Es
una evidencia el que la supervivencia de las pequeñas tiendas de barrio es cada
vez más difícil. Para corroborarlo sólo es cuestión que te des una vuelta por la ciudad o pueblo donde vives. Seguro que podrás ver ese
desolador paisaje que muestra un sin fin de comercios cerrados. Esta misma semana yo he
podido omprobar in situ como habían
cerrado dos establecimientos cercanos a
donde yo vivo; se trata de una frutería y una tienda de dietética. Pero como
este hecho es una realidad cotidiana, ya ni te das cuenta del influjo imparable de sus cierres. Miro el susodicho paisaje y me transmiten una descorazonadora
visión todos esos locales, donde otrora fueron utilizados como: panadería, tienda de golosinas, taller de reparación de bicicletas, papelería, etc. y ahora están echadas
sus persianas y en sus escaparates cubiertos de polvo se ven pegados los típicos cárteles de : Se
vende, Se alquila, Se traspasa. La mayoría de ellos indicando un determinado número de teléfono que corresponde a una inmobiliaria. Carteles que ya han perdido su color por el tiempo que
llevan allí adheridos anunciando un
imposible porque nadie parece interesarse por ellos. No se
a ustedes que sensación les causa esta circunstancia, a mí personalmente me produce mucha
tristeza. Porque las tiendas, o pequeños comercios animaban la calles y al barrio lo vestían
de un un colorido especial . Ahora con el cierre progresivo de
esos comercios la vida de los barrios parece que progresivamente se apaga y ese
colorido especial que antes brillara, ahora se muestra con tonos grisáceos. El color de la
desolación y el olvido campea en sus aceras como un presagio oscuro de algo que ya será arduo de que vuelva. Resulta palmario que la
desaparición progresiva del pequeño comercio
ha cambiado la fisonomía de las ciudades. Y lo triste de todo esto es que este fenómeno de su desaparición parece
que tiene pocos visos de disminuir, creo que más bien lo
contrario porque es una tendencia que va en aumento. Según un informe de la UATAE se
prevé que cuando finalice el año
en curso aproximadamente unos 13.000
pequeños comercios cerrarán. No debiera sorprendernos esta elevada cifra
de comercios que al final de año echen su cierre porque están en caída libre,
razón por la cual 22 tiendas cierran de media cada día en España desde julio de
2015. Así que hagan sus cálculos y multipliquen, verán como es una triste
realidad la cifra indicada. Aparte del desolador
vacío que queda en los barrios con el cierre de los pequeños comercios, supone
también una pérdida de empleo y una cotización menos a la Tesorería de la
Seguridad Social de este sector que supone el sustento del veinticinco por ciento de los trabajadores autónomos.
No
hay duda de que estamos siendo testigos directos de cómo el pequeño comercio está en
caída libre. Y la causa de su
exponencial derrumbe se debe a que no
pueden competir con los precios y los horarios de los hipermercados, o grandes
superficies. Con lo cual los nuevos hábitos de la clientela es el de trasladarse a
a los grandes centros comerciales que están normalmente ubicados en la periferia de las urbes y son controlados por marcas y
franquicias multinacionales. En estos
lugares, que a mi personalmente me parecen auténticos santuarios del consumismo , es donde a día de hoy las personas se concentran para hacer sus
habituales compras. Allí dentro
suelen ser atendidas
por dependientes cuyo trato en mi
opinión, subjetiva por supuesto, es más bien impersonal. Nada que ver con el trato que se recibe en los pequeños comercios. En
estos no hay duda de que resulta más amable por el hecho de que el comerciante conoce al dedillo a sus clientes
de toda la vida y sabe perfectamente que cuidar de ellos es su mejor estrategia
de marketing. Pero a veces esa amabilidad en el trato con la clientela no es
suficiente reclamo para comprar en las
tiendas del barrio. La comparación de los precios, al margen de la calidad, es
quien se impone,
máxime en la actualidad, que a causa de
los exiguos salarios o pensiones que
entran en la mayoría de los
hogares se dispone de una economía doméstica de supervivencia; razón por la cual se adquiere el producto más barato por pura necesidad. Lamentablemente a día de hoy no es sólo contra las grades superficies comerciales con
quienes tienen que batallar de manera
desigual las tiendas de barrio, sino contra algo tan omnímodo como resulta ser la
compraventa de productos y servicios por Internet. Resulta como un tsunami los
portales de Amazón o Alibaba por que se llevan por delante todo cuanto
encuentran a su paso, dejando a su paso un rastrojo de cadáveres, que no son
otros que las víctimas del sector del pequeño comercio. La problemática que se le presenta a día de
hoy a estas pequeñas tiendas de barrio es de ardua solución y las perspectivas de futuro que se les presentan son totalmente desfavorables. Ante esta profunda y perjudicial crisis, los protagonistas deberían reagruparse para llevar a cabo nuevas
estrategias que posibiliten hacer un
frente común cuya finalidad sea protegerse de la voraz competencia y también de un sistema
que parece haberse ideado para acabar con
un método tradicional a fin de que las
grandes estructuras mercantilistas se beneficien. Pero esto
es lo que demanda una
sociedad cada vez más digitalizada y global, con una clientela superexigente
que impone unas reglas muy duras, como es la competencia desleal, para quines son propietarios de pequeños
comercios. Unas reglas que palmariamente la mayoría de esos propietarios no
pueden hacer frente, por tanto la única alternativa que les queda, o se les
obliga por razones obvias, es la de echar el cierre, para así dar la mayor credibilidad a ese atinado refrán que dice : "El pez grande se come al chico". Desgraciadamente el mensaje de este proverbio es la dura y cruel realidad que viven todas esas tiendas de barrio que a día de hoy se van a la ruina y no se renuevan.
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