martes, 6 de junio de 2017

A PROPOSITO DE LA BELLEZA

Hoy en día vivimos tan preocupados por las apariencias para no desentonar ante los convencionalismos que nos someten con su tiránica dictadura, que al final terminamos acostumbrándonos a admirar a las personas por su belleza externa y no le damos el  justo valor, ni tampoco la transcendencia vital, que se supone tiene la belleza  interior de cada individuo. Lo que viene a ser algo muy habitual es negar nuestra propia belleza, más en concreto la exterior, porque el resto de las personas ni pueden ni están por la labor de reconocerla. Por esta razón  tratamos de imitar todo cuando se encuentra a nuestro alrededor porque creemos que son poseedores del súmmum de la hermosura física. Por otra parte, a la hora de valorar ambas bellezas, tenemos la mala costumbre de no ser muy claros en nuestras afirmaciones y con bastante frecuencia nos servirnos de la ambigüedad, y cuando no de las aserciones hipócritas, que nos posibiliten mostrarnos estupendos de cara a la galería. Es corriente que este hecho suceda dentro de esta sociedad tan cargada de superficialidades. Yo me pregunto si quienes hace afirmaciones totalmente alejadas de la realidad  son conscientes de las consecuencias que pueden causar  sus   comentarios. En  conclusión lo  que de verdad   importa  a día de hoy es interpretar un fingido papel que nos posibilite exhibir públicamente una apariencia cool. Desde luego que esta pose resultará lo más políticamente correcto  para evitar  probables habladurías del vulgo, por si éste no tiene ningún reparo en poner en entredicho tus principios  si te da por priorizar más la belleza exterior que la que se supone atesoran en su interior de manera invisible las personas. Imagino que poseer de forma complementaria ambas sería lo ideal, pero como normalmente esto no sucede así, cada uno de nosotros tendremos que  conformarnos con lo que la naturaleza nos ha otorgado.


¿ Cuanto hay de cierto en tan demoledor mensaje?

Una cosa a tener siempre  en cuenta es que darle prioridad a la belleza interior con el único propósito de auto convencernos de que la fisonomía   para nada resulta atractiva,  no deja de ser una mera forma de auto consolarnos cuando somos conscientes de que nuestro aspecto físico, para nuestra desgracia,   no resulta  nada favorecido. Por otra parte,  esto de la belleza exterior en la persona es muy relativo por el hecho de haber sido establecida por unos cánones que la sociedad considera convencional y supuestamente atractivos, pero siempre dependiendo de las diferentes culturas universales que a lo largo del  tiempo  se han ido desarrollando. En cambio, la belleza interior tiene varias interpretaciones, todas ellas relacionadas con las cualidades y  de cada individuo y normalmente se le concede un valor intrínseco.  Aunque es de recibo admitir  que en determinadas  ocasiones postergamos la belleza que sólo  puede percibirse a través del corazón y damos primacía a esa otra que literalmente nos entra de pleno por los ojos por resultarnos el fascinante estereotipo de belleza que la sociedad actual nos impone y a su vez nos induce de continuo a conquistarla. Esto   ocurre cuando se dan situaciones tan superficiales como el acudir  a una discoteca o a cualquier otro recinto de símiles características y el leit motive  de nuestra presencia allí no es otro que el pueril "ligoteo" . Durante los momentos de la seducción y  posterior conquista,  palmariamente la belleza interior pasa a un segundo plano. En cambio,  al aspecto físico de los individuos allí presentes se le concederá un altísimo valor prosaico  y todo se debe  a  las expectativas de intentar "llevarse al huerto" al buenísimo pivón o al atractivo adonis de turno. El problema puede surgir después de lograr tus propósitos, cuando compruebas in situ el fiasco que supone un físico imponente que carece de el más mínimo atisbo de   belleza en su interior. Pero aún así, estoy convencido que debido a esa tendencia hipócrita que caracteriza a la  especie humana, seguiremos priorizando la belleza interior en el caso de preguntarnos cual de ambas  valoramos más. Queda claro, que en lo concerniente  a esta dicotomía sobre el valor fundamental que se le otorga indistintamente a la belleza de cada persona, los humanos por espurios intereses  tiene  inclinación a mostrar una conducta  farisaica, cuando no contradictoria.

Hay una infinidad de frases que se han escrito  en alusión a la belleza interna y  la mayoría de ellas me resultan auténticas sentencias lapidarias por su moraleja.   Una de estas frases    creo que se canta al final de esa película infantil de animación y cuyo título  es "La Bella y la bestia". Según mi criterio,  su enunciado  me resulta de lo más representativo y sugerente que yo he leído en  referencia a este asunto. La frase expresa lo siguiente:" La belleza está en el corazón".  La verdad es que al estar sometidos de forma constante al dictamen de las apariencias externas, a veces tengo el convencimiento de que el enunciado de  la susodicha frase está cargado de buenas intenciones pero no exento de vacía y falsa retórica. Si realmente está dentro del corazón tal como lo expresa, y por tanto invisible a los ojos, ¿ por qué entonces existe hoy en día tan desmesurada obsesión   por gastarse grandes cantidades de dinero en   operaciones de cirugía estética, en dietas milagrosas, en afamados estilistas, en tratamientos con botox  etc. y  todo ello con el fin de dotarle una perceptible belleza exterior a nuestro físico?  Luego también a menudo se da la circunstancia de que nos llenamos la boca con el tópico que dice "la arruga es bella".  Otra farsa más. La mayoría de personas en cuanto ven aparecer en su rostro las primeras arrugas, raudos buscan todo tipo de remedios para tratar de eliminarlas. Uno de estos remedios es  acudir al cirujano plástico para someterse a arriesgadas operaciones de bisturí para que consiga hacérselas desaparecer. Nada debe importarle al sujeto el que las arrugas, aparte de manifestar  los rasgos asociados a la vejez, representan también cada vivencia positiva y negativa que  ha experiementado durante su transcurrir por la existencia. Pero es sobradamente conocido que el absurdo culto, rayano a lo enfermizo, que la raza humana practica en favor de la eterna juventud, es perfectamente la antítesis de lo que requiere el proceso de ir envejeciendo con la mayor naturalidad.

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