Realmente me deja desconcertado a
los extremos que puede llegar una persona amante del reino animal. Que autenticas excentricidades cometen por un supuesto enamoramiento enfermizo que llegan a sentir por su mascota. La razón de este
comentario viene a raíz de una información que leí días atrás y que
guardaba relación con uno de los mayores iconos de la alta costura; me estoy
refiriendo al diseñador de moda alemán, Karl Lagerfeld,
considerado como uno de los más influyentes de la
mitad del siglo XX y que falleció a principios de este año. Pues bien, este
señor hasta después de su fallecimiento mostró una devoción hasta el infinito
por su queridísima mascota, que no fue otra que una gata de raza birmana. A este felino el celebérrimo y multimillonario modisto
volcó todo su amor los últimos años de su vida. Un amor que a mi juicio llegó a
rozar la excentricidad integral porque en cierta ocasión este sujeto comentó que le hubiera gustado contraer matrimonio con
su gata bimana, pero como no estaba legalizada la unión no podía hacerlo
posible. Oiga, patético. No tengo noticia alguna si habló también de la noche de bodas. En el supuesto de haberlo comentado, allá que cada uno personalmente escenifique la noche de bodas desde su propia imaginación. Pero bueno, a pesar de
lo estrambótico que pueda resultarnos esta situación la cual aparenta que el diseñador y el
felino solo fueran “pareja de
hecho”, lo que resulta axiomático es que a cuenta del amor patológico que le profesaba su dueño, el felino birmano
vivía a cuerpo de rey. Acostumbraba a viajar en avión privado y a la hora de
comer se sentaba en la misma mesa que su dueño y comía en vajilla de plata;
además disponía las veinticuatro horas
del día de dos asistentes que se encargaban de satisfacer todas sus
necesidades. Nadie me negará que “Choupette”, este es el nombre de la gatita
birmana, no vivía una vida idílica. Pero no queda aquí la cosa ya que es toda
una estrella de las redes sociales. Además una influencer que cuenta con
tropecientos mil seguidores entre Twitter e Instagran. Me resulta patético que tantísimas personas
sigan las peripecias virtuales de una simple gata. En fin, que la estulticia humana no tiene ni límite, ni remedio. Pues bien, el felino de marras, que ya contaba con una fortuna propia aproximadamente de tres millones de dólares, conseguida por su marca de vino, su línea de
maquillaje y campañas publicitarias, ahora la va a ver ampliada de forma
descomunal con los cerca de
150 millones de dólares que como herencia le ha dejado su dueño a la minino, a la cual consideró siempre como “el amor de su vida”
Así como lo oyen: toda esa ingente
fortuna para la gatita Choupette. Aunque no se...si ha dejado su fortuna a una gata algún vacío legal habrá ahí. No creo que tan gilipuertas fuera el individuo. ¿ No creéis que estando en la jet de la falsedad y la hipocresía como estaba el insigne modisto no sabía que cuando la palmara como chacales se lanzarían a por su fortuna? Esto de que heredara su gata no fue más que una artimaña para que no tocara ni dios su fortuna. Y me parece que funcionó. Eso creo yo.
Por otra parte, según mi criterio, por mucho ifluence que sea y por muchos miles de seguidores que cuente en las redes sociales el minino, nunca dejará ser simple y llanamente un animal. Y en mi opinión es como debió ser siempre tratado como tal. Considero que están demás todas las extravagancias que se perpetren contra cualquier animal; la mayoría de veces por tratar de humanizarlos y esta conducta considero que es atentar contra sus propios derechos. Pero al margen de esta supuesta violación contra los derechos del susodicho felino, está claro que cada individuo es dueño de hacer los que le plazca con su propio dinero, y gastarse los cuartos como le sale de los cataplines. Yo no soy quién para echarle en cara a nadie cómo, o con quien se debe gastar su dinero; pero tal como está el mundo Facundo, con toda esa interminable legión de desesperados y hambrientos que se juegan la vida de forma constante como una huída hacia delante, a través de concertinas, pateras, muros, fronteras... pues bien les podría beneficiar esa inmensa fortuna de dinero que el excéntrico modisto lega a su gata birmana. Pero lamentablemente no ha sido este el caso, con lo cual este necesario gesto solidario ha brillado por su ausencia y toda esa legión de harapientos continúan sin tener un sitio donde caerse muertos. Por mucho que apeste a demagogia, o populismo que tan de moda está en la actualidad y en ocasiones se le alude en plan peyorativo, lo que acabo de expresar, es la pura y cruda realidad y como yo muchas personas pensarán lo mismo: que aparte de una extravagancia perpetrada por un individuo excéntrico, les parecerá una palmaria iniquidad. Pero por desgracia las grandes injusticias a lo largo de las historia de la humanidad se han ido sucediendo una tras otra. ¡Y lo que te rondaré, morena!. En una sociedad distópica como a mi juicio considero que resulta la actual