Resulta bastante obvio que esta sociedad de consumo en la que nos hallamos inmersos acaba normalmente por llevarnos a
verdaderas locuras de despilfarro, incontrolado la mayoría de veces.
Abusamos con frecuencia del gasto
desmedido simplemente porque tenemos que seguir al rebaño por unas
normas establecidas, la cuales consisten en nos escatimar gastos. Verdaderamente considero lamentable, y hasta absurdo,
tratar de vivir por encima de nuestras posibilidades económicas. Por desgracia
es muy corriente el que muchas familias
vivan así cuando les toca celebrar uno de esos eventos familiares relacionados con la fe cristiana; ya saben: boda,
bautizo o comunión. Éstas no suelen reparan en
gastos y literalmente “tiran la casa por la ventana”, sin importarles para nada que los meses posteriores al dispendio, su economía se encuentre en una situación de máxima precariedad que
apenas si puede cubrir los gastos que requieren las necesidades básicas del hogar. No tengo muchas dudas a cerca de que se le da más importancia
a la ostentación del momento que a las crítica situación económicas en que puedan quedar tras el despilfarro. A veces me pregunto porque se ha impuesto el
mezclar el consumismo y boato con la celebración de un acto religioso. Desde mi
modesta y laica opinión, pienso que el derroche y la ostentación de algún modo anulan en parte el
sentido religioso del acto a celebrar. ¿No manifestaría más su valor esencial
si se celebra dicho acontecimiento con los familiares más
allegados desde la más estricta sencillez y
acatamiento? Obviamente cada uno
tendrá su propia opinión al respecto, que estoy seguro tendrá también su gran parte de razón.
Pero esto no quita el que
deberíamos reflexionar
acerca de si prima en
nuestras conciencias el boato y la pedantería o, por el contrario, valoramos
más la naturaleza intrínseca del acto ceremonial religiosos al que,
moderadamente y con buen gusto, se puede conciliar con un ágape sencillo y con
un vestuario respetuoso y sobrio, los cuales no supongan en cualquier caso un
menoscabo en el cómputo presupuestario.
La verdad es que a mí personalmente me resulta un tanto complejo todo este asunto. Aunque lo que no tengo duda es el que todas estas celebraciones religiosas no dejan de ser un
acontecimiento social más, el cual se ha convertido en un auténtico filón lucrativo
para todos los negocios relacionados con la hostelería. Según la información que últimamente he leído sobre este asunto, dependiendo del número de invitados y la categoría del
restaurante y menú, los gastos que supone una Comunión oscilan entre los 2.000
y los 4.000 euros; en cambio los de una boda entre los 15.000 y 50. 000 euros. Y es que en todo este tipo de
eventos familiares, a los gastos previstos, siempre a última hora surgen los imprevistos y
las imposiciones, que al final se incrementan. También ocurre con frecuencia que hay quienes este día familiarmente tan ceremonioso, aprovechan la disparatada ocasión para sacar pecho; y cuando esto sucede, ya se sabe: “un día es un día, y si hay que gastar, se
gasta porque a mi niña no le va a hacer de menos nadie" ; ... " Faltaría más que esos dos Don Nadies tuvieran una boda más lujosa que la nuestra" . Con lo cual esta imprudente osadía supone tener que hacer un gran
desembolso, al que muchas familias hacen frente con ilusión pese al ulterior
lastre económico que esta insensatez les va a suponer a posteriori. Y ya el súmmum de la incoherencia resulta el que cuando no se tienen los medios monetarios para poder
amortizar los toda esa ostentación, se le pide un préstamo al banco y "santas pascuas". Que para eso están. Pues nada, a seguir satisfaciendo
la ávida usura de la Banca por seguir empecinados en gastarnos de forma
innecesaria lo que no tenemos. Me resulta lamentable, y no menos preocupante,
el que haya personas que están literalmente asfixiadas por los pagos o deudas que obligatoriamente deben afrontar cada mes, y que sigan obstinados en despilfarrar y endeudarse más porque su hijo o hija
el día de la Comunión
no va ser menos que el de fulanito; o porque no consienten que menganita les vaya a hacer de menos con su fastuosa boda. Aparte
de todos estos gastos superfluos, a mi juicio pienso que en todos estos eventos
religiosos-sociales hay mucho postureo y falsedad por que la mayoría de veces se trata
de aparentar lo que realmente no somos: mostrar un status social ficticio.