
jueves, 21 de noviembre de 2019
sábado, 9 de noviembre de 2019
POR UN PUÑADO DE LIKES
Corre por las redes sociales un
video que en su día se hizo viral
y, si no me equivoco, creo que fue publicado
a finales de septiembre en You Tube. Se trata de la propuesta de
matrimonio que un joven estadounidense
hizo a su novia bajo las aguas del mar
durante las vacaciones que ambos disfrutaban en Tanzania, pero
desgraciadamente este romántico plan acabó en tragedia porque murió ahogado
cuando el joven, Steven Weber, trataba de salir a la superficie. Otra muerte
más sin sentido. Aunque bueno, igual fue el precio que tuvo que pagar Steven Weber para mostrar vía Internet a sus amigos y familiares
que era el más “guay del Paraguay”
pidiendo de esta forma tan original
matrimonio a su novia. Situaciones como esta que relato manifiestan de manera irrefutable que vivimos en una sociedad enferma, con
tendencia a generar este tipo de realidades cargadas de peligro y de máximo
riesgo. Las cuales a priori no llevan a otra cosa tan disparatada que la de
presumir en público de algo, que mirando en perspectiva, carece de más mínimo
sentido. Que horror a cuenta de las tonterías que al personal se
le ocurre perpetrar sin antes reflexionar sobre el riesgo que pueden correr sus vidas, y
todo a cuenta de querer ser el más innovador y
el mas cool de cara a la galería. ¿Qué
quieren que les digas a cerca de este dramático suceso? A mí personalmente tal como arriba indico me parece que resulta
una muerte sin sentido, absurda…y que se podía haberse evitado si hubiera imperado
la cordura. Pero lamentablemente no fue así. En mi opinión esto es debido a que la
estupidez humana no tiene límite.
Desde luego que me parece una falta de respeto reírse de las desgracias
humanas, máxime cuando existe una muerte de por medio, como
resulta en tan fatídico caso, pero esto no es óbice para catalogar la
irracional acción de este joven como una auténtica estulticia. También es de recibo el reconocer que estas
inconscientes actos manifiestan una necedad supina a todas luces, la mayoría de ellos se realizan con la única
finalidad de aparecer en las redes sociales, llámense Instagrán, Facebook, Twiter, etc., para
conseguir el mayor número posible de los
controvertidos likes del me gusta; como
también el atraer la mayor cantidad de seguidores a sus cuentas sociales abiertas en la red. Por esta razón algunas
personas arriesgan innecesariamente su propia vida, como según mi criterio sucedió con
este joven estadounidense. Una lástima
que esto ocurra, la verdad. Pero es un axioma el que la estupidez está invadiendo
Internet. Aunque también debemos
admitir el que a todos nos encanta gustar y quien diga
lo contrario está faltando a la verdad. Lo que resulta bastante obvio es que para que sea posible ese gustar de forma
masiva, es necesario que exprimamos
toda nuestra capacidad de seducción. Contabilizamos seguidores y no nos
gusta para nada perderlos. Pero el
riesgo que corres con las redes sociales, es que esta pulsión puede
magnificarse hasta convertirse en una obsesión, con consecuencias bastantes trágicas. No admite muchas dudas el que recibir estímulos positivos crea
adicción, con lo cual, muchas personas adictas se ven en la obligación de
repetir el comportamiento de forma reiterada por que se necesita más y más,
como sucede con cualquier adicción. Lo que está bien claro es que vivimos bajo
la tiranía de los likes. No recuerdo ahora donde leí hace unos días el que en
la actualidad a los conferenciantes ya no se les valora, en según que foros, por su conocimientos o publicaciones
académicas, sino por el número de seguidores que tienen en Twitter. Esto a mi
juicio resulta de lo más superficial,
porque el asunto de los
seguidores contabilizados en su cuenta
social, puede depender más de lo simpático que les caiga su perro o
del equipo de futbol del que sean aficionados,
que de los conocimientos
intelectuales y sólidos que han
conseguido. La meritocracia
intelectual se devalúa a favor de la
superficialidad más insulsa que da paso a la frivolización del ser humano. Es
lamentable que sólo se mida el valor y
la importancia de una persona por su
número de seguidores. El número de seguidores y, sobre todo, la cantidad de likes o me gusta, se convierten en un termómetro de popularidad. Otra cosa que
tiene la gigantesca contabilidad de seguidores y sus
correspondientes likes es que hace que
vivamos de continuo en una especie de popularidad y pose permanente: todo un
culto a la hipocresía y a las apariencias, sin duda. Vamos que podemos acostarnos siendo un anónimo
“Don Nadie” y levantarte al día siguiente y ser todo una celebridad en Internet. Y todo por ser trending topic .Para
lograr esto solo es necesario que una persona con tropecientos millones de seguidores nos relacione
con un escándalo chocante, y cuanto más agresivo mejor, no importa que sea
falso, para que enseguida se ponga en
marcha el efecto retuit. Y de ahí a ser un influencer estás a un paso. ¿ Y qué tiene de provechoso el ser influencer? Pues que por tu notoria presencia e influencia en las redes
sociales podrás convertirte en un prescriptor de una marca determinada, o
varias, y eso te significa pasar por caja y trincar una buena cifra de dinero. Y bastante
asegurado el dineral por que al parecer los influencers cada vez toman más fuerza su presencia a la hora de planificar una
estrategia de marketing online. Estoy convencido que a día de hacer la típica pregunta a los niños de que quieren ser de mayores, sin vacilación alguna contestarían
que ifluencer por que saben que es una mina de oro en las redes
sociales, o sino que se lo pregunten a las
Kardasians y otros parásitos
símiles de este pelaje, sino les resulta un lucrativo negocio el postear en
Instagran y otras cuentas sociales. Y si a eso le añadimos los tropecientos
millones de liks y seguidores que se pueden tener en las redes sociales por su condición de influencers, pues
entonces miel sobre hojuelas. No te digo.
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