jueves, 9 de abril de 2020
lunes, 6 de abril de 2020
ASUNTO VÍRICO
Está claro que a día de hoy el tema de la
pandemia vírica causada por el Covid-19 es el centro de nuestras vidas. Siguen corriendo ríos de tinta en toda
clase de medios informativos hablando sobre este asunto. No es para menos, con la situación apocalíptica que estamos viviendo, la cual hace que nos encontremos inmersos en la angustiosa experiencia de vivir, o más bien sufrir, un confinamiento domiciliario. El aislamiento colectivo es una de las medidas preventivas que ha ordenado con obligatoriedad cumplir el Gobierno de Pedro Sánchez cuando declaró el Estado de Alerta en todo el país a mediados de marzo. Por cierto, el Gobierno en estos momentos está en entredicho debido a su supuesta negligencia a la hora de gestionar este asunto vírico. Supongo que en su momento saldrá a relucir a la luz pública toda la verdad acerca del ejecutivo gubernamental por su forma de resolver tan delicada y compleja crisis sanitaria sin precedentes. Todo a su debido tiempo. Ahora de memento discrepancias las justas porque lo importante y necesario es que todos los políticos remen juntos por el bien de la salud de la ciudadanía. Cuando todo se normalice, hay que pedir responsabilidades a quien competa. No permitamos que ninguno eluda su parte de vergüenza. Y si tienen que rodar cabezas, que rueden. Aunque también debemos ser conscientes que a todos nos toca, en mayor o menor medida, una parte de complicidad en los fallos que se den y en sus pavorosas repercusiones. A lo que íbamos. ¿ No me negarán ustedes
el que resulta incómodo
y sacrificado por las restricciones que soportamos y la privación de libertad el confinamiento?
Pero si todo es en favor de nuestra
salud, adelante. Resistamos con paciencia que es la mejor cura en estos casos y tratemos de hacer
todo cuanto sea necesario y esté en nuestras manos. Además quienes están en primera línea de “fuego”, como
son los sanitarios, una especie de “ángeles con bastas blancas, o verdes”, que por nosotros han dado su salud e incluso la vida y cuyo sacrificio es una deuda de gratitud que no podremos pagar nunca, nos piden a los de la retaguardia, o sea a
nosotros, que hagamos lo que la decencia y el sentido común exigen: procurar no
aumentarles la carga que ya soportan y a su vez colapsar los hospitales; por
tanto, quedémonos en casa. Y en ello estamos: confinados en nuestras casas, como un ejercicio de responsabilidad, y a su vez tratando lo mejor posible de "matar el tiempo". Y por supuesto que también con la
psicosis y el pánico metidos en el cuerpo por la sobredimensionada información
que recibimos sobre la lista de muertos e infectados que cada día va “in crescendo”. Aunque parece que ya se empieza a ver la luz al final del túnel. Esta claro las medidas preventivas de obligada
imposición por parte del ejecutivo gubernamental ya surgen efecto
por que exponencialmente se van
reduciendo la lista de defunciones y los
infectados, en comparación con días atrás. A todos nos resultan bastante duras y frustrantes las prórrogas
que alargan el confinamiento, pero si al final surten el efecto deseado, el sacrificio y la
angustia que supone la cuarenta no habrán resultado en balde, sino un forma de resistencia pacífica para derrotar al "maldito bicho". Esa
es la esperanza que nos queda para que progresivamente volvamos a la
normalidad y reconquistemos nuestras vidas cotidianas tras el confinamiento. Aunque
me temo que una vez que recobremos la libertad y tengamos cierto control sobre el malnacido virus, ya nada creo que volverá a se como antes. Esta nuestra forma de
vida que ha sido paralizada, anulada o derribada de un día para otro no se si
se recuperará en su totalidad. Estará lastrada en el futuro por esta pandemia y
sus secuelas se perpetuarán, y tendremos que adaptarnos a vivir con ellas;
acomodarlas en nuestras cotidianidad psicológica y también en al catastrófico devenir económico del país por que debido a la paralización casi total de su actividad laboral, la crisis que va a sufrir la economía de España en un futuro va a ser de órdago porque va a sufrir una crisis sin precedentes. Lo que está bien claro es que de forma permanente estas nefastas consecuencias se quedarán junto a nosotros para recordarnos que en su momento resultaron ser como un
examen individual, que nos puso a prueba a cada uno de nosotros, aunque a
algunos con más intensidad que a otros. Como también puso a prueba todo un modelo
de sociedad, cuando se ve y aflora la naturaleza humana.
