miércoles, 14 de febrero de 2018

ENAMORAMIENTO

 
 
Parece ser que  la fase  del  enamoramiento suele durar un máximo de cuatro años o en su defecto hasta que aparezca otra persona que nos despierte esa misma pasión romántica. Esto es lo que afirma Georgina Montemayor Flores, académica de la Facultad de medicina de la UNAM  de México. La verdad es que yo  desconocía el tiempo que podría durar esta eufórica sensación que en apariencia resulta eterna.  Pero  se ve que sólo es eterna mientras dura esta  especie de demencia  temporal, que en mi opinión  se hace necesario  entrar y salir de ella porque no creo yo que el cerebro pudiera resistir de forma perenne esta pasión desbocada imposible de embridar y que normalmente acaba siempre por volvernos   ciegos y sordos. Cuando estamos enamorados el sistema hormonal y psicológico entra  en un estado de enajenación y todo nuestro universo personal gira entorno al objetivo de su amor. Por tanto, nos hallamos inmersos   en una sinergia alucinante  en la cual vivimos por y para la persona que se ama. Podríamos perfectamente ponerla el mundo a sus pies sin importarnos un ardite  que el nuestro literalmente se derrumbara. Dicen los expertos en este asunto que cuando estamos enamorados se activan sustancias químicas en el cerebro que ocupan todas las neuronas y no se puede pensar más  que  en    el amado de forma obsesivamente compulsiva.  Razón por la cual a veces quedamos obnubilados  y  con toda probabilidad terminamos evidenciando un comportamiento de lo más estúpido. Y es que cuando estamos viviendo tan eufórica afectividad,   tenemos tendencia a idealizar a la persona que amamos y a su  imagen tratamos de moldear como si de un trozo de arcilla se tratara, todo por conseguir  que se acomode a nuestras necesidades afectivas.   Luego sin en el devenir cotidiano no se aproxima a esa imagen concebida nos llevamos una gran decepción con consecuencias desagradables.   Es obvio que mientras se siga idealizando al amado, continuaremos experimentando el subidón espectacular y transitorio de las correspondientes hormonas   que nos proporcionan alegría pletórica.  Pero como ya he comentado con fecha de caducidad, porque una vez transcurrido ese tiempo científicamente comprobado,  este conjunto de hormonas dejan de estar activas. Por consiguiente se interrumpe esa atracción impulsiva   responsable de  que el  amor apasionado se asemeja a una droga muy aditiva, que entre otros efectos nada propicios, hace que disminuya nuestra productividad y se incremente la estupidez. 
 

 
 
Hasta las personas más brillantes acostumbran a perder la compostura cuando están enamorados.  Como se ve nadie se libra de esta demencia pasajera porque el amor  romántico puede  acabar siendo tan fuerte como el impulso de ingerir alimentos o como  tener sed. ¿Pero que ocurre cuando este afecto impulsivo como es el enamoramiento acaba  desapareciendo?  Puede que una vez se  difumine esa venda invisible que impedía ver  todas  las miserias que el amor muestra cara  a la cruda  realidad,  nos llevemos un enorme desengaño por el hecho de que a la persona que tanto estuvimos idealizando le habíamos atribuido cualidades excelentes de otra persona que en realidad no existían.   Este es el peligro  que se corre cuando ensalzamos al amado según le conviene a nuestra fantasía. También debemos reconocer que nunca se ama a una persona igual cuando comienza la relación que una vez que hayan transcurrido diez o veinte años. Al principio lo normal es que el conjunto de hormonas y sustancias químicas que ocupan el cerebro, y metafóricamente el corazón,  estén es su máxima  placidez enamoradiza,  luego con el transcurrir del tiempo por lógica tienden a disminuir y a evolucionar hacia un amor más sosegado y más auténtico. Como también más generoso el cual no permite la posesión del otro. No hay duda de que resulta bastante arduo y complejo pasar del enamoramiento al amor porque en el camino  van surgiendo infinidad de desilusiones y obstáculos que supondrán una prueba de fuego para consolidar el amor. A mi juicio   sentir por el amado una pasión frenética no requiere mucho esfuerzo, tan sólo dejarse llevar por los impulsos;  lo complicado viene cuando es preciso   indagar  en tu interior para saber si verdaderamente le quieres o no. Como es lógico la manera de amar evoluciona y es necesario adaptarse a su normativa para que una vez terminado el exaltado  enamoramiento la relación de pareja no  acabe rompiéndose por culpa de   lo que  antes creíste ver   maravilloso  ahora en cambio se te hace insoportable. La mayoría de veces el problema del desamor en una pareja viene precedido por el grado   de idealización  con que se ama a  la otra persona. Cuando ese grado de idealización es sublime se corre el riesgo de que la decepción sea grande y a consecuencia de ello    la  convivencia se haga imposible y termine de muy malas maneras. Está claro que si no logramos aceptar tanto  las virtudes como los defectos por igual de la persona que amamos y compartimos nuestra vida no seremos capaces de sostener felizmente una  relación en pareja y por tanto el amor acabará desapareciendo. Aconsejan evolucionar juntos porque no resulta nada positivo callar los desacuerdos por temor a lastimar al otro.   Y sobre todo lo que se debe  tener muy en cuenta es que en los pequeños detalles de la vida diaria es donde se fragua el verdadero amor.  Esta circunstancia es probable   que nos salve del  desamor y ya se sabe lo que el desafecto conlleva, sobre todo  si tras la ruptura queda resquemor: el odio y la vendetta están servidas.   Aunque también puede que  cuando el amor por principio nos hace perder la libertad y nos vuelve dependientes de otra persona, el desamor acaso nos libera.
 
 
 



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