martes, 9 de junio de 2020

POLÍTICOS Y PANDEMIA



Es obvio  que los españoles, durante los momentos más críticos de la pandemia, hemos demostrado una disciplina social tan férrea y tan a rajatabla, que incluso a nosotros nos ha sorprendido. Pienso que la inmensa mayoría  hemos cumplido con mucho rigor uno de los confinamientos más duros que ha habido en Europa. Con lo cual esto indica que los ciudadanos de a pie sí hemos estado a la altura de las circunstancias; en cambio dudo  que los políticos lo hayan estado. Puede que al  principio  de la crisis sanitaria todos los partidos se acogieron al sentido común y dejaron en un segundo plano el sentir disgregado a fin de hacer frente de forma conjunta contra la pandemia.   Esta circunstancia , a mí personalmente, me    pareció que estaban  tirando juntos del mismo carro con la finalidad  de  proteger la vida de los ciudadanos españoles. Pero esa  unión,  un tanto forzada y artificiosa,   ha ido  progresivamente desquebrajándose y cada partido ha estado  haciendo su particular e interesada guerra, no se si  de guerrillas o a campo abierto,  pero  lo que palmariamente no  ha sido en contra del letal Coronavirus que seguía, y aún sigue,  matando indiscriminadamente, sino más bien por intereses partidistas en su afán de continuar con el acoso y derribo contra el ejecutivo gubernamental. La   oposición  ha visto al actual  Gobierno visiblemente desgastado y ha aprovechado el momento. Me resulta descorazonador esa crispación permanente en que parece haberse instalado en la actualidad la política y Democracia  española por  esa actitud de revanchismo por parte de la oposición y el ejecutivo. Resucitando ambos "adversarios"  rencores o fantasmas guerracivilistas y  a la más mínima echándose  en cara los muertos de uno u otro bando que hubo durante la remota contienda fratricida. Sin duda  son varias las  reyertas cainitas  que afloran hoy en día  en el Congreso de los Diputados cada vez que los políticos de diferente índole se reúnen para tratar cualquier asunto, en especial el de la crisis sanitaria, por que tiende a terminar  en un enfrenamiento tóxico o revanchista causado por sus reiterados   discursos incendiarios.  Lamentablemente a los políticos españoles desde siempre se les ha dado muy bien la inquina sectaria o partidista. Con estas guisas  la credibilidad del actual   Gobierno que carece de una mayoría sólida está quedando en entredicho  por estar enfrascado  en sus continuas  trifulcas gerracivilista con la oposición y también por esa especie de   "sainete  engañoso" que me han parecido resultar sus reiteradas prorrogas  del estado de alarma, con el agravante de que  las últimas  para conseguir llevarlas a cabo ha tenido  que pactar hasta con el mismo diablo  cuando  les hizo falta.    Por supuesto que de la oposición  tengo parecido concepto  por tanto "pirómano" manifestando sus ideas opuestas al Gobierno.  Desde luego que  dignidad no  tiene ninguna  toda esta chusma política. Ahora cuando más necesitamos serenidad de los políticos únicamente recibimos crispación.


 
 
