Según
afirma el refranero popular, “el
buey es de donde pace no de donde nace”.
En mi opinión este refrán nos viene a decir que el sentimiento de pertenencia a un lugar, lo dan las condiciones de vida, más que el simple nacimiento que no deja de ser algo accidental. Por tanto te recomienda reconocer más la tierra que te acoge y hacerla tuya, tanto o más que aquella de donde proceden tus orígenes. Es obvio el que las enseñanzas que provienen de sabiduría popular conllevan mucho
acierto, pero también
hay que concederlas su margen de duda. Como en este caso en el
que yo personalmente discrepo acerca de su recomendación. En parte puede que esté de acuerdo sobre las intenciones que promueve, pero esto no es óbice para que renuncie a cuestionarlo por que no me acaba de convencer
del todo su moraleja. A mi juicio, pienso que ese sentimiento de permanecer a un determinado
lugar tiene otras intrínsecas connotaciones que van más allá de donde pace o
deja de pacer ese supuesto buey, el cual de forma
metafórica trata sentar cátedra acerca de la permanencia de las personas. Cierto es, que lo verdaderamente importante es que debiéramos considerarnos de aquellos sitios donde se nos
quieren y se nos acepta incondicionalmente. Pero no resulta muy sencillo que así sea, porque ese arraigado sentimiento metafísico de pertenecer al lugar de donde proceden nuestros orígenes, la mayoría de veces se transforma en un vínculo tan consistente
que la " pacedura de ese supuesto buey" no tiene la suficiente capacidad para poder fracturar. Por otra
parte, tengo entendido que este animal tiene querencia a ir en busca del
lugar de donde proviene a la hora de morir. Si esta circunstancia resulta totalmente cierta
, ¿ no les parece que el concepto esencial del refrán aparentemente queda desmontado?
En
relación a este tema, os comento que yo en primera persona he experimentado la incertidumbre de no saber realmente a dónde pertenezco por el hecho de que algunas personas cuestionan mis orígenes. Aunque yo al respecto creo tener despajadas
todas las dudas, hay algunas personas que se empecinan en que resulte todo lo contrario. Puede que me importe un ardite su terquedad, pero esto no es óbice para que en ocasiones me resulte bastante molesto. Hago este comentario a cuenta de que mis orígenes proceden de León. Fue en una pequeña localidad de esta provincia donde nací y residí de continuo en la misma localidad hasta casi el
final de mi adolescencia. Por circunstancias de la vida y otras necesidades vitales
a mediados de la década de los setenta del siglo pasado, emigré hacia Euskadi. Desde entonces he permanecido en este lugar norteño tratando de adaptarme a su vida y sus costumbres.
Confirmo que esta tierra vasca desde el principio me ha acogido abiertamente y en la medida que he podido, o
me ha interesado, he procurado integrarme dentro de
su idiosincrasia en general. Al haber permanecido más de 40 años en esta
tierra, nada de ella me resulta extraño, y
a raíz de tan larga permanencia, con Euskadi tengo un cordial vínculo
de respeto y estima porque ya se sabe que de “bien nacido es ser agradecido”.
Pero quiero dejar constancia que este adoptivo vínculo que me une a la tierra vasca para nada ha
conseguido generar en mí un de descastado sentimiento que me haga renunciar a mis raíces.
A pesar de cada vez que regreso al lugar donde nací sigo escuchando a algunos individuos, no se si con aviesas intenciones, la cansina monserga de costumbre y que no es otra que negarme mi originaria identidad y tildarme de "vasco” por el simple hecho de vivir en Euskadi. No
suelo tomárselo seriamente en cuenta, pero quieras que no, esta desconsideración
al final termina por resultar ofensiva. En cambio, paradójicamente en Euskadi me
consideran lo que realmente soy: leonés. Afirmación totalmente cierta y además pienso que carece de retorcida intención. No hay duda de que si ambas consideraciones me las tomara a pecho, acabaría por sentir
un desarraigo preocupante. Como también es probable el que me invadiera una sensación tóxica, la cual me hiciera sentir que no pertenezco a ningún lugar y me
encuentro de forma permanente en tierra de nadie. Y como broche final, no tener más remedio que escuchar de forma continua esa
archiconocida canción que interpretó en su día el famoso cantante
argentino Facundo Cabral, la cual dice así: “Ni soy de aquí, ni soy de allá…” Porque estoy convencido que tristemente se convertiría en la banda original de mi vida.
En
realidad me resulta bastante complejo hablar sobre este tema porque están implicados
de forma especial los sentimientos, y al jugar éstos un papel fundamental, resulta fácil lastimar a nuestra sensibilidad por cualquier
comentario desacertado. Pero resulta palmario que cada uno es libre de sentir, o afirmar de manera concluyente, que no pertenece al lugar
donde nació accidentalmente, sino a aquel donde cree que mejor lo aceptan y lo acogen. También resulta
respetable esa idea de quien considera pertenecer al mundo. Desde luego que el concepto de ser
ciudadano del mundo siempre lo he encontrado atractivo y sugerente. No sé yo si
al final con esto de la globalización todos acabaremos siendo cosmopolitas. En fin; que hasta que hipotéticamente sea una realidad lo de ser cosmopolita, seguiré como hasta ahora: perteneciendo a la tierra de mis orígenes y sintiendo esa querencia especial que en este hecho metafísico se genera. También sintiendo a través de esta
circunstancia la única y verdadera patria, siempre que tomemos como deferencia esa sentencia lapidaria del poeta R.M. Rilke,
donde afirma de forma taxativa que “la única patria del
hombre es su infancia”. Y como en tierras leonesas trascurrió esa etapa tan trascendente en nuestra vida como es la niñez; entonces ¿ dónde
podré sentir o hallar mejor patria que en el lugar de donde proceden mis orígenes ?