miércoles, 8 de julio de 2020

ANCIANOS ABANDONADOS



 

 

No hay duda de que a  uno de los colectivos que más afectó la pandemia del Covid-19 cuando estuvo en su momento más crítico fue al de los ancianos. Los castigó con mucha crueldad porque resultaron  ser los más débiles, los más vulnerables, los más indefensos.  En España el coronavirus se cebó  especialmente con ellos, la mayoría de los mismos aislados en residencias, donde  la pandemia ha sido unos de los grandes focos de contagio y muerte . Quizá esto ocurriera por falta de medios para hacer frente al Covid-19 y otras veces  por  de la desinformación de los trabajadores acerca de su riesgo  letal. Lo único que se con certeza es que alrededor de 20.000 ancianos han fallecido de los aproximadamente 28.000 en total de muertos que ha habido en España a cuenta de los ataques de virus mortal. Resulta a todas luces escalofriante  esta cifra de ancianos fallecidos. Esta sociedad los arrinconó y en apariencia estaba dispuesta ha convertirlos en el precio razonable de coronavirus. Ya hubo más de algún despreciable sujeto, caso del vicegobernador de Texas  Dan Patrick, que tuvo la desfachatez de decir públicamente que había que dejar morir a los abuelos para salvar la economía.  Y lo justificó diciendo que no se podía perder el país por estar asintiendo a un colapso económico. Vamos, que  su deseo era anteponer  la economía por encima de la vida de los ancianos. Y lo triste del caso es que no fue exclusivamente este individuo quien salió a la palestra para dar pábulo a lo comentado, por desgracia  hubo otras más voces con peso relevante dentro  la política  y de las finanzas a nivel global   con parecida  opinión. Para mí que estaban  convencidos de que había que excluirlos, o recluirlos en esos “mataderos modernos” como en mi opinión son la residencias, para que el resto de la población se pudiera sentir libre y la economía pueda recuperarse.  Me parece lamentable e indignante  a más no poder que se priorice la economía de un país  por encima de las vidas de los ancianos. Y sobre todo en España, que todo lo que tenemos actualmente en cuestión de bienestar, se lo debemos excluidamente a ellos, que tras la posguerra lucharon por sobrevivir, se dejaron la piel en el intento, tuvieron hasta que emigrar, a fin  de sacar  sus familias adelante y lo han dado todo en la última crisis económica que aún nos lastra. Nuestros abuelos fueron quienes contribuyeron a  levantar este país, entregándonoslo mucho mejor que como se lo habían encontrado y  nosotros, que somos  la sociedad en general,  les hemos  fallado porque  durante las semanas más críticas de la pandemia fueron totalmente discriminados y se les dejó morir solos y en silencio, además sin poder recibir visitas ni asistencia médica y algunos ni consuelo espiritual. Si la justicia deja que este horror pase sin que los culpables paguen las consecuencias tendremos motivos amplios de avergonzarnos de la España en que vivimos. Porque merecen todo el respeto del mundo no ya solo por su condición de mayores, sino porque fueron ellos los arrimaron el hombro para  levantar este atribulado país tal como ya he indicado.  Resulta un axioma el que nuestra sociedad está deshumanizada y muestra poca sensibilidad con el bienestar de nuestros mayores. Aunque eso sí, presume de ser  muy solidaria y empática, pero a mi juicio prima el egoísmo puro y duro.  Y la sociedad tiene el deber de ser solidaria y proteger mucho mejor a los ancianos. Y por desgracias sabemos sobradamente que no es así.  Esta pandemia  nos lo ha puesto delante de los ojos para que veamos in situ  como la ética y la empatía hacia ellos brilla por su ausencia. Resultó verdaderamente  trágico, y por supuesto infame,  cuando por falta de medios para hacer frente al Covid-19, como fueron UCI , el  personal sanitario y los    Epis,  el triaje de los hospitales tenía que tomar la decisión de a quien salvar antes. Y antes tan terrible decisión, se hacia ostensible que la vida de una persona mayor valía menos que la de un joven.
 







 
Deberíamos de encarar una reflexión profunda sobre ¿qué es lo que estamos haciendo con nuestros mayores o   por qué han sufrido una muerte ignominiosa mieles de ancianos durante la pandemia?.  Y esa reflexión, no ya en el ámbito social, sino desde algo más cercano e íntimo como es el entorno  familiar. Porque  que a mí me ha dejado un poco descolocado, y  me repatea los higadillos,  tanta  “lágrima de cocodrilo”  de los familiares de las víctimas fallecidas  en la residencias por la escasa, o más bien nula,  calidad humana de los las personas responsables de proteger y cuidar a los ancianos, como son los  gerentes o dueños de las residencias  y  también  por mala praxis al respecto  de los políticos gubernamentales  y de las autonomías.  Y digo esto, porque si tanto amor  e indignación exteriorizas públicamente hacia a tus    progenitores fallecidos en las dramáticas circunstancias coravavíricas, ¿ por qué narices los recluiste   en una residencia para quitártelos de en medio como si de un estorbo se tratara? Hay casos extremos, como enfermedades crónicas que es  tanto lo que  se deterioran el organismo o cerebro de una   persona anciana  que     no queda más  alternativa que ingresarlos porque recibirá mejores cuidados y atenciones por parte de profesionales de la medicina. Pero cuando nuestros abuelos están en plenas facultades y son ingresados en una residencia,  en el momento que  ocurren situaciones trágicas como las vividas tiempo atrás a cuenta de la pandemia patógena  a mí  que no me vengan con su fariseísmo  en actitud lacrimosa porque no me conmueve para nada. Lo que está bastante claro es que solemos    quitamos a los mayores de encima con las excusas más variadas, y la  más común es el no tener tiempo para nada porque el ritmo vertiginoso de la sociedad actual literalmente nos absorbe y no deja tiempo para estar con ellos. Y claro, en esta situación para quienes viven en un estrés  permanente,  las personas mayores son un estorbo y hasta cierto punto invisibles para su propia familia. Por eso se enfrentan la mayoría de veces a la terrible soledad de sus últimos años de  vida encerrados en esa especie de “aparcamayores” que no son otra cosa que las frías y lúgubres residencias, aguardando la visita de nietos, hijos, como si de una propina se tratará. Se hace de imperiosa necesidad un cambio de modelo en lo que respecta a las residencias, para que dejen de ser un “aparcamayores”.  Y desde luego, ese cambio debe también ser  extensible a los familiares de las personas ancianas,  y a la sociedad en general, porque aunque la vejez nos de miedo, también es sabiduría. Lo que nunca deberíamos es olvidar es su entrega con nosotros y su amor  inconcidional  que siempre nos lo otorgaron cuando lo necesitábamos. Y está es la cruel  gratitud que reciben por su dedicacación y cuidado hacia nosotros: el abandonarlos  a su suerte en estos morideros modernos llamados residencia de la tercera edad. Pero como atinadamente dicen el refrán: "con la vara que mides serás medido". Por tanto, ojo al dato.








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