Me
resulta verdaderamente indignante el que los medios de comunicación, en especial la Televisión tanto la pública
como la privada, hagan de las desgracias humanas un circo mediático. Como se ceban con
las tragedias, sobre todo si las víctimas son niños, para ganar índice de
audiencia que les reporte grandes
beneficios. Que falta de respeto hacia el menor y que manera de banalizar una muerte. Y esto fue realmente lo que
sucedió días atrás con el dramático
accidente de Julen, el niño de Totalán (Málaga) que cayó a un pozo y cuyo
trágico desenlace final sobradamente conocéis por la sobredimensión informativa
que se le dio a este caso. En parecidas circunstancias desplegaron su amplia
cobertura informativa estos medios de
intoxicación masiva hace
aproximadamente un año, con la desaparición y muerte de Gabriel Cruz, el niño almeriense de Nijar que murió a manos
de la infanticida Ana Julia Quezada. Por
lo que se ve, los dramáticos casos en
que está envuelto un niño, por esa empatía y
apesumbrado sentir generalizado que espontáneamente surge, dan mucho juego
televisivo. Hay que ser muy miserable para tratar de conseguir el mayor
share posible de audiencia empleando ese
mezquino y deshumanizado amarillismo sin
freno ni escrúpulo y que tanto gusta, o engancha, a la masa. No hay duda de que se trata de un sensacionalismo
lucrativo puro y duro. Porque ya se sabe que ,
cuanta más suba la audiencia, las
empresas apostarán más para que sean publicitadas en los intermedios
correspondientes y eso les supone
obligatoriamente tener que pasar por caja. Resulta
ignominioso y vomitivo el que los medios de
información hayan convertido a la
tragedia como un sucio negocio. Entran como un elefante en una cacharrería sin respetar el que los familiares de la víctima sobrelleven el dolor en la más estricta intimidad.
A mi personalmente me causa mucha tristeza e indignación ver como
la televisión se sitúa en el centro de la noticia de cualquier trágico accidente para acabar convirtiéndolo interesadamente en
una especie de reality show mediático. Mucho despliegue de noticias sensacionalistas y entrevistas
a cualquier persona que tenga algún vínculo familiar con la víctima por parte de esos periodistas carroñeros que sólo buscan exprimir el morbo y no aportan información alguna. En
definitiva se trata todo ello de relatos repetidos hasta la saciedad que tantas
veces no aportan novedad alguna y que a la postre no es más que auténtica
carnaza para que sea devorada por esa audiencia "abuitrada" que tiene unas tragaderas sin fondo y que siempre está ávida del morbo y el sensacionalismo catódico.
Otra
especie de pan y circo que desgraciadamente viene repitiéndose una y otra vez,
siempre a costa del sufrimiento de personas anónimas que sin comerlo ni beberlo
alimentan al monstruo, el cual se exhibe en toda su crudeza, desprovisto de
sentimientos puros. Siempre con su condición egoísta, y cuando no demagoga, y
por supuesto al cien por cien lucrativa. Y lo lamentable de todo ello es que a ese monstruo una gran mayoría se somete
y sucumbe a la
manipulación que ejerce este periodismo repugnante, aún conociendo sobradamente
que son capaces de actuar así únicamente con el propósito de lograr una noticia y perpetuarse hasta
sacar el mayor jugo posible de ella. Cuando tienen un hueso entre los dientes no paran de roerlo hasta dejarlo limpio. Todo este vergonzoso espectáculo me
recuerda a esa mítica película escrita y
dirigida en 1951 por Billy Wilmer
y que tan magistralmente interpretó Kirk Douglas. Me estoy refiriendo a “El
gran carnaval”. Un film que trata sobre el rescate de un hombre que ha
quedado sepultado bajo una montaña sagrada india. Un funesto suceso del cual se
aprovecha un periodista que está pasando una mala racha a cuenta del alcohol.
Ve la oportunidad de volver a triunfar
en el periodismo, por esta razón convierte el caso en un espectáculo y retrasa
cuanto puede el rescate. A mi juicio, los últimos trágicos casos que han
acaecido en este país y que en su
momento fueron Trending topic en los medios de
comunicación guardan bastante analogía con la susodicha
película. Como dice el tópico, a veces la realidad supera la ficción. Porque
nadie me negará que el trágico accidente y muerte del niño de Totalán por la profusa covertura que desplegaron las
diferentes cadenas de televisión, terminaron
convirtiendo este trágico accidente en un bochornoso espectáculo. En mi opinión,
cayeron en un circo mediático que sobrepasó la línea del morbo que a priori es
el fiel reflejo de una sociedad enferma. Pero en el fondo todos somos
cómplices, o culpables, de que esto
ocurra porque les permitimos que consigan esos record históricos de audiencia. Lamentablemente
consumimos todo cuantos nos ofrecen. Si nos ofrecen carnaza envuelta con el
pestilente morbo, pues carnaza que consumimos. Máxime si nos la ofrecen con ese
halo de sibilina empatía y lagrimeo
fácil. Al final tanto por activa como por pasiva somos compulsivos compradores
de todo ese sensacionalismo deshumanizado que nos venden. A veces me da por pensar acerca de si la razón por la cual mostramos tanto interés por la fatalidad, por
las desgracias y por tanta miseria ajena es por sentirnos mejores. Considero que en este caso, resulta un postureo egoísta nuestra empática actitud. Creo que algún día todo debiéramos
reflexionar seriamente sobre todo ese circo macabro que se montan. No todo vale
ni está permitido para subir los índices
de la cuota de audiencia. Resulta palmario que existen empresas periodísticas y cadenas de
televisión que como estrategia utilizan
todo instrumento sensacionalista para aprovecharse de las desgracias humanas para fines
que poco o nada tienen que ver con el periodismo. Buscan simple y llanamente la
audiencia en detrimento de la calidad informativa y con criterio y esto les convierte en "plumillas carroñeros" por hacer de la tragedia y el sufrimiento de los familiares de la víctima una abundante fuente de ingresos.
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