Es
una realidad evidente el que a diario los medios de información masiva
nos llenan la cabeza con titulares
aterradores sobre violaciones, asesinatos corrupciones estafas…Se trata de acciones llevadas a
cabo por gentuza de la peor ralea y que,
por causa del perverso morbo que caracteriza de forma generalizada
al humano, tienen
un gran tirón y son las que más venden. Y en mi opinión, subjetiva
por supuesto, las empresas periodísticas
más que informar sin interesada astucia, lo que persiguen es el lucro por toda esa sobredimensionada información que emiten acerca de este tipo de horripilantes sucesos. No hay duda de que esto indica que nos hemos vuelto excesivamente
morbosos, como si deseáramos que estos horribles sucesos ocurran para satisfacer nuestra enfermiza morbosidad.
Por otra parte, respecto a este asunto de las personas que llevan en los genes implícita su maldad, la psiquiatría tiene amplios conocimientos y
por eso sabe perfectamente reconocerlos. Y es que existen muchas personas que tienen un fondo execrable por naturaleza, la mayoría de veces debido a
que ha sido moldeada
por su educación, su vida, su entorno, etc. Pero a mi modo de ver, creo que al final no es imprescindible el tener unos mínimos conocimientos de psiquiatría para acabar
detectando a este tipo de sujetos y su nivel de perversión. Se les ve venir de lejos. Pero está claro que a
pesar de que abunden los titulares sobre las malas personas, tengo el pleno
convencimiento de que existe mucha más gente buena que malvada. Solo que la
malvada tiene mayor prensa y desgraciadamente los medios de comunicación, por
razones o intereses espurios, tienen la horrible costumbre de hacernos eco solo
de lo malo, lanzando mensajes a una opinión pública anestesiada e inmune al dolor. Y las malas personas son una minoría,
lamentablemente muy ruidosa, pero no dejan de ser una minoría. Lo triste de esta situación es que esa
minoría de malnacidos resultan ser muy perniciosos y hacen muchísimo daño a la sociedad en general. Por suerte las leyes
ayudan dentro de su competencia a neutralizarlos, aunque
por desgracia no es garantía de su erradicación. Y es que como dice el refrán: "Bicho malo nunca muere". Por ende, estamos condenados a
convivir de manera permanente con la
execrable maldad de todos estos malditos tiñalpas.
El consuelo que nos queda, tras la evidencia de que es imposible que desaparezca esta mala gentuza, es saber que estamos
rodeados de muchas más personas buenas que malas. Gente de buena voluntad y
corazón inmenso que intentan ayudar a
los demás, con un simple y pequeño gesto. Que acostumbran a actuar en beneficio de otras
personas, y si se da el caso en favor de los animales, pero siempre sin ningún interés personal,
simplemente por el hecho de hacer sentir al prójimo, feliz, seguro y querido. Lo
que pasa es que las personas buenas
normalmente por “motu propio” se hacen invisibles. Nunca salen en las noticias; suelen evitan a toda costa ser los protagonistas de la prensa o
la Televisión. Son
personas calladas, que actúan en silencio, y siempre procurando el beneficio
del prójimo a través de acciones humanitarias. No acostumbran a proclamar lo mucho y
bondadoso que hacen por los demás. No suelen llevar metafóricamente una
pancarta, porque la bondad no la
necesita, ni sabe de ella. La bondad es discreta y siempre va envuelta en
humildad y sencillez, razón por el cual las buenas personas saben más de gestos benefactores que de palabras vanidosas. A mi juicio,
muchas veces aunque los veamos como
personas normales, pueden ser perfectamente
héroes anónimos de buena voluntad
y corazón inmenso. Sobre todo cuando por
algún gesto excepcional pueden cambiar el mundo. Saber que convivimos con esta clase de personas, verdaderamente maravillosas que siempre están dispuestas a mostrar su lado empático,
hace que nos reconciliemos con el ser humano. La bondad que estas personas
acopian dentro de su corazón puede hacernos concebir la idea de que todo aún no está
perdido. Apuntaba Charles Robert Darwin, que la esencia del ser humano, de
su evolución, es la bondad. Estoy
totalmente de acuerdo con las palabras de este celebérrimo naturalista inglés
porque en mi modesta opinión, la bondad genera una pulsión positiva que evolucionan hacia un
estadio optimista; en cambio la maldad más bien genera una propulsión involutiva de claro retroceso hacia lo negatividad. Lo que también debemos tener en cuenta es que ser
bondadosos, empáticos y compasivos, es un proceso que empieza por nosotros
mismos, sigue por las personas de nuestro entorno más cercano y puede llegar
incluso a alcanzar a aquellas personas que por alguna casualidad no nos caen del todo bien.
Lo que tampoco quiero pasar por alto es el hecho de que, tal como está montado a día de hoy este
sistema capitalista, donde predominan los valores de la competividad y la falta
de principios empáticos, el hermoso valor de la bondad digamos que va a
contracorriente y no encaja con esos principios de competitividad extrema y carencia de empatía. Porque según mi criterio, la personas bondadosas
en apariencia resultan algo ingenuas y no
se hasta que punto esta supuesta ingenuidad se aleja de la absorbente competitividad que
requiere el sistema actual. Hago este comentario,
basándonos en las normas que
rigen a esta sociedad donde impera la ley del más fuerte y también donde habitualmente
la grandeza de una persona no se valora precisamente por la bondad que pudiera atesora en su corazón, sino más bien por su capacidad
competidora y la jerarquía de su
status personal.