Los cambios socioculturales y económicos han dado lugar a un notable
incremento de la soledad. Al parecer los mas vulnerables a esta problemática
son las personas mayores, las cuales ganan en autonomía pero cada vez tienen
menos vínculos afectivos a su alrededor. Resulta esto una combinación que les expone de manera
perjudicial a su salud. La soledad no deseada, en especial a las
personas mayores, según han llegado a la conclusión recientes investigaciones puede generar numerosas patologías, como por
ejemplo el deterioro cognitivo, la depresión, enfermedades cardiovasculares,
falta de movilidad y lo más grave: mortalidad temprana. En referencia a esto último,
el magistrado y jurista español, Joaquim Bosch, comentó que cada vez crece el
número de cadáveres en estado de
descomposición que se encuentran en los domicilios. Se trata de
cadáveres de ancianos que además de haber estado viviendo solos, fueron
olvidados y abandonados por familiares o por
la sociedad en general. Cuando sucede algo tan trágico y descorazonado como esto, deberíamos preguntarnos conjuntamente si merecemos el nombre de seres humanos con dignidad. Por otra parte, lo que debemos tener bien claro es que
la soledad que no se ha elegido acarrea
una problemática de nefastas
consecuencias que afectan a la salud física y mental. En mi opinión no creo que estas consecuencias afecten en exclusividad a
los ancianos, también los jóvenes no se encuentran libres de sufrirlas por no estar inmunizados contra la soledad, la cual socialmente no está
bien vista; es más muchas veces está teñida de una sensación de fracaso
social. Por esta razón esta sociedad tiende a no visibilizarlo porque es parte de
nuestro fracaso como sociedad. Por cierto, en el Reino Unido como la soledad ha alcanzado un asunto de
Estado por que según un estudio reciente, aproximadamente a unos
nueve millones de británicos les afecta, han creado
una Secretaria de Estado contra la Soledad. No se hasta que punto este
Ministerio podrá poner remedio a los efectos nocivos que origina esta problemática generalizada, pero es evidente que todos
los medidas preventivas que se pongan en práctica para atenuar sus efectos serán altamente
beneficiosos para la salud mental y física. En España, aunque no son datos fiables, se calcula que aproximadamente son dos millones de personas los que sufren la soledad no deseada y corre el riesgo de que vaya creciendo exponencialmente esta cifra. Razón por la que se
vería con buenos ojos el que en este país también se adoptasen planes estatales
contra este fenómeno considerado ya por
los expertos como una epidemia del siglo
XXI, que no entiende de clases y genera exclusión social y problemas de salud y
con la que los humanos debemos acostumbrarnos a vivir.

El prestigioso autor
brasileño, Paulo Coelho, ha dejado
escrita la siguiente frase que dice lo siguiente: “El ser
humano puede soportar una semana de sed, dos semanas de hambre, muchos años sin
techo, pero no puede soportar la soledad”. Aunque resulte una sentencia lapidaria esta frase escrita, me voy a toma la licencia de disentir
acerca de que el humano no puede soportar la
soledad. Supongo que el autor del enunciado se referirá a esa soledad no deseada que crea angustia y desesperación, y que a su vez literalmente invade de manera tóxica nuestro cerebro y lo habitual es acabar envueltos en un mar de lágrimas con el fin de aplacar sus desgarradores efectos. Evidentemente ésta sí resulta insoportable. En cambio para quienes optan
por elegir la soledad como forma de vida creo que para nada tendrán que
soportarla, más bien todo lo contrario. Esta claro que unos eligen libremente
esa forma de vida y la disfrutan; en cambio a otras personas la soledad por
imposición les causa un terrible sufrimiento. Vivir solos o acompañados generalmente es una
elección personal, sobre todo entre los jóvenes, porque saben que pueden tener
autonomía y por esta razón consiguen
llevar bien su situación elegida. Además vivir sólo no tiene que ser
sentirse solo, sino que puede resultar una experiencia enriquecedora. Tampoco nos creamos que por el simple hecho de vivir acompañados estemos
libres de los infortunios que genera la
soledad. En absoluto. Cuantas veces nos hemos visto en la situación de estar rodeados de mucha gente, o en compañía
de una única persona, y tener la
sensación de que estamos completamente solos. Para mí esta circunstancia me resulta
deprimente y contradictoria por que nos hace sentir que no encajamos en ninguna
parte, con el vacío interior y la insatisfacción vital que esta triste situación
representa. Otro hecho que a mí personalmente me resulta bastante paradójico con relación
al asunto del que hablo, es que
generalmente estamos más unidos que nunca merced a los medios
tecnológicos, pero en cambio cada vez estamos más solos. Y eso que
a través de las redes sociales o el “inteligente” Smartphone podemos contactar con cualquier persona del
mundo y recibir respuesta inmediata. Resulta palmario el que la tecnología
no deja de ser un medio de aislamiento y totalmente impersonal, y por
consiguiente contribuyen a maquillar el problema de la falta del contacto o acercamiento físico entre las personas y a esto
lamentablemente se le debe considerar soledad profunda, por más que tecnológicamente tratemos de
encubrirla. Cuanta tristeza y sensación de fracaso encierra que sean el teléfono móvil y el ordenador nuestros únicos acompañantes. Cuando deberíamos evitar caer en la “tecnodependencia” por ese
aislamiento que ocasiona y que tan asociado está a la soledad no deseada, por
más que tratemos de disfrazarla con los
tropecientos mil amigos que tenemos añadidos
en Facebook y otros tantos seguidores en Twitter.
Tristemente el problema seguirá estando ahí, porque la soledad es un
rasgo inevitable de la experiencia humana; todos la llevamos dentro y cada uno trata de superarla como puede. A
eso se le llama comunicación