y donde los algoritmos controlan nuestra vida, y el egoísmo y la falta de toda empatía predominan, no es de extrañar que predomine la iniquidad de forma permanente. Por esta razón surgen individuos como este tipo, que su egoísmo y su egolatría, por muchos que quiso hacernos ver que amaba incondicionalmente y sin límite a su gato, no dejó de ser un ejercicio ególatra de autoveneración. Y para mí desde luego una estupidez supina en toda regla el legar tan inmensa fortuna a su gato. ¡Ay si levantara la cabeza el ilustre genio y científico alemán, me estoy refiriendo a Albert Einstein, que dijo : “Hay dos cosas infinitas el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. A ciencia cierta estaba seguro que la estupidez resultaba infinita, y con toda probabilidad esta frase la escribiera a finales del siglo diecinueve, o principios del veinte y ya intuía lo imperecedera que resultaba la estupidez en el ser humano. Tal como indico, de levantar la cabeza de ipso facto volvería a su tumba para no ver in situ la gran estulticia que a día de hoy predomina en todos los sectores de la sociedad, o el mundo en general. Como también de la vida en particular de cada individuo. Un ejemplo obvio es el personaje del que hablo en este texto, que hizo de su mascota el centro del universo, y cuya manera de actuar me perece que está sujeta un poco a decisiones propias de enfermos mentales que mueren en la misma soledad en que vivieron toda su vida. Por estas razón, nunca debiéramos criticarlos, sino más bien compadecerlos.
Por otra parte, según mi criterio, por mucho ifluence que sea y por muchos miles de seguidores que cuente en las redes sociales el minino, nunca dejará ser simple y llanamente un animal. Y en mi opinión es como debió ser siempre tratado como tal. Considero que están demás todas las extravagancias que se perpetren contra cualquier animal; la mayoría de veces por tratar de humanizarlos y esta conducta considero que es atentar contra sus propios derechos. Pero al margen de esta supuesta violación contra los derechos del susodicho felino, está claro que cada individuo es dueño de hacer los que le plazca con su propio dinero, y gastarse los cuartos como le sale de los cataplines. Yo no soy quién para echarle en cara a nadie cómo, o con quien se debe gastar su dinero; pero tal como está el mundo Facundo, con toda esa interminable legión de desesperados y hambrientos que se juegan la vida de forma constante como una huída hacia delante, a través de concertinas, pateras, muros, fronteras... pues bien les podría beneficiar esa inmensa fortuna de dinero que el excéntrico modisto lega a su gata birmana. Pero lamentablemente no ha sido este el caso, con lo cual este necesario gesto solidario ha brillado por su ausencia y toda esa legión de harapientos continúan sin tener un sitio donde caerse muertos. Por mucho que apeste a demagogia, o populismo que tan de moda está en la actualidad y en ocasiones se le alude en plan peyorativo, lo que acabo de expresar, es la pura y cruda realidad y como yo muchas personas pensarán lo mismo: que aparte de una extravagancia perpetrada por un individuo excéntrico, les parecerá una palmaria iniquidad. Pero por desgracia las grandes injusticias a lo largo de las historia de la humanidad se han ido sucediendo una tras otra. ¡Y lo que te rondaré, morena!. En una sociedad distópica como a mi juicio considero que resulta la actual y donde los algoritmos controlan nuestra vida, y el egoísmo y la falta de toda empatía predominan, no es de extrañar que predomine la iniquidad de forma permanente. Por esta razón surgen individuos como este tipo, que su egoísmo y su egolatría, por muchos que quiso hacernos ver que amaba incondicionalmente y sin límite a su gato, no dejó de ser un ejercicio ególatra de autoveneración. Y para mí desde luego una estupidez supina en toda regla el legar tan inmensa fortuna a su gato. ¡Ay si levantara la cabeza el ilustre genio y científico alemán, me estoy refiriendo a Albert Einstein, que dijo : “Hay dos cosas infinitas el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. A ciencia cierta estaba seguro que la estupidez resultaba infinita, y con toda probabilidad esta frase la escribiera a finales del siglo diecinueve, o principios del veinte y ya intuía lo imperecedera que resultaba la estupidez en el ser humano. Tal como indico, de levantar la cabeza de ipso facto volvería a su tumba para no ver in situ la gran estulticia que a día de hoy predomina en todos los sectores de la sociedad, o el mundo en general. Como también de la vida en particular de cada individuo. Un ejemplo obvio es el personaje del que hablo en este texto, que hizo de su mascota el centro del universo, y cuya manera de actuar me perece que está sujeta un poco a decisiones propias de enfermos mentales que mueren en la misma soledad en que vivieron toda su vida. Por estas razón, nunca debiéramos criticarlos, sino más bien compadecerlos.
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