domingo, 7 de septiembre de 2025

REFLEXIONES DISPERSAS (Septiembre)

Simplemente vivir.

 

Es obvio que la adversidades que se suceden  con el pasar de los días  deben  formar parte de nuestra manera  de vivir, por el simple hecho de que solventarlas positivamente  hará que se fortalezca  nuestra salud mental. En buena medida, los infortunios de la vida siempre acostumbran a estar muy presentes en nuestra vivir cotidiano. Surgen sucesivamente cuando  la ocasión lo requiere. Y es que vivir, por definición,  es perder algo, no completar cuanto ansiamos, no conseguir nunca del todo de lo que deseamos. Esto hace que vayamos dejando posibilidades  por el camino: esos sueños que no conseguimos cumplir y que probablemente queden enterrados en el olvido. Pero que en infinidad de ocasiones suelen arañarnos el corazón. Inevitablemente, y por ley de vida, también vamos dejando atrás,  nuestra infancia, adolescencia, juventud; la vejez no quedará atrás por  que obviamente asumimos que ella será quien   finiquitará nuestro  vivir.  Pero tampoco nos pongamos tristes, por estas pérdidas inevitables Mejor las llenemos de  gratitud porque a raíz de esas pérdidas y carencias hemos ido logrando desarrollar otras realidades; otras posibilidades que hay que saber habitar con el optimismo adecuado. Sin desmedida euforia para no caer en fustracciones: nunca obsesionarnos  con lo que no tenemos, y disfrutar más de lo que poseemos. No cometas el error de pensar que la verdadera vida es la que no vivimos. Está claro que hay que saber sobrellevar las cotidianas pérdidas, vivir sin que los desmedidos deseos no vuelvan tarumba, ni inventarnos futuros en plenitud felices, porque cuando la realidad aparezca, el bajonazo anímico que sufriremos puede ser terrible. En resumidas cuentas,  de lo que se trata es que  cuando llegue el final de nuestros  días, sintamos felizmente  la sensación de que vivir fue una experiencia única e irrepetible.








 

Amor y odio.

 

Me resulta totalmente incuestionable   el que la vida de las personas que han estado en contacto con nosotros, con sus defectos y sus virtudes,  y que fallecen se quedan en la memoria de los que aún permanecemos  vivos. Tantos aquellos que hemos amado, apreciado, o tenido respeto; como a los que hemos odiado o nos han caído tan horrorosamente mal que han resultado ser  como ese dolor  que por desgracia  llega a nuestra vida, no de paso, sino para quedarse de forma permanente. Tal como índico, todas estás personas muertas  y que han estado  vinculadas por desigual motivo a nosotros,  se quedan en la memoria, pero obviamente el sentimiento y el recuerdo hacia  cada uno de ellas por pura lógica es diferente. Aquellos a quien hemos profesado amor recíproco, permanecerán por más tiempo en la memoria, y con toda seguridad trataremos de continuar pronunciando emocional y cariñosamente  sus nombres a fin de que no se mueran del todo.  En cambio, a quien nos empuja  un sentimiento de animadversión  a la hora de  recordarlos por circunstancia  nada agradables, intentaremos pasar página en la memoria con el fin de que lo antes posible  caigan en el olvido. Aunque hay que reconocer que, a nuestro pesar,   nunca lograremos que desaparezcan definitivamente de nuestra memoria esos repentinos intervalos que  los rescata del olvido y hará que revivamos lejanos   momentos desapacibles   por que la vida nos podrá de forma inevitable en esa tesitura. Para nuestra  tranquilidad,  esas personas serán más pasto del olvido que del recuerdo. Porque estoy convencido de que tanto en la vida como en el más allá, el amor  tiene el potencial suficiente para prevalecer  sobre el odio. Por suerte  el amor donde esté  continuamente es el único que   podrá salvarnos de todos lo infortunios   que el destino nos tenga reservados. El rencor incluido.

 

Tenpus fugit.

 

Dejó escrito el ilustre poeta  Antonio Machado, aquello de "que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar". Efectivamente que vamos pasando, y a su vez,  dejando huellas a lo largo de este nuestro recorrido existencial. Como también vamos dejando ausencias, vacíos, sueños imposibles, amores perdidos y por supuesto que  vamos dejando pasado, pero éste  nunca lo dejamos relegado en el olvido, sino guardado en los bolsillos de la nostalgia y de vez en cuando rebuscando en su interior encontramos momentos que nos llevan a lugares lejanos, de los que  nunca volvemos, porque nuestra esencia permanece allí eternizada, máxime si en ese lugar está la génesis de nuestra vida. Y seguimos pasando,  en ese inevitable tempus fugit  para hacernos sentir que el tiempo es inaprensible, no puede detenerse ni hacerse retroceder. Todo se acaba. Por tanto, sería provechoso tener siempre muy presente el  Carpe Diem; ya saben:   tratar de vivir el momento, disfrutar del instante que es fugaz el tiempo. Porque resulta evidente que aquí estamos tod@s de paso, mientras más momentos felices podamos disfrutar, con mayor agrado notaremos la sensación de haber aprovechado el tiempo de vida que nos ha tocado vivir. Ya se que hoy en día vivimos de sobresalto en sobresalto, por causa de que  el mundo  es un verdadero drama, pero aún así, es necesario apostar siempre a favor de disfrutar el momento, vivirlo con intensidad,  porque ni el tiempo, ni la vida esperan

No hay comentarios:

Publicar un comentario