Como
el verano es esa época del año en que habitualmente las temperaturas que se registran son
de extremado calor, lo normal es que tratemos ir lo más ligeros de ropa posible y es que para
combatir el asfixiante calor todo es poco. Pues bien, de esta guisa íbamos vestidos la totalidad de personas que viajábamos días
atrás en un vagón del metro a excepción de una mujer origen musulmán que
cubría todo su cuerpo con el tradicional hijab. Únicamente tenía al descubierto
su cara. La acompañaba, pongamos que su
marido, un tipejo que vestía plácidamente
bermudas y camiseta de tirantes y se calzaba unas cómodas chancletas. Vamos,
que muy "fresquito" iba este individuo con tan ligero atuendo. En cambio su infeliz mujer todo lo contrario, tal como indico. Estoy
convencido de que aquella exótica vestimenta hasta lo indecible la estaba causando una sofocante
sensación de agobio. Y esta es otra, llevaban los bártulos que se utilizan para ir de
playa. Es de suponer que al llegar
ambos al arenal, el
caradura de su marido se quedaría vestido únicamente con el bañador para darse
sus placenteros baños en el mar, o
ligarse un buen bronceado. Pero me temo
que la desdichada mujer desgraciadamente volvería de nuevo a ser la
excepción . No me cabe la menor duda de que en la playa seguiría envuelta en su vestimenta sufriendo estoicamente un calor insoportable. Aunque también puede que se
decidiera salirse del rol asignado y con ello meter sus pies dentro del agua. Por supuesto que levantando
su vestido únicamente hasta las rodillas por temor a ofender yo no se si al autoritario marido o a la
religión que procesa. Respecto a este último comentario, al parecer hay mujeres integradas en esta misma religión que son “sutilmente atrevidas” y optan por
meterse enteras dentro
del agua; pero eso sí, envuelto todo su cuerpo en un atuendo especialmente
diseñado para las mujeres musulmanas al
que se le conoce como “ burkini” y lo único que deja al descubierto son la cara,
manos y pies. No es extraño que suelan coincidir en las mismas playas estas
mujeres que se cubren con el burkini y las otras que sin recato ni prejuicio alguno
cubren una pequeña parte de su cuerpo con el sugestivo bikini, y cuando no van
en topless. No veas el contraste que produce ver semejante cuadro. Las reacciones que esta situación provoca suelen ser de incredulidad
o de tomarlo en plan de risa. Depende de como personalmente lo coceptúes.
Lo que no admite discusión alguna es que se trata de dos formas paralelas y antagonistas de sentir el pulso de la vida acorde a unas creencias
religiosas.
¿Alguien lo duda?
¿Alguien lo duda?
A
veces dudo de si estas mujeres que visten así y se comportan de esta manera tan
sorprendente, más que víctimas de sus
maridos, son presas de sus prejuicios o de la ignorancia por la desinformación
y el fanatismo que profesan a unos dogmas religiosos. Muchas mujeres dicen que visten voluntariamente este tipo de atuendo como signo de identidad. Puede que sea cierto, no soy yo quién para desmentirlo. Pero lo que considero palmario es que
estas prácticas con tintes sexistas del islán son un retraso
para una sociedad que no ha evolucionado, con lo cual a mi juicio echa por tierra
todas las conquistas que a través de los siglos las mujeres han ido logrando
en su lucha contra machismo imperante. Aunque supongo que muchas de estas mujeres musulmanas no
creo que se cubran su cuerpo con tal vestimenta porque quieren, más bien por
seguir un modelo sexista que les trata como inferiores. Pero como ya he
indicado, el fanatismo y la ignorancia son los verdaderos culpables de este
tipo de conductas y creencias. Y por supuesto que también hay que culpabilizar al machismo que
tan inseparable resulta de la religión musulmana. Aunque a este respecto, tampoco la religión cristiana se ve libre de esta infame lacra. Sólo es
cuestión de leer pasajes de la Biblia para comprobar in situ que igual que el Corán también este libro sagrado está
plagado de frases machistas donde claramente conceptúan a la mujer como un ser
inferior. Pero según mi criterio la religión cristiana, a pesar de que su contumaz
machismo se resista a desparecer, se ha
visto en la obligación de ir evolucionando progresivamente para adaptarse a la realidad de su tiempo; en cambio la
religión islámica parece seguir estancada en sus orígenes medievales debido al fanatismo
radical de sus fieles seguidores que no están dispuestos a evolucionar. Yo creo que
más bien es una involución perenne y este hecho hace que su comportamiento sea el de auténticos “talibanes” tal como se puede
comprobar de continuo por circunstancias
como la que a principio he comentado. Pero en definitiva, ambas religiones son patriarcales y, por consiguiente, opresoras para la mujer. En España, como en la mayoría de los
países occidentales, supuestamente democráticos, es obvio que existe libertad de culto con
lo cual a nadie se le prohíbe poner en prácticas sus ideales en cuanto al
dogma de fe que profesan, pero no estaría de más, que también se adaptaran un
poco a la sociedad que les acoge, a sus usos y costumbres. Unos mínimos que no
les resultaría difícil ni problemático alcanzar si realmente están dispuestos a
lograrlos. Porque no se trata de obligar ni de prohibir por mandato o sentimiento xenófobo,
sino más bien de capacidad de integración y de sentido común. En mi modesta opinión, más allá del
sufrimiento que supone para la mujer musulmana cubrir todo su cuerpo con
estos atuendos cuando más arrecia la asfixiante
canícula estival, es lo vejatorio e
insultante que resulta para todas esas
mujeres cuya lucha por la igualdad y en contra de los prejuicios
machistas sigue siendo una constante. A
mi juicio resulta un axioma el que todo estos atuendos tradicionales de origen musulmán: el
burkini, niqab, chador, hijab, etc. son símbolos políticos o religiosos de la opresión y no dejan de
ser un afrenta contra las mujeres porque
representan la escenificación de su esclavitud
al hombre. Y en especial el vejatorio burka. Cuando las veo cubiertas con este velo integral, irrefutablemente es como un rejón
clavado en el corpus de todos los valores y los derechos representativos de la
mujer.