REFLEXIONES DISPERSAS (Diciembre)
Derroche energético.
Es costumbre de que cuando alguien se muestra contrario a la celebración de un evento festivo, se le tilde de aguafiestas, y cuando no, se le adjudica el epíteto de ser un amargado que le molesta todo por no querer seguir al rebaño. Pero a uno le trae al pairo que le cataloguen de esta forma, cuando los principios que mantiene cree que son los correctos porque ensalzan valores intrínsecos como son la justicia y la empatía. Este comentario viene al caso del encendido de luces de Navidad que por estas fechas se observa a lo largo y ancho de las diferentes ciudades y pueblos de la geografía hispana. Todas esas luces de Navidad, tan resplandecientes que representan la celebración y el consumismo en estado puro y que parece que te prometen la felicidad instantánea. Se trata de un fastuoso espectáculo de luces y colorido que te obnubilan la razón por tanto brillo, pero que tienen su contratiempo como es el derroche monumental de energía. Y en estos tiempos con tanta crisis energética y climática representa una problemática ambiental y social de dimensiones estratosféricas. Y a su vez, una palmaria injusticia por ese derroche energético, cuando hay informes recientes que indican que entre el 17% y el más del 20% de los hogares españoles no pueden calentar sus viviendas adecuadamente durante el invierno, lo que afecta a millones de personas y tiene consecuencias físicas y psicológicas. O sea, que las calles de la urbe adornadas con radiantes lucecitas que consumen a troche y moche energía, pagada por los contribuyentes; en cambio, hay millones de personas “muriéndose de frío” por no poder pagar las facturas de la luz. ¡En que sociedad más hipócrita y egoísta vivimos, la verdad! Como para que te importe mucho el que te cataloguen de aguafiestas, o amargado, por denunciar tanta injusticia. Lo que deja bien a las claras este espectáculo luminoso es que la Navidad resulta ser una época donde el exhibicionismo de su abundancia se convierte en un periodo de fustracciones y exclusión social para quienes carecen de recursos y están condenado a sufrir hasta el extremo su condición de pobres de solemnidad.
Desigualdad.
Vamos a ver que yo lo entienda, y quienes vayan a leer el texto que ahora escribo, lo mismo Bien, resulta que la mujer de comportamiento sexual compulsivo está catalogada como ninfómana, que viene a ser algo así como un trastorno de hipersexualidad. Una catalogación palmariamente negativa
esta conducta sexual incontrolable, no hay duda. En cambio, si es el varón es el “hipersexual” el típico “pichabrava” como son conocidos popularmente estos individuos se le felicita por que se cree que es un gran éxito sus interminables conquistas sexuales. Obviamente si ambos son la misma moneda de nuestra moral sexual de toda la vida, entonces, ¿Por qué esa distinción que premia con éxito al varón, por contra se condena a la mujer? Ancestral machismo veo yo en todo este repulsivo asunto. Según he leído, la mujer ninfómana fue una invención médica, algo así como una excusa refinada para hacernos saber que no le gusta fornicar, lo que pasa es que está enferma. Pero hete aquí que al varón con carnet de fornicador no ha necesitado nunca diagnostico alguno. Su condición “donjuanesca” viene de fábrica. Lo triste de todo esto, es que al comportamiento de la supuesta adicción sexual compulsiva de la mujer está condenado a tratamientos de psicoterapia a fin de revertir la situación; en cambio al varón todo son parabienes y engreído pavoneo. Al final uno llega a la conclusión de que con toda impunidad, sexualmente el varón de epíteto conquistador tiene licencia para el “aquí te pillo aquí te mato, y la mujer con la obligación de justificarse por practicar lo mismo para evitar castigos punitivos. Luego para que venga el maldito negacionista de turno y nos diga que el machismo es pura invención feminista. ¡Anda y que te den!
Personas.
Tenemos la mala costumbre de catalogar como rara la persona que tiene tendencia a actuar desinteresadamente en beneficio de los demás. Sin consideración alguna le decimos: Pareces “tonto”¿no te das cuenta que se están aprovechando de ti? Para mí desde luego que de tonto no tiene nada; más bien todo lo contrario: generosa y gratificante sabiduría. Además tienen un conocimiento superior de cómo es necesario que prospere un mundo beneficioso para la humanidad. Su forma desinteresada de obrar en bien de la humanidad les proporciona mayor felicidad interior que al resto. Y es que dar sin pedir a cambio nos aporta placidez y nos enriquece día a día, cuánto más das más tienes, más recibes. No hay duda de que son personas que quieren dejar un legado de empatía y generosidad en su entorno. Resulta evidente el que cuando muramos vamos a encontrarnos con tres tipos de personas: los que dejaron este mundo mucho peor de lo que estaba, los que lo dejaron prácticamente tal como estaba y los que lo dejaron mucho mejor de lo que estaba. Por tanto, debemos plantearnos cual de esas personas queremos ser y actuar a conciencia. No hay más alternativa.
