lunes, 6 de abril de 2020

ASUNTO VÍRICO

Está claro que a día de hoy el tema de la pandemia vírica causada por el Covid-19  es el centro de nuestras vidas. Siguen corriendo  ríos de tinta en toda clase de medios informativos hablando sobre este asunto. No es para menos, con la   situación  apocalíptica que estamos viviendo, la cual hace   que nos encontremos inmersos en la  angustiosa  experiencia de  vivir, o más bien sufrir,  un confinamiento domiciliario.  El aislamiento colectivo es una de las  medidas preventivas que    ha ordenado con obligatoriedad cumplir   el Gobierno de Pedro Sánchez cuando  declaró el Estado de Alerta en todo el país a mediados de marzo.  Por cierto, el Gobierno   en estos momentos    está en entredicho  debido a   su supuesta  negligencia   a la hora de gestionar    este asunto vírico. Supongo que en su momento saldrá a relucir a la luz pública  toda la verdad acerca del ejecutivo gubernamental  por su forma de resolver tan      delicada  y compleja crisis sanitaria sin precedentes.    Todo a su debido tiempo. Ahora de memento discrepancias las justas porque lo importante y necesario es   que todos los políticos  remen juntos por el bien de la salud de la ciudadanía. Cuando todo se normalice, hay que pedir responsabilidades a quien competa. No permitamos que ninguno eluda su parte de vergüenza. Y si tienen que rodar cabezas, que rueden. Aunque también debemos ser conscientes que a  todos nos toca, en mayor o menor medida, una parte de complicidad en los fallos que se den  y en sus pavorosas repercusiones.    A  lo que íbamos.    ¿ No me negarán ustedes   el  que resulta  incómodo y sacrificado por las restricciones que soportamos y la privación de libertad el confinamiento?    Pero si todo es en favor de nuestra salud, adelante. Resistamos con paciencia que es la mejor cura en estos casos  y tratemos de hacer todo cuanto sea necesario y esté en nuestras manos.  Además quienes están en primera línea de “fuego”, como son los sanitarios, una especie de “ángeles con bastas blancas, o verdes”, que por nosotros han dado su salud e incluso la vida y cuyo sacrificio es una deuda de gratitud que no podremos pagar nunca,  nos piden a los de la retaguardia, o sea a nosotros, que hagamos lo que la decencia y el sentido común exigen: procurar no aumentarles la carga que ya soportan y a su vez colapsar los hospitales; por tanto, quedémonos en casa. Y en ello estamos:  confinados en nuestras casas, como un ejercicio de responsabilidad, y a su vez tratando lo mejor posible  de "matar el tiempo". Y por supuesto que  también con  la psicosis  y el pánico metidos en el cuerpo por la sobredimensionada información que recibimos sobre la lista de muertos e infectados que cada día va “in crescendo”.  Aunque parece que ya se empieza a ver la luz al final del túnel. Esta claro  las medidas preventivas  de obligada imposición por parte del ejecutivo gubernamental   ya surgen efecto  por que  exponencialmente se van reduciendo la lista de  defunciones y los infectados, en comparación con días atrás. A todos nos resultan bastante  duras y frustrantes  las prórrogas que alargan el confinamiento, pero si al final surten el efecto deseado,    el sacrificio y la angustia  que supone  la cuarenta   no habrán resultado en balde, sino un forma de resistencia pacífica para derrotar al "maldito bicho".  Esa es la esperanza que nos queda  para que progresivamente volvamos a la normalidad y  reconquistemos nuestras vidas cotidianas tras el confinamiento. Aunque me temo que una vez que recobremos la libertad y tengamos cierto control sobre el malnacido virus, ya nada creo que volverá a se como antes. Esta nuestra forma de vida que ha sido paralizada, anulada o derribada de un día para otro no se si se recuperará en su totalidad. Estará lastrada en el futuro por esta pandemia y sus secuelas se perpetuarán, y tendremos que adaptarnos a vivir con ellas; acomodarlas en nuestras cotidianidad psicológica y también en al catastrófico  devenir económico  del país por  que  debido a la paralización casi total de su actividad laboral, la crisis  que va a sufrir la economía de España en un futuro va a ser de órdago porque va a sufrir una crisis sin precedentes. Lo que está bien claro es que  de forma permanente  estas nefastas consecuencias  se quedarán   junto a nosotros  para recordarnos que en su momento resultaron ser como un examen individual, que nos puso a prueba a cada uno de nosotros, aunque a algunos con más intensidad que a otros. Como también puso a prueba todo un modelo de sociedad, cuando se ve y aflora la naturaleza humana.