Resulta palmario que    a estas  alturas  de la pandemia generada por el Covid-19 ya podemos tener con claridad una perspectiva de cómo han gestionado los líderes políticos la crisis sanitaria que les vino de la noche a la mañana  encima. Nadie podrá negarme que ha estado lleno de sombras y luces su gestión. Pero tampoco vamos a llevarnos a engaño hoy en día porque no creo que ningún Gobierno podría haber gestionado de manera intachable esta crisis. Su gestión se ha tratado más o menos de un experimento y como tal,  hay que equivocarse cantidad de veces para acertar con alguna, digo yo.   Creo que al principio no tenían ni capacidad ni conocimiento de la gravedad del asunto por eso  no les quedó más remedio que derivar responsabilidades a expertos científicos, como por ejemplo al hierático médico epidemiólogo,    Fernando simón Soria,  director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Él ha sido quien se ha comido gran parte de este "marrón sanitario" a través de sus continuas comparecencias en Televisión.  Puntualmente nos ha estado informando de los estragos causados por el Coronavirus y las medidas preventivas a tener en cuenta para evitar contagios  y a su vez  ha  servido  para salvar el culo al ejecutivo gubernamental. Por otra  parte, "mentiras oficiales e interesadas", ha habido muchas. Empezando por los fallecidos a casusa  del Coronavirus-19.   Supuestamente de manera indigna y sibilina el Gobierno parece ser que  oculta la cifras reales de muertos.   Otra de las mentiras  apareció al comienzo de la emergencia sanitaria cuando hubo escasez de mascarillas. Como nos mintieron  de manera malvada diciendo que no eran necesarias, luego una vez que ya no hubo problemas de abastecimiento de mascarillas en todo el país, ya se impuso por ley  obligación de usarla en sitios concretos como medida de prevención de contagios. Uno  de los episodios vergonzosos e indignantes que  se dio durante estas crisis sanitaria fue, cuando los primeros días su inicio,  a falta de los equipos de protección individual en algunos hospitales fueron los propios sanitarios quienes tuvieron que fabricar sus equipos de protección con bolsas de basura. Una lastimosa falta de prevención política que a alguien tendrá que responder por ello en su momento. El resultado de toda esta mala praxis y desidia por parte del ejecutivo ha originado el que se hayan abierto varios frentes judiciales a cuenta de la infravaloración del riesgo, las compras millonarias del material sanitario a empresas chinas, la gestión de las residencias por parte de Pablo Iglesias y la "obstrucción a la Justicia por parte de altos cargos del Interior. Pero me temo que  los responsables de todos estos desaciertos se van a ir de rositas porque ya se sabe sobradamente en que manos está la Justicia en España. Para que surtiera efecto las correspondientes penas judiciales se debiera ir a los Tribunales de Justicia de la Comunicad Económica Europea,  pero como no se va acudir,  todas estas denuncias y querellas contra Pedro Sánchez, sus ministros y otros cargos de la Administración General por la gestión de la crisis sanitaria del Coronavirus, quedarán en agua de borrajas. Todas estas acusaciones obviamente están impuestas por los partidos principales  de la oposición,  El Pepé y Vox, que durante la emergencia sanitaria ambos han estado compitiendo para tratar de desgastar al Gobierno. Les ha traído al pairo los muertos y los contagios. A priorizado su interés por arribar a la poltrona del poder por encima del compromiso y acción conjunta a fin de  salir cuanto antes de la crisis sanitaria que tanto dolor y sufrimiento han causado. Pero a estos advenedizos y mediocres líderes políticos actuales parece que les falta compromiso serio con los ciudadanos, sus votantes, y les sobra su ansia arribista. Porque más que para servir están ahí para servirse.  Estoy convencido de que aquellos viejos líderes, la mayoría fallecidos, que estuvieron presentes cuando se estrenó la Democracia en España, de haberse visto inmersos en tan dramáticas circunstancias hubieran llevado con más dignidad y decoro la situación. Les sobraría  arrojo político para enfrentarse  a la crisis sanitaria y salir social y económicamente  lo más indemnes posibles de la pandemia. A pesar de que sus ideales estaban en las antípodas unos de otros, como líderes políticos eran consistentes porque estaban forjados en las duras batallas vividas y peleadas en carne propia durante los convulsos años de la Transición española. Tengo mis dudas acerca de  si estos políticos, que por razones obvias no vivieron tan compulsos años, su liderazgo tendrá la misma fortaleza. Aunque más bien creo que les debilita su ansiado arribismo y la codicia de medrar cuanto antes con visas de alcanzar la poltrona del poder, o tratar de perpetuarse sobre ella. Por esta razón generan de continuo crispación política. Y no me parece lo más políticamente correcto en la crítica situación que vivimos dejarse llevar por incendiarios radicalismos que surge tanto por parte del Gobierno como de la Oposición. No es hora de abrir trincheras, ni divisiones sino de buscar puntos de encuentro. El país y la ciudadanía lo necesita con urgencia para superar los efectos del Covid-19.

 

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