Corruptos.
Uno trata lo menos posible de hablar de los políticos por hartazgo, o pereza, y sobre todo para no cabrearme en demasía, pero resulta imposible el no hacerlo por causa de toda esa basura política que vomitan los medios de información, los cuales nos ponen a la orden del día lo último de las cloacas del congreso de los diputados con su hedor correspondiente. Lamentablemente esto de la corrupción política es un suma y sigue, como ese “malévolo cuento de nunca acabar.” Y es que esos dos “pájarracos de mucho cuidado” vinculados otrora al Pesoe, con cargos de altura, es una constante el salir a la palestra de los medios de comunicación por el escándalo de turno. Me estoy refiriendo al ex ministro de transportes, José Luis Ábalos y su entonces asistente Koldo García. Acaba de salir la noticia de que estos dos sujetos con sus tejes y manejes andaban metidos en pagos sin respaldo documental: dinero en negro, que era introducido en sobres. Se trataba de billetes a los que bautizaron con un lenguaje personal convenido con nombres como: “chistorra”(500), “soles”(200) y “lechuga” (100). Me recuerda este asunto aquel otro de años atrás con el tesorero del Pepé, el proscrito Luis Barcenas pagando sobresueldos en dinero negro a altos cargos del partido, incluido al presidente de entonces Rajoy. Se ve que la corrupción en forma de dinero negro seduce a ciertos individuos de cualquier índole política que está cercano al poder. Lo que resulta palmario es que cada caso de corrupción que aflore y esté relacionado con el gobierno de Sánchez, es dinamita en manos de la posición para hacerla estallar. Porque ya sabemos que toda la chusma política quiere el poder a cualquier precio; en cambio del trabajar al servicio de los ciudadanos, o del país, huyen como de la peste. Solo priorizan sus intereses personales y los del partido que les resguarda.
Tenpus fugit.
Dejó escrito el ilustre poeta Antonio Machado, aquello de "que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar". Efectivamente que vamos pasando, y a su vez, dejando huellas a lo largo de este nuestro recorrido por la vida. Como también vamos dejando ausencias, sueños imposibles, amores perdidos; lo mismo que vamos dejando pasado, al que nunca dejamos relegado en el olvido, sino guardado en la nostalgia. De vez en cuando acudimos a ella, y encontramos momentos que nos llevan a lugares lejanos, de los que nunca volvemos, porque nuestra esencia permanece allí eternizada, máxime si en ese lugar está la génesis de nuestra vida. Y seguimos pasando, en ese inevitable tempus fugit para hacernos sentir que el tiempo es inaprensible, no puede detenerse ni hacerse retroceder. Por tanto, sería provechoso tener siempre muy presente el Carpe Diem; ya saben: tratar de vivir el momento, disfrutar del instante que es fugaz el tiempo. Porque resulta evidente que aquí estamos tod@s de paso, mientras más momentos felices podamos disfrutar, con mayor agrado notaremos la sensación de haber aprovechado el tiempo de vida que nos ha tocado vivir. Ya se que hoy en día vivimos de sobresalto en sobresalto, por causa de que el mundo es un verdadero drama, pero aún así, es necesario apostar siempre a favor de disfrutar el momento, vivirlo con intensidad, porque ni el tiempo, ni la vida esperan
Amor y odio
Me resulta totalmente incuestionable el que la vida de las personas que han estado en contacto con nosotros, con sus defectos y sus virtudes, y que fallecen se quedan en la memoria de los que aún permanecemos vivos. Tantos aquellos que hemos amado, apreciado, o tenido respeto; como a los que hemos odiado o nos han caído tan horrorosamente mal que han resultado ser como ese dolor que por desgracia llega a nuestra vida, no de paso, sino para quedarse de forma permanente. Tal como índico, todas estás personas muertas y que han estado vinculadas por desigual motivo a nosotros, se quedan en la memoria, pero obviamente el sentimiento y el recuerdo hacia cada uno de ellas por pura lógica es diferente. Aquellos a quien hemos profesado amor recíproco, permanecerán por más tiempo en la memoria, y con toda seguridad trataremos de continuar pronunciando emocional y cariñosamente sus nombres a fin de que no se mueran del todo. En cambio, a quien nos empuja un sentimiento de animadversión a la hora de recordarlos por circunstancia nada agradables, intentaremos pasar página en la memoria con el fin de que lo antes posible caigan en el olvido. Aunque hay que reconocer que, a nuestro pesar, nunca lograremos que desaparezcan definitivamente de nuestra memoria esos repentinos intervalos que los rescata del olvido y hará que revivamos lejanos momentos desapacibles por que la vida nos podrá de forma inevitable en esa tesitura. Para nuestra tranquilidad, esas personas serán más pasto del olvido que del recuerdo. Porque estoy convencido de que tanto en la vida como en el más allá, el amor tiene el potencial suficiente para prevalecer sobre el odio. Por suerte el amor donde esté continuamente es el único que podrá salvarnos de todos lo infortunios que el destino nos tenga reservados. El rencor incluido.