Resulta palmario que veíamos muy lejanas – en
la distancia, pero aún peor, en la conciencia- las desgracias que sufren los países de Tercer
Mundo. Como si nos creyéramos los reyes del universo y por ello fuéramos inmunes a cualquier desgracia social de gran magnitud, tal como la que estamos sufriendo en estos
momentos. Pero lamentablemente estábamos
equivocados con nuestras prepotentes ideas concebidas por quienes viven en una sociedad de la opulencia y que
se muestra claramente insolidaria con las clases más desfavorecidas. Este “mal
bicho” que ha aparecido como fatal sorpresa ha hecho patente nuestro error poniendo a esta misma sociedad patas arriba y en peligro de “Jaque
Mate”. Una sociedad que meses atrás el debate científico que con más expectación
seguía era el que debíamos prepararnos para vivir unos 120 años porque el éxito de nuestra
satisfactoria longevidad estaba asegurado. Ahora el coronavirus maldito ha hecho que nos
olvidamos de la descabellada y cuestionable idea de longevidad y nos
dedicamos en exclusividad a salvarnos
“el pellejo”. No tengo ninguna duda de que esta letal pandemia acabara por obligarnos a parar y reflexionar, a valorar lo cotidiano y también por
cambiar en mayor medida nuestro concepto de vida. Sino lo ha cambiado ya con la
máxima urgencia y rapidez por pura necesidad vital. Considerando auténtico
héroes al personal sanitario que están arriesgando sus vidas por salvarnos,
y no los deportistas y demás fantoches que medran en la Televisión y que trincan todo el dinero
habido y de por haber. En mi opinión, vendría de perlas el que la mitad de ese dinero que
les regalan por su parasitismo catódico sirviera para aprovisionar a los hospitales del material sanitario que se necesita a día de hoy con el fin de salvar vidas. Y de paso en algún que otro hospital público el equipo de enfermería y otros trabajadores sanitarios por no tener material adecuado, dejarían de utilizar bolsas de basura para evitar ser contagiados. Que horror y qué vergüenza que esto ocurra en un país que gasta a trote y moche en eventos irrelevantes y escatime invertir en necesidades de vital importancia. Vale, puede que
resulta pura demagogia mi comentario, pero en estos momentos también resulta pura y cruda realidad. La situación apocalíptica
y extrema urgencia sanitaria así me lo hace ver. Por otra parte, lo que
está bien claro es que de pronto nos hemos dado cuenta que podemos desparecer del
mapa a cuenta de una pandemia vírica. Si
sobrevivimos a esta terrorífica pesadilla que
tanta psicosis genera nos y
nos restringe la libertad, que nos sirva de lección y tomemos conciencia de
nuestra fragilidad. También a su vez
también nos sirva para mentalizarnos de nuestras
debilidades como sociedad y nuestra fortaleza como personas. Toda lección de
vida que podamos sacar resultará de vital importancia a fin de estar
prevenidos contra otro drama de gran dimensión como el que
estamos sufriendo en estos momentos que ha hecho que surja lo más generoso y empático del ser
humano, como también su lado más
mezquino y despreciable. A buen seguro
que una de las lecciones que vamos a aprender de este drama humano, es
que no vamos a permitir que el
individualismo sea quien domine y a quien confiamos que nos salve, sino el afán colectivo, porque será quien podrá
devolvernos de nuevo un futuro esperanzador una
vez que hayamos abandonado de forma colectiva la trinchera. Espero y deseo que salgamos con más más conciencia grupal y solidaria, porque es obvio que ese egoísmo del "sálvese quien pueda", no sirve en esta situación.
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