 

Resulta palmario  que veíamos muy lejanas – en la distancia, pero aún peor, en la conciencia-  las desgracias que sufren los países de Tercer Mundo. Como si nos creyéramos los reyes del universo y por ello fuéramos  inmunes a cualquier  desgracia social de gran magnitud, tal  como la que estamos sufriendo en estos momentos. Pero lamentablemente estábamos equivocados con nuestras prepotentes ideas concebidas por  quienes viven en una sociedad  de la opulencia  y  que se muestra claramente  insolidaria  con las clases más desfavorecidas. Este “mal bicho” que ha aparecido como  fatal sorpresa   ha hecho patente nuestro error  poniendo  a esta misma  sociedad patas arriba y en peligro de “Jaque Mate”. Una sociedad que meses atrás el debate científico que con más expectación seguía era el que debíamos prepararnos para vivir  unos 120 años porque el éxito de nuestra satisfactoria longevidad estaba asegurado. Ahora el coronavirus maldito  ha hecho que     nos  olvidamos de la descabellada y cuestionable idea de longevidad y nos dedicamos en exclusividad  a salvarnos “el pellejo”.  No  tengo  ninguna duda de que esta letal pandemia acabara por obligarnos a parar y reflexionar, a valorar lo cotidiano y también     por cambiar en mayor medida nuestro concepto de vida. Sino lo ha cambiado ya con la máxima urgencia y rapidez por pura necesidad vital. Considerando auténtico héroes   al personal sanitario  que están arriesgando sus vidas por salvarnos, y no los deportistas y demás fantoches que medran en  la Televisión y que trincan todo el dinero habido y de por haber. En mi opinión,  vendría  de perlas el que la mitad de ese dinero que les regalan  por su parasitismo catódico sirviera para aprovisionar a los hospitales  del material sanitario que se necesita a día de hoy  con el fin de salvar vidas. Y de paso en algún que otro hospital público el equipo de enfermería y otros trabajadores  sanitarios por no tener material adecuado,  dejarían de   utilizar   bolsas de basura para evitar ser contagiados. Que horror y qué vergüenza que esto ocurra en un país que gasta a trote y moche en eventos irrelevantes y escatime  invertir  en necesidades de vital importancia.  Vale, puede que resulta pura demagogia mi comentario, pero en estos momentos también resulta  pura y cruda realidad. La situación apocalíptica y extrema urgencia sanitaria así me lo hace ver.   Por otra parte, lo que está bien claro es que de pronto nos hemos dado cuenta que podemos desparecer del mapa a cuenta de una pandemia vírica.  Si sobrevivimos a esta terrorífica pesadilla que  tanta  psicosis genera  nos  y nos restringe la libertad, que nos sirva de lección y tomemos conciencia de nuestra fragilidad.  También   a su vez también nos   sirva para mentalizarnos de nuestras debilidades como sociedad y nuestra fortaleza como personas. Toda lección de vida que podamos sacar resultará de vital importancia a fin de   estar prevenidos contra otro drama de gran dimensión  como el  que estamos sufriendo en estos momentos que ha hecho que surja  lo más generoso y empático del ser humano,  como también su lado más mezquino y despreciable.  A buen seguro que una de las lecciones que vamos a aprender de este  drama humano,  es que no vamos a  permitir  que  el individualismo sea quien domine y a quien confiamos que nos salve, sino  el afán colectivo, porque será quien podrá devolvernos de nuevo un futuro esperanzador  una  vez que hayamos abandonado de forma colectiva la trinchera. Espero y deseo que salgamos con más  más conciencia grupal y solidaria, porque es obvio que ese egoísmo del "sálvese quien pueda", no sirve en esta situación.

                                                       

 
prueba

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