está totalmente convencido que debe morir ya que por alguna razón su presencia terrenal no tiene sentido para nadie. Otra cosa que me resulta muy preocupante son los intentos de suicidio, o la consumación de los mismos, que se dan comúnmente entre los adolescentes afectados la mayoría de ellos por un terrible sentimiento emocional causado por una pérdida o rechazo. Todo por culpa de carecer de la experiencia suficiente para saber que las heridas y otras desventuras de la vida se pueden ir curando con el tiempo. Lo que también acostumbra a descolocarme psicológicamente, como a su vez tampoco deja de sorprenderme, son los casos de personas que aparentemente lo “tienen todo”: belleza, juventud, fama, dinero…y de manera impulsiva y desenfrenada fruto de una crisis personal que no han sabido manejar, deciden quitarse de en medio. Esto indica que todo no debían de tener para acabar con su vida tan trágicamente. Acaso carecían de lo más intrínseco y que es a priori condición sine qua non para sentir que vale la pena seguir viviendo. Por tanto ni la riqueza material ni la belleza física les llegó a compensar ese vacío existencial que es de suponer sentían desesperadamente y que terminó llevándoles por funestos derroteros.
Claramente este asunto del que ahora os estoy hablando más bien incumbe a los profesionales en el campo de la psicología, o la psiquiatría, doctos en la doctrina freudiana y no a un letraherido profano en este complejo asunto. Por tanto, las opiniones vertidas al respecto por un servidor dudo que tengan mucha consistencia. Aún así me he tomado la licencia de expresar mi opinión sobre este serio asunto que parece ser supuestamente una epidemia silenciada por los medios de comunicación. Y cuando sale una noticia relacionada con esta cuestión se la distorsiona bastante. Yo me pregunto ¿por qué esa imposición silenciosa? No será por que temen que hablar abiertamente del suicidio incita a llevarlo a la práctica. Yo estoy seguro que causaría más bien el efecto contrario como es el prevenir lo que parece ser la primera causa de muerte no natural. Se encuentra por delante de los accidentes de circulación y la violencia de género. Sin ir más lejos, en este país, me refiero a España, alrededor de unas 10 personas por día son las que voluntariamente se quitan la vida. Frente a las víctimas mortales de tráfico y de las agresiones machistas, continuamente se hacen campañas de prevención , de sensibilización; en definitiva se actúa. En el caso del suicidio, tal como indico, el silencio es lo normal. Es como si de un tabú se tratara. Yo pienso que los propios suicidas y sus familiares merecen más comprensión, más ayuda, más prevención y sobre todo más franqueza. Por otra parte, lo que resulta notorio es que nunca sabremos realmente que puede pasar por la mente de una persona que decide quitarse de en medio voluntariamente. Todo han de ser conjeturas a la hora de analizar sus motivos. En cambio lo que no admite hipótesis alguna es que un suicida apuesta palmariamente por la muerte en detrimento de esa mágica sensación que día a día nos hace comprobar in situ que la vida, con sus luces y sus sombras, continua siendo una una experiencia única e irrepetible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario