martes, 11 de diciembre de 2018

MANERAS DE JUGAR


 

 

Es evidente que la infancia de hoy en día es muy diferente a la de hace unas cuantas décadas atrás. Esto se debe a que la televisión, Internet, las videoconsolas, y en especial el smarphone, han sustituido aquellas largos y agradables momentos donde la diversión de los niños al aire libre era una práctica constante. Hoy lamentablemente los susodichos momentos  han pasado a mejor vida.  Y me entristece que esto haya ocurrido porque  ha motivado que desaparecieran todos esos juegos clásicos  y saludables que se han practicado desde tiempos ancestrales y que a su vez se fueron transmitiendo  a través de las sucesivas generaciones.   Me estoy refiriendo a juegos como: la comba, el castro,  el escondite, la goma, las tabas, el chorro morro pico tallo,  el corro, las canicas, etc, etc. Estoy convencido que la mayoría de los niños de hoy en día los desconocen.  De ponerlo en práctica algún niño en la actualidad  sería como una  rara avis.  A mi juicio debieran ser los propios padres quienes  tendrían que  inducirles  a practicar    estos juegos tradicionales  con el fin de que no  caigan en el olvido. Pero me temo que a cuenta de   lo supeditados que están los niños  a las actividades escolares y extraescolares,   les falta tiempo para    practicarlos    porque los padres están pensando más en el porvenir de sus hijos, procurando encaminarlos al profesionalismo y al éxito. Por lo cual les trae al pairo al pairo que esta circunstancia conduce a los niños a saltarse etapas de su vida, o se inicien de manera precoz a otras y esto me temo que se manifestará en su carácter durante la adolescencia.   Por otra parte,  dudo mucho que sea por falta de tiempo el no poder ejercitar los juegos, yo diría que más bien por inapetencia o desinterés por  ambas partes.  Desde luego que   los niños para  engancharse  a la tecnología  y pasarse horas sentados delante de la pantalla táctil del ordenador o videoconsola  tienen tiempo de sobra. Por otra parte,    el hábito  de engancharse a la tecnología   para nada resulta saludable porque conduce al sedentarismo y esto inevitablemente  acaba generando obesidad. Una epidemia infantil ésta  que va creciendo exponencialmente por falta de ejercicio y con el agravante de que cada vez adelanta su momento de aparición. Normal que cada vez aparezca de forma prematura si ya con diez años  el regalo más preciado para el niño es el sofisticado teléfono inteligente,  o la table. 

 



Lo que yo personalmente tengo bien claro, es   que gran parte de culpa de que la obesidad infantil vaya en aumento la tienen los padres por  regalar a sus hijos tan perjudiciales  artilugios. Desde luego que en los tiempos de mi lejana infancia, y ya ha diluviado desde entonces, no existía esta problemática de salud infantil porque, aparte de que no podíamos darnos atracones  de grasas saturadas y comida prefabricada, causantes del sobrepeso, como hace la mayoría de  los niños hoy en día,   estábamos todo el santo día en la calle, moviéndonos   de un lado para el otro practicando un sin fin de juegos. Por consiguiente, era imposible que se adhiriera toda esa nociva adiposidad en nuestro cuerpo.  También hay que reconocer  que por aquellos remotos años las calles eran menos peligrosas que ahora, había menos  tráfico y alarmismo social,  y también porque que teníamos unos horizontes limitados. Por esta razón  a  nosotros  no nos  quedaba más alternativa para divertirnos  que ejercitar al aire libre alguno de aquellos tradicionales juegos infantiles.  Pero según mi opinión,  creo que fue un acierto que no dispusiéramos de todos estos complejos artilugios  digitales, porque esta circunstancia incentivó a nuestra imaginación, así cuando lo creíamos necesario, fabricábamos con arte y destreza nuestros propios juguetes. Para este fin, utilizábamos  cualquier tipo de  material metálico o de madera y le dábamos la forma adecuada que nuestra imaginación requería. Cualquier lata de conservas, o caja de cartón, nos servía para elaborar nuestros propios juguetes. No hay duda de que se dio aquella  situación a causa de la incertidumbre y la precariedad   económica y social que   se vivía por aquellas décadas  y que no dejaban más alternativa que la autogestión. Pero también hay que reconocer que este hecho hizo que conociéramos el valor esencial de las cosas y el esfuerzo que a veces suponía encontrar el material adecuado para fabricar un determinado cachivache que necesitábamos para jugar. Obviamente la situación social y económica que se vive en la actualidad nada tiene que ver con la de aquellos inciertos  años a los que me refiero.  A día de hoy estamos en otro contexto económico y social más favorable,  razón por la cual ningún niño  se ve en esa tesitura de tener que  fabricar por imperiosa necesidad sus  propios juguetes.  Además creo que han perdido toda habilidad para cuanto se puede hacer con las manos, pero en cambio son muy expertos en manejar todos los cachivaches digitales que se les ponga por delante, los cuales han modificado su visión sobre las cosas.
 
Quiero que conste que lo aquí expresado  con cierto deje nostálgico, para nada se trata de hacer un juicio de valores,  sino de rescatar del olvido esos juegos tradicionales que se han ido sucediendo a través del tiempo de generación en generación y que por mor de la tecnología ha desaparecido su práctica. También quiero expresar,  que  ni antes era  mejor, ni ahora resulta  peor    la forma  que tienen de  jugar  los niños. Sólo son diferentes,  sin más. En la disyuntiva de tener  que elegir una de las dos,  me quedaría con la forma antigua, no porque la viviera y disfrutara in situ, sino porque a la hora de jugar en grupo  al aire libre pienso que  se crea más camaradería, y  desde luego nada de aislamiento y soledad como es norma común hoy en día. Y en especial porque es una manera de experimentar el mundo que te rodea.   Es un axioma el que      todo   ha evolucionado y por consiguiente es lógico que  haya cambiado las maneras de jugar.   Aunque a veces me da por reflexionar detenidamente  acerca de si toda esta progresiva   evolución que hemos ido experimentando con el transcurrir del tiempo, no se  habrá acabado por convertirse  en involución por hacerse todos sus cambios incontrolables e insalubres   para la salud mental y física del niño. Me parece obvio el que cuando les regalan uno de esos teléfonos inteligente, comienzan a perder su inocencia infantil.  Resulta incuestionable que el mundo de hoy en día ofrece al niño más posibilidades. La cuestión es saber utilizar de forma adecuada  toda esa amplia y variada oferta de juegos digitales que existe en el mercado.  Pero me temo que no se hace. Y en ésta estamos.
 
prueba

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